EL CRÉDITO DEL PSC Y EL DESCRÉDITO DE MONTILLA
Artículo de Juan Carlos Escudier en “El Confidencial Com” del 19.11.05
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Desde que César repudió a su mujer Pompeya por haber sido objeto del deseo de un patricio cuyos favores no correspondió, la ética de los gobernantes quedó indisolublemente unida a su estética. Un político puede ser honrado, eficiente y abnegado en el desempeño de la cosa pública pero habrá fracasado si no logra que los ciudadanos le tengan confianza. Éste es en términos poéticos el drama del ministro de Industria. Si Montilla está en apuros no es por culpa del PP ni por la campaña a la que le ha sometido la prensa de derechas. Su problema está en la estética.
Por mucho que Montilla lo intente explicar, para un ciudadano normal, incluso para un votante socialista, la generosidad de la Caixa al condonar 6,57 millones de euros de intereses al partido del que es primer secretario, resulta incomprensible. Aun admitiendo que ésta sea una práctica bancaria habitual con los grandes deudores, los mortales que pagan sus créditos y los que no los pagan y son embargados no entenderán nunca las razones de esta filantropía bancaria que ha permitido al PSC obtener un préstamo de 7,8 millones de euros y no devolver un céntimo en 10 años. Lo importante no es que el PSC no haya ocultado su morosidad; lo relevante es el trato de favor que se le ha dispensado.
Como es conocido, a finales del pasado año, siendo ya ministro Montilla, la Caixa y el PSC alcanzaron un acuerdo por el que el partido se comprometía a devolver desde 2005 el principal de su deuda en 15 años al 3% a cambio de olvidar los intereses acumulados. Tras este pacto y uno similar alcanzado con ERC, la Caixa podía hacer constar en su primer Informe Anual Corporativo que “los créditos a grupos políticos con representación en las corporaciones locales que hayan participado en el proceso electoral de la entidad (...) se encuentran a fecha de 31 de diciembre de 2004 en situación de cumplimiento”. Todos contentos.
La realidad es que Montilla no tenía escapatoria. Quienes sugieren que el ministro está favoreciendo a Gas Natural -cuyo principal accionista es la Caixa- en su OPA sobre Endesa por la multimillonaria condonación de intereses al PSC, podrían mantener de igual manera, si no hubiera mediado este acuerdo y el PSC hubiera seguido sin pagar, que la beneficiaba por esta razón. Quedaba, bien es verdad, la alternativa de hacer frente a toda la deuda, pero 14,3 millones de euros es un precio demasiado alto a cambio de dejar a salvo a Montilla y sus apariencias.
La financiación sigue siendo la gran asignatura pendiente de unos partidos que prefieren arrostrar escándalos periódicos antes que explicar a la sociedad que la democracia es cara o, en su defecto, poner freno a algunos de sus despilfarros. Nadie podría tirar la primera piedra. Según el Tribunal de Cuentas, el PSOE mantenía en 2002 una deuda de 48 millones de euros con entidades financieras. Sorprendentemente, el PP, favorecido también por condonaciones diversas, sólo debía 6,5 millones. ¿Acaso los populares han gestionado con más tino las subvenciones públicas y las cuotas de sus afiliados? ¿Habrán organizado menos mítines que el PSOE, habrán dispuesto menos autobuses, habrán pagado menos por los pabellones y las plazas de toros, habrán regalado menos mecheros, menos caramelos o menos globos? ¿Cómo ha sido posible que mientras la deuda de unos crecía, los otros se permitieran amortizar anticipadamente sus créditos?
Es un verdadero enigma. ¿Tendrá algo que ver el borrón y cuenta nueva que, para enojo de los bancos, la derecha hizo de sus deudas con la desaparición de las siglas AP? ¿Influirán en la salud financiera del PP esas generosas donaciones anónimas cuya legalidad el Tribunal de Cuentas no puede comprobar, tal y como el organismo hace constar periódicamente? ¿Hasta cuando habrá que soportar filesas, naseiros, casinos, operaciones de marxismo-ladrillismo y demás enjuagues sin que sus responsables acuerden darse unas reglas del juego que todos puedan cumplir?
Montilla puede sostener que no firmó el crédito, que no lo renegoció y que estos hechos nos han influido en su actitud ante la OPA de Gas Natural o en otras decisiones que haya tomado Industria respecto de empresas participadas por la entidad financiera. Creerle es una cuestión de fe. Lo grave del asunto es que cabe pensar honestamente que su independencia de criterio ha podido verse afectada. La responsabilidad política implica aceptar las críticas y, sobre todo, renunciar al cargo por errores propios o ajenos. Un cargo público no puede permitirse que los ciudadanos alberguen dudas sobre su comportamiento. La política es también una cuestión de suerte y al ministro le ha salido cruz.
Conociendo el paño, la dimisión del ministro es una quimera. En este país las renuncias son acontecimientos excepcionales. No dimitió Trillo tras la tragedia del Yak-42; no dimitió Piqué tras conseguir que el Gobierno condonara 7.000 millones a la empresa de la que había sido presidente; no dimitió Cascos después de demostrarse que la decisión de enviar el Prestige a hundirse en alta mar era la equivocada; y no dimitirá Montilla. Siempre hay razones para mantenerse en el cargo. Basta con echar la culpa a la oposición, a la prensa, al sistema o al empedrado.