CARTA ABIERTA A JOSÉ MONTILLA DE AGORA SOCIALISTA

 

En los últimos días se ha hablado mucho de las dos almas del PSC: la catalanista y la obrerista. Hasta se ha barajado la posibilidad de una ruptura entre ambas corrientes a raíz de la sustitución de Pasqual Maragall -representante del sector catalanista- por José Montilla -de la obrerista- como candidato a la presidencia de la Generalitat. Pero Montilla no cuenta, ni mucho menos, con las simpatías de todos los miembros de la rama compuesta por trabajadores dentro de su partido. Agora Socialista, una corriente en el seno del PSC crítica con la deriva nacionalista de esta formación, ha remitido una carta abierta a Montilla -que hoy reproduce EL MUNDO- en la que expresa su escasa confianza en el líder socialista, le acusa de deslealtad con el PSOE, de hacer seguidismo del nacionalismo y de marginar al castellano en Cataluña.

 

L.M. en “El Mundo” del 11.09.06

 

 

AGORA SOCIALISTA

 

Apreciado compañero, deberíamos empezar esta carta con un ¡Enhorabuena!, dedicado a ti mismo y a todos los socialistas. Aunque seas parco en la expresión, la felicitación personal la mantenemos, ya que tu designación como candidato implica un escalón añadido en tu carrera y se supone que has luchado por ello. La felicitación a nuestro colectivo estaría justificada por la prontitud y la solvencia con que se ha resuelto la titularidad del liderazgo mediante la sustitución de un perfil por su reverso, y ello en plena autosatisfacción tras los éxitos cosechados (¡!).

 

En uno de nuestros escritos aportados al último Congreso de nuestro partido decíamos que Cataluña sería normal cuando fuera indiferente que el Presidente de la Generalidad se llamase Jordi Pujol o Jorge Cerrillo. Parecería normal, por tanto, que tu nominación fuera en el buen sentido, y más lo irá todavía si culminas el trayecto. Sin embargo, el propio hecho de que antes de haberse dado esa circunstancia, ya sabes, antes de haber matado al oso...el propio aparato que te aúpa enfatice tus méritos bajo el enunciado «efecto Montilla» resta credibilidad a ese atisbo de normalidad, ya que cuando algo es normal, ni puede ni necesita tener un efecto mágico añadido. Además, ya hemos pasado por otros efectos, recientemente el «efecto Maragall» o el «efecto ZP», y estamos prevenidos frente a estos sortilegios.

Pero no sólo nosotros; la propia sociedad catalana ha mostrado recientemente su escepticismo frente a la avalancha de «clamores populares», de atosigamientos institucionales y de «90% de unanimidades representativas». Preferiríamos que se abandonara de una vez por todas el cultivo de estímulos engañabobos. Vayamos por tanto a realidades más tangibles y a sustancias más creíbles.

Ya sabes que venimos más del materialismo y del análisis de la realidad que de otros credos relacionados con la fe o con la épica nacional; aspiramos a la realización personal y a la construcción de una sociedad para los individuos, en la que el reparto de la riqueza esté encarrilado a posibilitar la igualdad de oportunidades y la libertad de las personas. Para ello es necesario recuperar el papel del estado como estructura garante de esas aspiraciones.

Hay que señalar en tu haber que, aunque desde instancias que dicen quererte mucho te hayan tildado de reverso de la alegría de la huerta, y hayan aprovechado para recordarnos lo importante que es haber nacido en Cataluña para optar a la Presidencia, las gentes de Agora Socialista percibimos en ti otros méritos; quizá nuestra afinidad de trabajadores nos hace valorar el trabajo frente al lucimiento, la humildad frente a la prepotencia, la economía frente al dispendio, la parquedad frente al histrionismo, el sacrificio frente a la largueza, la autoformación frente a la carrera de élite, la culturilla hilvanada trabajosamente frente a la acumulación de masters, la modestia frente a la genialidad, el tinto frente a la coca.

En serio, José, tienes el perfil que tienes, suficiente para que te sientas orgulloso y puedas rechazar las bendiciones de las hadas madrinas de turno, que al final resultan ser sólo polvo y no precisamente del que deja huella. Por tanto, a partir de tus mimbres se puede construir y se puede convencer; sin embargo, hay que tener claro a quién y de qué..

