EL ÚLTIMO PARCHE DE ZAPATERO
Editorial de “ABC” del 18.09.05
Por su interés y relevancia, he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
RODRÍGUEZ Zapatero y
Montilla han acordado -como hoy desvela ABC- frenar en Cataluña la reforma del
estatuto, si Maragall no lo consigue reconducir, para que ésta sea asumible
constitucionalmente. Es de agradecer el rapto de sensatez de la cúpula
socialista (tanto del PSOE como del PSC), pero el mero compromiso de hacer
descarrilar el tren estatutario en origen no es por sí solo tranquilizador, toda
vez que el presidente del Gobierno aún no ha despejado sus dudas ante la opinión
pública española sobre el «discutido» término nación. Porque la clave de todo
este asunto es saber lo que Zapatero y Montilla consideran asumible. Lo que se
viene conociendo del texto ya ha recibido el veto del Consejo Consultivo en
asuntos tan trascendentes como la financiación. Y no es la única piedra angular
del nuevo texto que erosiona la Constitución.
Sobre el líder del PSOE pesa como una losa aquel compromiso personal -adquirido
en la campaña de las catalanas- de apoyar «cualquier reforma del Estatuto que
salga del Parlamento catalán». Para no romperlo, se ve obligado ahora a
bloquearlo allí, pues deshilachar en las Cortes el texto comprometería
seriamente su crédito. Los políticos con peso específico y sentido de la
responsabilidad deben saber que los brindis al sol y los cheques en blanco han
de expedirse sólo en asuntos que no afecten a las cuestiones de Estado. Nunca
debió Zapatero abrir este proceso sin haber marcado previamente las reglas del
juego y, sobre todo, sin saber hacia dónde quería dirigirse. No lo hizo y hoy se
ve obligado a parchear su estrategia y a confiar en que no le preparen una faena
en el Parlamento catalán.
Maragall dio por hecho ayer mismo que a final de mes habrá nuevo estatuto. Es
probable, pero ¿a qué precio? Por lo pronto ya avisó de la necesidad de reformar
la Constitución. Malos augurios, pues eso no era lo acordado. Todo apunta a que
al final se pretenda que la Constitución se ajuste al estatuto que quieren
Maragall y Carod, y no al revés.
Visto el estado de la cuestión y el torrente de ocurrencias alumbradas en los
borradores que se conocen, es inevitable pensar que la mejor solución es,
efectivamente, hacer descarrilar el estatuto que, como señalan las encuestas, se
trata de una demanda artificial que no pide la sociedad catalana. Pero ahí no
terminan los problemas para Zapatero, pues inmediatamente habrá de pensar qué
hacer entonces con Maragall, que ha comprometido en esa tarea su estancia en la
Generalitat. Trabajo añadido para Montilla, que pese a su probada solvencia en
estas lides se enfrenta a un reto de tan difícil solución e imprevisibles
consecuencias.