PERO ¿QUÉ HA ESTADO PASANDO EN CATALUÑA?


 Artículo de José Javier Esparza  en “El Semanal Digital” del 28.11.05

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.



28 de noviembre de 2005.  Probablemente era sincero ese responsable de Freixenet que lamentaba el otro día la "injusticia" sufrida por su marca comercial, cuyas ventas han descendido sensiblemente a raíz de la polémica por el Estatut. Freixenet había apoyado formalmente, junto a otros, la iniciativa del nuevo Estatuto, pero, después de todo, ¿qué mal hay en ello? Las empresas catalanas saben desde hace años que bailar al compás del que manda es una de sus obligaciones consuetudinarias. Los empresarios catalanes –y los periodistas, los jueces, los obispos, los escritores- inclinan las lumbares al paso de los honorables con asumida naturalidad. ¿Cómo no iban a firmar su apoyo al Estatut? En Cataluña sólo existes si te mimetizas con la línea dominante. Es el aire que se respira.

Cataluña es un sitio donde no se puede hablar español en el Parlamento; donde todo el mundo sabe que el bilingüismo es perseguido y nadie –apenas- osa decirlo; donde se cae un barrio por incuria municipal y el suceso se silencia; donde la clase política se conjura para tapar una trama de corrupción –la del 3%- y la prensa secunda la maniobra. Es un lugar donde los periodistas aplauden a los parlamentarios, donde los obispos bendicen estatutos abortistas, donde la violencia queda impune si sacude a la derecha (española), donde los clubes de fútbol actúan como voceros políticos de la Generalitat. Cataluña es un país donde los partidos hegemónicos, la banca autóctona y los tiburones de la comunicación han edificado una fortaleza inexpugnable que es el agujero negro de toda libertad real. Cataluña es un negocio donde la oligarquía local ha identificado su beneficio particular con el destino colectivo. Cataluña es una sociedad que ha fundido el dogma nacionalista con el credo de lo políticamente correcto, en un pensamiento único del que nadie puede disentir si desea sobrevivir. Para cerrar el círculo, ahora traman una ley de comunicación sencillamente liberticida. Cataluña es una anomalía en Europa.

La opinión bienpensante, para explicar esa anomalía, alude a la presión "esencialista" del nacionalismo, a ese fondo tribal que, de algún modo, lo asimilaría a los abismos morales del fascismo. Pero no: el clientelismo autonómico es más bien un avatar "democrático" del muy arraigado caciquismo español, y la podredumbre de la vida pública en Cataluña (o el País Vasco) es consecuencia directa del sistema de 1978, que entregó esas regiones a los partidos nacionalistas y a sus oligarquías. En lo que concierne concretamente al caso catalán, toda la porquería que ahora está saliendo a la luz es hija de la hegemonía de nacionalistas y socialistas, que a lo largo de treinta años han creado, en nombre de la democracia, un paraíso particular donde el infierno son los otros.

Cataluña es, sí, una anomalía, pero es la misma anomalía que ahora, vía ZP, quiere extenderse a toda España. Un parque temático del progresismo regido por una oligarquía caciquil. Nos vamos a divertir.