Señalar y reconocerte estos referentes positivos no nos debe impedir conocer el contexto del que partes. En esto hay que ser claros y crudos. Partes de la culminación de un fracaso: el de una estrategia larga y penosa, cuya expresión más patética ha sido enfrascarse en un proceso estatutario de construcción nacional, ajeno a los intereses de las clases que dan soporte a nuestro partido y saldado con la dimisión-expulsión-exilio de Maragall.

El dilema es: ¿seguimos manteniendo las mismas políticas disimulándolas con otros ropajes? o ¿iniciamos una nueva andadura enfocada al vacío que nunca logramos movilizar? Por ahora, el partido se ha posicionado, al menos en su discurso explícito, en la primera; en que aquí no ha pasado nada, que Cataluña ha apoyado ampliamente el sí, que esto confirma el acierto de la política que se ha seguido, que la abstención era previsible, que con menor apoyo se aprobó el estatuto gallego... y en estas llegas tú con la afirmación «rotunda» de que ahora es la hora de los catalanes.

Nos tememos que lo etéreo de la afirmación no va más allá de la tautología, y que la política de continuidad es la que vas a seguir y defender, seguramente con un lenguaje diferenciado y centrado más en los ciudadanos que en las instituciones, más en las políticas aplicadas que en los postulados de construcción patriótica, pero, al fin, sólo lenguaje. Es difícil esperar cambios radicales en un partido que machaconamente se ha empeñado en labrar su legitimidad y su razón de ser copiando a sus adversarios nacionalistas, construyendo su discurso interno y sus cuadros con esa finalidad, apartando y destruyendo las ideas y las voces discrepantes. (Pero es que, además, ahora está el nuevo Estatut, o lo que es lo mismo, un marco legal que atenaza y condiciona la acción política en Cataluña y en España).

Esta posible continuidad, condicionada por los antecedentes tan sólidamente asentados, nos genera bastantes interrogantes. José, pretender el gobierno de la Generalidad libre de hipotecas de otros socios conlleva recibir el respaldo electoral suficiente, es decir, mayoría absoluta o relativa para bastarse con apoyos puntuales según asuntos y circunstancias. Pero ¿por qué habrías de obtener mejores resultados que Maragall con programa, política y equipo básicamente continuista? La respuesta se nos escapa, la lógica de la aspiración también. En efecto, si crees que tu origen andaluz y tu apellido castellano son atractivo suficiente para movilizar al electorado que autonómicas tras autonómicas se abstiene, es que crees que la política catalana se aborda mejor desde lo esotérico que desde la sociología. Si acaso algunos se movilizaran con ese estímulo, otros, del espectro socioconvergente, dejarán de hacerlo; es más, creemos que tal balance será negativo.

Pero además, José, si ésta es la lógica del «efecto Montilla», sería mezquina y disparatada y chocaría de plano con la normalidad a la que aludíamos con el símil Pujol versus Cerrillo. Piensa, si no, en la espectativa de ilusión y de esperanza que despertó Borrell como candidato al gobierno de España. El valor que añadía para los que amamos la política catalana era que, finalmente, alguien podía encarrilar al PSC (PSC-PSOE) y colocarlo donde debía estar. Y esa es la clave; no se trata de quién encabeza sino de qué ofrece a cambio del voto que pide; de qué credibilidad parte, lo que necesariamente se relaciona con los antecedentes.Pero, José, percibir continuidad en el PSC es bastante sombrío, es relacionarlo con oposición inoperante y ficticia, con convivir y sobrellevar tresporcientos, hermanismos y carmelos, con seguidismo en intereses nacionalistas, con la renuncia a discurso propio, con tripartito insostenible, con socios indeseables, con resignación e impotencia frente a la abstención, con deslealtad hacia el PSOE, con conflicto permanente con el resto de los españoles.

José, si llegas a la conclusión de que somos negativos o catastrofistas, te equivocas. A pesar de todo, sabemos que la historia no se para, que el sol sale cada día. Sabemos que puedes iniciar una nueva etapa y que, además, nuestro pasado está ahí, para gratificarnos o para ofendernos, pero existe. Veámoslo en positivo.

