LA LENGUA EN EL NUEVO ESTATUT
Artículo de Francesc de Carreras en “La Vanguardia” del 18.05.2006
Por su interés y relevancia he seleccionado el
artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
La política lingüística de la Generalitat ha sido una de las materias polémicas
de los últimos años. El nuevo Estatut regula ampliamente el uso de las lenguas,
ampliando la escasa regulación contenida en el Estatut vigente: de un solo
artículo se pasa a nueve, algunos de ellos de una gran extensión.
Los principios generales que aparentemente los inspiran son dos: la no
discriminación de las personas por razón de lengua y el derecho de opción
lingüística ante los poderes públicos. Parecen unos buenos principios para
llevar a cabo una política bilingüista adecuada a la realidad social.
Sin embargo, en el articulado estatutario no se respetan estos principios que se
proclaman ni se desprende del texto una situación razonablemente igualitaria
entre ambas lenguas.
Así, el nuevo Estatut recoge, en buena parte, los elementos básicos de la actual
regulación lingüística y le añade nuevos elementos que empeoran la situación y
que examinaremos en un próximo artículo. El resultado es la desigualdad clara
entre el uso del catalán y del castellano en la esfera pública fundada en una
interpretación, a mi modo de ver inconstitucional, sobre el concepto de lengua
propia.
En efecto, si bien se reconoce al catalán y al castellano como lenguas oficiales
en Cataluña, una de ellas -el catalán- lo es por ser la lengua propia y
otra -el castellano- lo es, simplemente, por ser la oficial en todo el Estado.
De ahí deduce el legislador estatutario que el catalán es la "lengua de uso
normal y preferente" en la Administración, en los medios de comunicación
públicos y en la enseñanza. Como sabemos por la experiencia actual, "uso normal
y preferente" se traduce en la práctica por "uso habitual y único". El nuevo
Estatut, por tanto, se orienta claramente hacia el monolingüismo en lugar de
propugnar el bilingüismo en coherencia con lo establecido en la Constitución.
Así pues, discrimina y no integra. Aparte de su más que probable
inconstitucionalidad, este precepto (el art. 6.1 del nuevo Estatut) hace algo
todavía peor: olvida la situación social. Veamos.
Las lenguas, como es obvio, no las hablan los territorios sino las personas. En
Catalunya, si bien la casi totalidad de la población entiende perfectamente las
dos lenguas y la mayoría se expresa en ambas de forma suficientemente correcta,
los ciudadanos tienen como lengua propia -materna, habitual, primera lengua,
como se le quiera llamar- tanto el catalán como el castellano, más o menos a
partes iguales. El legislador debe tener en cuenta, antes que nada, la realidad
social y nuestra realidad social indica que las lenguas de los catalanes -ojo,
no de una imaginada Catalunya metafísica y esencialista sino de los
catalanes, de los ciudadanos catalanes realmente existentes- son para unos
el catalán y para otros el castellano. Para comprobarlo sólo hace falta salir a
la calle y darse un paseo. Yno es el catalán sino el castellano el que hace que
Catalunya pueda seguir siendo una tierra de acogida, algo absolutamente
necesario, tanto cultural como económicamente, en el globalizado mundo de hoy.
Pues bien, el nuevo Estatut parece que sólo ha legislado pensando en la mitad de
estos catalanes y, en realidad, ni siquiera ha legislado para esa mitad, ya que
somos muchos los que, siendo de lengua materna catalana, consideramos como
propias a ambas lenguas y creemos que el bilingüismo es un bien positivo, una
realidad que debemos aprovechar y que dilapidarlo empobrece nuestras
posibilidades culturales y económicas.
Una Catalunya con instituciones políticas y administrativas que sólo utilicen el
catalán aleja a muchos catalanes de la cosa pública, es decir, discrimina a una
parte de la población: la Generalitat es vista como algo ajeno, una institución
"para los catalanes de lengua materna catalana", no la institución de todos. Y,
por otro lado, una Catalunya en la que se enseñe sólo en catalán -a excepción de
los elitistas colegios extranjeros, en los que no hay plazas libres precisamente
por este motivo- nos perjudica, además, económicamente, porque los inversores no
quieren establecer aquí sus empresas dada la dificultad de atraer a buenos
técnicos con hijos en edad escolar exclusivamente por esta circunstancia.
También por este mismo motivo, muchos jueces que han ganado su plaza en
Barcelona piden el traslado y así se empeora la calidad de nuestra justicia.
Hay una gran parte de la sociedad catalana que es consciente de los problemas
que causa la política lingüística y permanece callada, no se atreve a decir lo
que piensa por miedo a indisponerse con el poder político o con su entorno
social y familiar. Lo resuelve llevando a sus hijos al Liceo Francés o a los
colegios en lengua inglesa que tanto han proliferado. Sus hijos quedan a salvo y
además aprenden una tercera lengua. Pero deberían comprender que la situación
perjudica a la sociedad en su conjunto, es decir, a la larga, también a ellos.
La decadencia de Catalunya ha empezado, lentamente, hace ya unos años; y sin un
cambio de dirección no superaremos la actual deriva.
Catalunya es una sociedad bilingüe y ello es bueno y enriquecedor. Es más, el
catalán sólo sobrevivirá si este bilingüismo se practica también en las
instituciones, en la escuela, en los medios de comunicación públicos. La
competencia fortalece, el proteccionismo debilita. El nuevo Estatut consolida
una mala política lingüística y la empeora. Se ha perdido una ocasión de
rectificar.
FRANCESC DE CARRERAS, catedrático de Derecho Constitucional de la UAB