EL ESTATUT IMPOSIBLE
Artículo de JOSEP M. CALVET en “La Vanguardia” del 16/01/2005
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
El proyecto de reforma del Estatut nació como una iniciativa electoralista de la
mano de Artur Mas, al que le sirvió para presentarse en sociedad como sucesor de
Jordi Pujol. No tardó Pasqual Maragall, un político al que no le faltan ideas,
en hacer suya la de su máximo rival en la carrera presidencial. Y a partir de
ahí, el resto de partidos catalanes, con la excepción obvia del PPC, tomaron la
reforma del Estatut, algo de tan calado y a la vez tan vacuo –si no se le da un
contenido y una finalidad-, como principal bandera de campaña para las
elecciones catalanas de 2003.
La práctica unanimidad y la fiebre reformadora se debían a casi cuatro años de
asfixiante y homegeneizadora mayoría absoluta de Aznar, el mayor forjador de
independentistas en Catalunya desde hace décadas, para alegría de Carod. Todo
hacía pensar, fuera cual fuera el resultado electoral, que habría, al menos en
el Parlament, un nuevo Estatut. Los resultados y el posterior pacto del Tinell
confirmaron esta impresión. La unidad de los partidos catalanes, incluso de CiU
-que quedaba fuera de la Generalitat por primera vez en su historia-, estaba
garantizada si en frente había el PP.
Pero todo empezó a truncarse, aunque parezca una paradoja, cuando, tras los
trágicos atentados de Madrid, el PSOE de Zapatero se alzó con la victoria
electoral. Zapatero, sin pensar que ocuparía tan rápido la Moncloa, había
saludado la formación del Tripartit con la promesa de aceptar el Estatut que
saliera del Parlament. ¿Podrá cumplirla?
La aprobación por sorpresa en el Parlamento vasco, con tres votos tácticos de
Batasuna, del plan Ibarretxe a finales de 2004, recibida en el resto de España
con preocupación por algunos y con paranoia rupturista por los más, y el
consecuente anuncio de Rajoy y Zapatero de que consensuarán las reformas
institucionales que afecten al modelo de Estado lo hacen muy difícil. ¿Tendrá
Zapatero la audacia de avalar el texto que salga del Parlament sin que lo haga
también el PP?
Maragall sabe que debe atraerse al PPC en el Parlament para que pueda convencer
a Génova de la bondad de la reforma estatutaria. Pero ¿pueden PPC, ERC y CiU
votar el mismo Estatut? Ni CiU ni ERC, que juntas forman mayoría en la Cámara
catalana, estarán dispuestas a rebajar un ápice sus aspiraciones en aras del
consenso. Sería de esperar que estando ERC en el Govern su voto en el Parlament
fuera positivo, pero sólo si el voto de CiU también lo es. Si los de Mas
constatan carencias en el nuevo Estatut y votan negativamente los de Carod
también lo harán. Es decir, para no quedar fuera de juego ambas formaciones
nacionalistas votarán en el mismo sentido.
De hecho, coincidiendo con la polémica por el plan Ibarretxe, las declaraciones
al respecto de las direcciones de ambos partidos ponen en evidencia las
complicidades que pueden tejer en el Parlament a pesar de sus distintas
posiciones en relación con el Govern. En este sentido, la salida de Carod del
Ejecutivo catalán por la entrevista con ETA en Perpinyà le deja las manos mucho
más libres.
En cualquier caso, cabe preguntarse si electoralmente -no se olviden de las
motivaciones originales- les interesa a Carod y a Mas aprobar esta reforma: ¿Qué
futuro le espera al nacionalismo catalán si el PSC es capaz de dotar al país de
un Estatut aceptable tanto para ERC como para CiU?
En resumen, la guerra abierta por el PP desde hace años para apropiarse de la
“bandera” de España y la pugna que mantienen CiU y ERC para hacerse con el
electorado nacionalista catalán hacen casi imposible la reforma del Estatut. Y
en medio quedan un PSC y un PSOE comprometidos, el primero por convicción y el
segundo por coyuntura, con la idea de la España plural, pero rehenes de los
votos de ERC, por un lado, y de la conveniente y rentable intransigencia del PP,
por el otro.