EL CIRIO CATALÁN
Artículo de ÁLVARO DELGADO GAL en “ABC” del 06/03/05
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
Recuerdan
ese corto animado de Walt Disney que se exhibía como complemento de «La edad del
hielo»? En el corto, una ardilla intentaba enterrar una bellota aciéndola girar
sobre su ápice a la manera de un berbiquí. Sonaba un «¡crack!», se abría una
brecha alarmante, y acababa partida en dos la esfera del mundo. Ha tenido un
efecto parecido la imprudencia de Maragall en el parlamento catalán. La
observación sobre el 3% presunto que CiU cobraba de comisión provocó una réplica
de Mas, y todo se fue complicando y enmarañando y saliéndose de madre. Hace tres
o cuatro días, aún predominaba la opinión de que la clase dirigente catalana
sabría poner remiendos al descosido. Creo que este diagnóstico cuenta ahora con
pocos adeptos. CiU ha presentado querella contra Maragall, Piqué ha planteado
una moción de censura, y no ha habido más remedio, tras los intolerables sigilos
iniciales, que montar una Comisión investigadora sobre la desgracia del Carmelo.
Evidentemente, son pocos los que han hecho lo que en realidad querían hacer.
Maragall habría preferido no deslizar su afirmación explosiva, y Mas nunca ha
deseado presentar la querella. Si los partidos acaban por buscarse el bulto, y
llegan seriamente a las manos, seguirán teniendo razón quienes sostienen que
estos hábitos belicosos son por entero ajenos a la tradición política catalana.
A nadie se le ha marcado en Cataluña la cara, salvo al PP. Pero resulta que los
arreglos y los compadreos sólo son posibles cuando se está lejos de las
candilejas.
Con las candilejas encima, los agentes políticos dejan de ser dueños de sus
movimientos y se convierten en actores. En actores frente a la platea virtual
del público democrático. A partir de este instante la pulsión conspirativa se ve
entorpecida por la necesidad de componer un perfil decoroso en el escenario. Y
la finura, la astucia, la experiencia del político profesional, ya no dan sus
rendimientos habituales. Ni siquiera da sus rendimientos habituales el cálculo
prudencial. Mas, ya se ha dicho, es el primer interesado en detener un proceso
que podría traer muchas amarguras a su partido. Pero nobleza obliga. Si no
hubiera presentado la querella, se estaría diciendo que el que calla, otorga. A
partir de ahí, barra libre. Buscar una conciliación es ahora más humillante para
Maragall que antes de que Mas hiciera de tripas corazón y se querellase, y Mas
tampoco está en situación de imprimir a su puñetazo un curso parabólico y
echarse atrás antes de haber alcanzado el rostro de su rival. En materia de
honor, en fin, no es verdad que dos no se pelean si uno no quiere. Es mucho más
frecuente que dos se peleen aunque ninguno lo quiera.
¿Qué novedades provocará el desaguisado? El resultado inmediato, ha sido un
debilitamiento terrorífico de Maragall. El Gobierno se ha dirigido a él con un
despejo inédito, y sobre todo Chaves, el hasta ahora silente y consentidor
Chaves, ha tenido a bien manifestarse como lo que naturalmente es: el presidente
de una Comunidad que sufriría un castigo formidable si llegara a ponerse en
marcha el federalismo asimétrico maragalliano. Esto apunta en una dirección
verosímil: elecciones anticipadas, y una asunción del poder socialista en
Cataluña por fuerzas relativamente emancipadas de la cúpula criptonacionalista
que ha controlado el PSC desde que empezó la democracia. Pero se trata sólo de
una hipótesis entre otras. Podría ocurrir cualquier cosa, incluida una
sublimación de la crisis profundísima a través de más nacionalismo. En este
sentido, comparto a medias los escrúpulos de Mayor Oreja. Se abre una
oportunidad sin precedentes para el PP, que es comprensible que Piqué quiera
explotar. No es excluible, al tiempo, que alteraciones leves en el equilibrio
catalán disparen desarrollos sorprendentes, en la línea del efecto mariposa que
ha hecho célebre la teoría de las catástrofes. Así que yo tantearía, sí, el
terreno, aunque sin comprometer los principios.
Por encima de las conjeturas, están los hechos consumados. Y lo que ha ocurrido,
a despecho de tal o cual ribete grotesco, tiene su lado bueno. Reviva el que
reúne años suficientes los tiempos de Franco, escogiendo la latitud que
prefiera. La razón de Estado recomendó dejar a dos velas a los propietarios de
pisos, y no pasó nada. A Cristóbal Bordiú se le murió un paciente en el
quirófano por el pique de emular a Christian Barnard, y los medios de
comunicación oficiales afearon la poca disposición a colaborar del finado. El
poder era impune, además de imponente. Por el contrario, el disparate del
Carmelo y la no asunción de responsabilidades por el tripartito, derribarán,
tras una serie de carambolas, fueros, territorios y lugares comunes, y quizá la
fisonomía pública de Cataluña. Prefiero lo segundo a lo primero.