Es la hora de los catalanes; cuando tú dices que es la hora de los catalanes, si no quieres que sea una frase vacía, debes aclarar a qué y a quiénes te refieres. Antes se decía que es catalán quién vive y trabaja en Cataluña; después se añadió... y que tiene voluntad de serlo. El concepto de ciudadano aparentemente se matiza, pero en realidad con ello se modifica su naturaleza de sujeto político y jurídico. Ahí tienes un campo de clarificación y de acción legal inmediato y urgente, más aún por los últimos pronuncionamientos sobre inmigración y derecho al voto. La cosa debe ser fácil, porque si viven y trabajan en Cataluña, diferenciar entre inmigrantes y catalanes es equívoco y espurio.

Si es la hora de los catalanes, de todos los catalanes, es la hora de Cataluña, porque son éstos los que hacen que ella exista y no al revés. Esto también requiere urgente posicionamiento, porque si los catalanes son los que hacen Cataluña, ésta es una realidad cambiante, para desdicha y desespero de inmovilistas.Siendo así, ¿por qué se atribuye, se asigna y se legisla sobre una lengua propia de Cataluña?. Tu postulado de que es la hora de los catalanes, ¿a quiénes alcanza? ¿a los que tienen lengua propia?, ¿a los que la tienen ajena?, ¿a los que la usan prestada?.Las preguntas pueden parecer absurdas, pero la perversión de los términos elevada a rango legal conlleva estos disparates.

¿Podemos confiar en que ha llegado la hora de los catalanes para decidir sobre sus propios hijos?, ¿sobre en qué lengua quieren que sean escolarizados? José, con sólo una respuesta positiva y honesta sobre estas cuestiones pasarías a la historia y al aprecio de una buena parte de de los desposeídos de legitimidad.Y sobre el trabajo, ¿ha llegado la hora de los catalanes para las oportunidades profesionales?, ¿llegará la hora de los catalanes definiendo perfiles laborales basados en la solvencia del trabajo en lugar de en qué lengua se expresan, qué apellidos calzan y otros criterios malsanos?

¿Ha llegado la hora de los catalanes para ser sujetos activos en la creación de cultura sin los condicionantes y definiciones previas, asesinas de la propia Cultura?, ¿habrá un concepto de cultura catalana que tenga la dignidad de sacar de la beneficiencia lo que es parte de la cultura catalana aunque ello ofenda a los irredentos y ofendidos catalanes de permanente agravio? Fíjate, José, qué fácil tendrás estos asuntos; otros han hecho parte del trabajo. La respuesta es la enmienda 6.1. (1)

¿Llegará la hora de los catalanes para que todos sus votos tengan el mismo peso en su representación política o alimentarás la estafa disfrazada de equilibrio territorial? Ahí tienes otro frente para la política práctica. Obviamente, tú sólo no puedes hacer una ley electoral, pero sí puedes explicar cómo debe ser ésta. Para empezar, lo que debes admitir es que resulta tragicómico que el apoyo explícito de un 34 % del electorado conviva con un 90 % de apoyo explícito de los que dicen ser sus representantes.

En fin, José, si quieres ser creíble, si no quieres ser percibido como el continuista al servicio de los de siempre, hay determinados ejes de acción en Cataluña que son imprescindibles para hablar de una nueva etapa, entre los que destacamos ir redefiniendo la terminología política al uso, las alianzas políticas en función de valores básicos de izquierda, o al menos de ciudadanía (2), las relaciones con el PSOE y la integración y el papel dentro del Estado, atendiendo los compromisos de pertenencia, lealtad y liderazgo.

José, creemos que tú sabes, o debes saber, que es necesario un entendimiento con la realidad aproximandose a la misma desde sensibilidades más amplias y complejas. No se pueden mantener las claves interpretativas cuando éstas resultan inútiles, cuando llevan a la perplejidad, cuando se tropieza con la sensación de que se ha procurado un trabajo honesto, a pesar de las zancadillas y de los acontecimientos adversos y, sin embargo, lo que resulta es el poco aprecio incluso de los que teóricamente son los beneficiarios.Es obvio que algo se escapa, que no se ha contemplado, incluso a pesar de un esfuerzo continuado de autocrítica.

