PASO DE GIGANTE
Artículo de Arcadi Espada en “El Mundo” del 27.04.07
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Las declaraciones de Pasqual Maragall sobre la inutilidad de la reforma estatutaria son de una gran importancia. Un desconcierto de luchador noqueado transmitió la reacción socialista. El portavoz Ferrán, que tuvo que salir al paso, dijo del ex presidente: «No es una persona hecha para las declaraciones políticas de tipo mediático». Impresionante. Y don José Montilla anunció que no tiene interés en hacer de «historiador». Pero son declaraciones importantes. Llevan, por ejemplo, toda la desmoralizadora negligencia de la política. Y no pueden quedar impunes, porque no forman parte de la autocrítica memorialística del político que reflexiona sobre un suceso en el que participó hace medio siglo. Por mucho que su sucesor hable bobamente de «historia», el Estatuto no es historia, sino puro y candente presente. Esas palabras no comprometen sólo al que las pronuncia, sino que incluyen a su partido y a todos los que dieron apoyo a la iniciativa más absurda y dislocada del nacionalismo catalán desde la transición política. Son una legitimación de todos los que se opusieron o se mostraron indiferentes (hasta la crueldad estadística) ante la reforma estatutaria. Es decir, (y aunque no se diga) la mayoría de los ciudadanos de Cataluña.
La prueba más evidente de que las asombrosas declaraciones no son un ejercicio de estilo está en el Tribunal Constitucional y en el próximo juicio que debe emitir sobre el Estatuto. El TC va a pronunciarse sobre una cuestión única: en qué medida el Estatuto es constitucional. Y justamente es ahí donde las palabras de Maragall adquieren su importancia política. Su núcleo argumentativo es que el texto no debió redactarse sin la reforma previa de la Constitución. Y su tácita admisión de la inconstitucionalidad del Estatuto viene detallada: «Lo que se debería hacer es añadir en el artículo 2 [de la Constitución ] el nombre de las 17 autonomías y especificar que tres de ellas son nacionalidades históricas: Cataluña, Euskadi y Galicia». Maragall identifica así uno de los deslices más absurdos del texto. Esta frase del preámbulo: «La Constitución española, en su artículo segundo, reconoce la realidad nacional de Cataluña como nacionalidad». Ya se verá que las únicas palabras verdaderas de la frase (esencia fundacional de todo el texto) son los monosílabos.
Es probable que el TC reciba duras críticas si dictamina la inconstitucionalidad del Estatuto. Pero la gran novedad es que, en esa hipótesis, su decisión habrá tenido el apoyo del principal promotor de la reforma. Un inesperado blindaje moral.
(Coda: «Ahora es el momento de darnos cuenta del valor de lo que está pasando, es el momento de comparar lo que hemos tenido con lo que tenemos y lo que tendremos, éste es el ejercicio que hemos de hacer como ciudadanos y como pueblo antes del referéndum: constatar que el nuevo Estatut es un paso de gigante en relación con el Estatut de 1979». Pasqual Maragall, Sant Jordi 2006.)