PERDIENDO EL TIEMPO
Artículo de FRANCESC DE CARRERAS en “La Vanguardia” del 29-9-05
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo siguiente para incluirlo en este sitio web (L. B.-B.)
Ni
aun los que desde el principio hemos considerado que el proyecto de nuevo
Estatut no responde a ninguna necesidad de los ciudadanos, sino que se trata,
simplemente, de un instrumento al servicio de los intereses particulares de los
partidos que lo han impulsado, ni aun nosotros, digo, podíamos imaginar que todo
acabaría tan mal como ha terminado.
Porque, pase lo que pase en la votación parlamentaria de mañana, algo se ha
acabado en Catalunya y, confusos, nos encontramos en los comienzos de una nueva
etapa. Entre otras cosas, cuando menos se ha acabado con la imagen de seriedad
-merecida o no- de los políticos catalanes y con la imagen -merecida o no,
también- de que la política discurría en Catalunya por cauces más o menos
sensatos y los políticos actuaban con prudencia y cordura, con el mítico seny,
probablemente la palabra catalana que mejor entiende el resto de los españoles.
Todo esto, por lo menos esto, se ha acabado por una buena temporada y para
restablecerlo habrá que dejar transcurrir un tiempo y cambiar muchas cosas,
entre ellas, jubilar a buena parte de la clase política. Los responsables de
haber llegado a tal situación son muchos. Desde unos representantes políticos
manifiestamente incompetentes hasta unos complacientes columnistas y
tertulianos, pasando por unos poderes fácticos catalanes -denominados hoy,
impropiamente, sociedad civil- que siempre se avienen a todo lo que mande
el poder, sea cual sea éste, en espera de que puntualmente llegue la subvención
solicitada o el favor esperado.
Todos tienen una característica común: en privado dicen lo contrario de lo que
manifiestan en público. En buena parte de los casos, no es que digan algo
matizadamente distinto, es decir, que en público no expresen con claridad todo
aquello que están pensando, lo cual sería comprensible porque entra dentro de
las reglas del juego propias de las relaciones sociales. No. En muchos casos, lo
que dicen en público es, exactamente, lo contrario de lo que acaban de confesar
en privado.
Todo ello ha ido pudriendo los cimientos de nuestro sistema democrático, el cual
debe basarse precisamente en el libre contraste de las informaciones e ideas, en
la expresión de opiniones necesariamente contrapuestas, dada la diversidad de
intereses y creencias existentes. Para que la sociedad catalana pueda
restablecer su confianza en los poderes públicos autonómicos, deben tomarse
medidas para corregir los vicios de nuestro establishment político,
mediático, empresarial, asociativo y eclesiástico. Dicho en palabras al uso: la
sociedad política catalana debe dejar de ser un oasis cuidando, eso sí, de no
terminar siendo una jungla.
El oasis, el oasis catalán fue la gran creación de Jordi Pujol. Pujol fue mucho
más que un presidente de la Generalitat: fue el máximo ideólogo del
nacionalismo, el guardián de nuestras supuestas esencias, el hombre de confianza
de los poderes fácticos y, a su vez, quien ejercía el máximo control sobre éstos
y sobre la sociedad en general. Hace unos meses, en una apacible sobremesa, un
muy conocido empresario y financiero catalán me espetó de pronto: "Para
Catalunya, Pujol ha sido más dictador que Franco". "Hombre, no te pases", le
repliqué un tanto perplejo. Pero continuó: "Fíjate, antes nos pasábamos el día
contando chistes contra Franco. ¿Cuántos chistes has oído contra Pujol en los
últimos 25 años? Ninguno, nadie se atrevía, todos teníamos miedo a que se
enterara".
Más allá del sentido estricto de las palabras, hay un fondo de razón. Pujol
controlaba férreamente la sociedad catalana mediante sus muchos conocimientos
sobre todo el mundo y con una idea de Catalunya perfectamente dibujada en la que
cada uno debía adaptarse al papel que el entonces president le había asignado
previamente. Todos sabían que Pujol, al final, siempre acababa sabiéndolo todo y
era implacable en sus reacciones ante las deslealtades con Catalunya,
que, en definitiva, no eran más que deslealtades contra él. Núñez, Vilarasau,
Vidal-Quadras, probablemente Miquel Roca y unos cuantos más podrían ilustrarnos
con sabrosas anécdotas.
Pues bien, Pujol se retiró y el oasis se encuentra en una seria crisis.
Curiosamente, la irrupción como elefante en una cacharrería de ERC, el despiste
general -para ser suaves- del que hace gala el president Maragall y la falta de
personalidad y de peso específico del resto de los dirigentes socialistas
contribuyen a socavar el oasis pujolista sin ofrecer alternativas mejores. De
una sociedad férramente controlada hemos pasado a un cierto caos general, sin
norte, guía, plan ni timonel.
Por esto nos entretenemos con la elaboración de un nuevo Estatut del que nadie
piensa que es un fin útil en sí mismo, sino que únicamente debe servir como
elemento táctico o estratégico para adquirir, recuperar o conservar el poder. El
espectáculo que se está dando no está sólo en las formas, en el tono de sainete
frívolo que ha adquirido la política catalana. Lo peor es el fondo: el desprecio
por los intereses ciudadanos, la falta de calidad de los dirigentes políticos,
la ausencia de un proyecto de país coherente con los tiempos actuales.
Mientras el mundo gira a gran velocidad, nosotros seguimos mirándonos nuestro
histórico ombligo, perdiendo el tiempo con un nuevo Estatut en el que nadie
cree.
FRANCESC DE CARRERAS, catedrático de Derecho Constitucional de la UAB