Dos estampas; UNA: los progenitores de una chica, que nos resulta próxima, con deficiencia media, se enteran de la convocatoria de plazas laborales en la Generalitat para disminuídos con un perfil semejante al de su hija. Se ponen en marcha, hacen las gestiones, indagan sobre requerimiento, entre ellos una entrevista y la sugerencia de que se exprese en catalán. Cuando se le explicó esta posibilidad de ocupación, la chica se ilusionó, pero al sugerirle que intentara responder y hablar en catalán no consiguió entender el porqué de ello. La respuesta, que no admitió más consideraciones, fue, literalmente, ¡que se vayan a la mierda! No podía entender las razones para que a su congénita limitación para entender y hacerse entender, se añadieran obstáculos inútiles.

(Debemos añadir que la renuncia de los padres, ante la elementalidad del juicio de la chica, tuvo su conformidad al enterarse por terceros de que no habría servido de nada, ya que la totalidad de las plazas estaba adjudicada de antemano, aunque esta corruptela no venga al caso ahora.)

DOS: Los consejeros Nadal, Geli, Tura y Valls explicaron la labor de gobierno, en una estancia de relieve de la sede de la Generalidad para dar más énfasis, y confesaron no comprender cómo no recibían el beneplácito de los asistentes ante la ingente tarea desarrollada.Según su criterio, ni el protagonismo del estatuto justificaba tamaña injusticia. La expresión de sus caras mostraba estupor y desánimo. No lo podían entender.

Fíjate, Montilla, dos situaciones tan alejadas entre sí y con un espacio común. Ni la chica deficiente ni los consejeros pueden entender una situación que se escapa de sus respectivas lógicas.La chica porque no puede valorar algo que no la ayuda en nada, al contrario, le dificulta su relación y su propia autoestima.Su elementalidad le hace percibir la futilidad de algo prescindible, por lo menos del campo de las obligaciones, porque no añade nada, salvo la autocomplacencia de los que al convertirlo en propio y teniendo su dominio lo transforman en herramienta de poder y de superioridad sobre otros. Este análisis se le escapa, tanto como al chico que gritó: «¡el rey va desnudo!». Tampoco se le puede suponer mala fe o adoctrinamiento lingüístico; de hecho, en su actual situación familiar se habla catalán y castellano; ella misma utiliza con frecuencia el catalán al dirigirse a sus hermanos pequeños.

Los consejeros no pueden entender que, por importante que sea su trabajo en sus respectivas áreas, éste es una realidad pasajera.Tampoco entienden que el trabajo más importante que han hecho no lo explican, quizá ni son conscientes. Han realizado, por activa y por pasiva, la construcción de un marco jurídico con vocación de permanencia que perpetúa las dificultades de la chica, que la hace culpable de tener una lengua materna castellana, que, aunque nacida en Cataluña, la despojan de su lengua propia y de la idoneidad para trabajar en las instituciones que deben de ser tan de ella como de los demás, que la fuerzan a aprender una nueva valoración de las cosas en la que lo que cuenta no es la sustancia de lo que se dice sino de cómo se dice, que profundiza la dicotomía entre unos y otros catalanes, que da carta de naturaleza a la apropiación de la legitimidad de la sociedad, de la lengua, de las instituciones, de la historia.

Ojalá, José, seas capaz de entender lo que para ella y para ellos es incomprensible, ¡tienes tanto trabajo por delante!

Recibe un abrazo desde Agora Socialista. Septiembre de 2006

(1) «Las lenguas propias de los catalanes son el catalán y el castellano. Como tales, ambas son las lenguas de uso normal de las administraciones públicas y de los medios de comunicación públicos en Cataluña, y son también las lenguas normalmente empleadas como vehiculares y de aprendizaje en la educación.»

(2) así como las no alianzas, aunque ello signifique no gobernar; aquellos sedicentes de izquierda que se asimilan tanto a los euskalerristas como a los lingüistas padanios debería ser advertidos de que no compartimos espacios de entendimiento.