DE LA CULTURA A LA CULTURETA
Artículo de César ALONSO DE LOS RÍOS en “ABC” del 05/03/05
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
LOS
cronistas que están siguiendo la pasión catalana en estos momentos hablan del
fin del mito de una sociedad civil y de la impostura del hecho diferencial según
el cual Barcelona era la racionalidad y Madrid la exasperación; aquélla el seny,
ésta la rauxa...
¿Y la cultura? ¿O acaso la creatividad no tiene nada que ver con la organización
civil? El balance es también terrible. No sólo no se puede hablar de
renacimiento cultural en estos 25 años de autonomía, sino de decadencia: «Oú
sont les neiges d´antan?», ¿dónde los méritos literarios y artísticos de otros
tiempos, incluidos los del franquismo?
Yo viví aquellos tiempos. Y los viví como puente o como mediador. Se me han
muerto ya muchos testigos y compañeros. Hago el repaso y me estremezco: Manolo
Vázquez Montalbán, Luis Carandell, Montserrat Roig, Xavier Miserachs, María
Aurelia Campmany... Éstos y otros que, por fortuna, siguen entre nosotros
escribieron «en» Madrid gracias a los oficios que pudimos hacer gentes como
Pedro Altares, Víctor Márquez o yo mismo. A partir de los sesenta no era posible
un periodismo nacional sin una presencia abundosa de catalanes. ¿Quién podría
imaginar que la democracia iba a llevar a un enclaustramiento del mundo creador
catalán, por asco a la greña jacobina, hasta el punto de que quienes colaboraran
en Madrid constituyeran excepciones y en ese caso tuvieran que estar
justificando constantemente su presencia en tierras de infieles?
YA en las vísperas de la transición se dieron hechos que nos permitieron pensar
en un ajuste de cuentas por parte de los nacionalistas y sus compañeros de
viaje. Recuerdo la polémica que montó Alfonso Carlos Comín en «Taula de cambi»
contra los catalanes que escribían en castellano. Según los nuevos inquisidores
Barral, Gil de Biedma, ninguno de los Goytisolo... representaban la cultura
catalana. Si acaso la barcelonesa. El amable totalitarismo pujolista fue
venciendo las resistencias de unos y de otros. La mayoría pasó entonces al
colaboracionismo, algunos como Rubert de Ventós al independentismo y los
defensores del bilingüismo, aquéllos que habían tenido el apoyo de muchos de
nosotros desde Madrid, se dedicaron a implantar el monolingüismo... catalán.
UNA vez hecho este viaje, ¿qué ha sido de la cultura en Cataluña? Después de
haberse liberado de Madrid, de lo castellano y, en general, de España, ¿cuál ha
sido la suerte para la «nueva» creatividad, ya autóctona, ya vernácula, ya
dedicada sin reservas a la propia sangre y a la propia tierra?
Sería terrible intentar aquí una enumeración de los novelistas catalanes más acá
de Marsé y Mendoza o de los poetas posteriores a Gimferrer o de los
historiadores y críticos literarios después de Martín de Riquer, Díaz-Plaja, los
Blecua, Rico, Prieto, Valverde... ¿Acaso no se había dado por hecho que el
«reencuentro» de Cataluña consigo misma traería una cosecha incalculable de
bienes culturales? Porque se pensó lo mismo respecto al resto de España, pero
con más razón en relación con Cataluña, ya que se argumentaba que la cultura
catalana estaba sofocada doblemente: por el franquismo y por el castellanismo.
Los críticos catalanes hacen balances culturales en este último cuarto de siglo.
Tan sólo de hechos mensurables como la producción editorial. Se dice que hay
miedo, que son muy pocos los capaces de enfrentarse a la nueva dictadura, que,
de hecho, está resultando arrasadora a juzgar por los resultados...
Yo me pregunto si puede llamarse clima propicio para la cultura aquél que le
exige al creador tantas dosis de valor cívico como ocurre en los casos de
Boadella y Espada.