LA PRÓXIMA CRISIS

 

 Artículo de FRANCESC DE CARRERAS   en “La Vanguardia” del 06/03/2005

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

La política catalana ha vivido y vive en un inquietante estado de falta de rigor, como vagando en una nube irreal de ensimismamiento autosatisfecho. Nos creemos superiores, avanzados, progresistas. Pensemos en la euforia de justo hace un año, cuando aún no se era consciente de la banalidad del Fòrum de les Cultures. Luego, cuando nos damos de bruces con la realidad, con nuestra propia realidad, unos se sumen en un desconcertado pesimismo, otros se entierran en los fundamentos para dar la culpa a los vecinos. Si el año pasado fue el Fòrum, este año será el proyecto de nuevo Estatut.

Todo el proceso hacia este nuevo estatuto ha partido de algo todavía no explicado: su necesidad. Nos hemos embarcado en una aventura sin saber el motivo. Ayer el Consejo de Ministros aprobó un informe razonado sobre cuatro aspectos muy concretos de la Constitución que, según el Gobierno, sería bueno modificar. Aquí, tras muchos trabajos previos, nos embarcamos en una reforma total del Estatut sin precisar, más allá de las grandes palabras simbólicas, hacia dónde debemos ir. Se entonó vagamente una música triunfal sin tener ni idea de la letra.

Hace cosa de un año, se iniciaron los trabajos preliminares: las audiencias en el Parlament y la labor técnico-jurídica en el Govern. Antes del verano, el esquema básico parecía ya trazado. En septiembre, comenzaron los trabajos de la ponencia parlamentaria que debía redactar el primer anteproyecto a partir de unos borradores elaborados por una comisión de técnicos. Pasados seis meses, todavía no se ha hecho público ningún documento y, por lo que se sabe, la lentitud es la tónica dominante.

Quizás los trabajos vayan avanzando a buen ritmo, aunque las noticias indican lo contrario. Pero debemos recordar que en menos de cinco meses los ponentes constitucionales redactaron en 1977 su anteproyecto, un texto mucho más complejo y difícil que el nuevo estatuto. También el proyecto del vigente estatuto se redactó en seis meses. Y, por último, también seis meses tardó la Convención Europea en redactar el proyecto de Constitución que votamos en referéndum. Somos catalanes y, por tanto, indudablemente extraordinarios, pero en todo caso somos lentos, muy lentos.

Todo ello, además, se hace a través de un procedimiento caracterizado por su opacidad, por su falta de transparencia. La ponencia parlamentaria no ha hecho público todavía ningún resultado de sus trabajos. Si algo llega a los periódicos, es totalmente oficioso, no se ha dado comunicado oficial alguno. En las labores de la ponencia constitucional de 1977, también reservadas, por lo menos cada día un ponente informaba a la prensa: aquí nadie informa oficialmente de nada. Se ha dicho también que la Constitución europea fue elaborada a espaldas de los ciudadanos. Sin embargo, diariamente aparecían en internet los textos aprobados, que podían ser comentados, en forma interactiva, por todos los europeos. Aquí hablamos de democracia electrónica, otros la practican.

Lentitud y opacidad. Ambas tienen, sin embargo, su razón de ser: nadie sabe hacia dónde se va, sobre todo no lo sabe el PSC. Y no lo sabe porque Solbes, Sevilla y el mismo Zapatero ya han mostrado su desacuerdo en aspectos considerados esenciales por los partidos catalanes. Chaves, presidente de Andalucía y del PSOE, publicó el pasado lunes un artículo en la tercera de ABC que expresaba serias diferencias con la orientación del proyecto catalán. Síntomas de un final previsible.

Crisis del Carmel, crisis del tres por ciento. ¿Cuál será la próxima crisis?