CONTRA LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN, OTRA VEZ
Artículo de Wilfredo Espina en “ABC” del 20-4-06
Wifredo Espina, Periodista, ex director del Centre d´Investigació de la Comunicació
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Con el alarmado título de «La amenaza del CAC contra la libertad convertida en
una inadmisible realidad», el prestigioso periodista Ramón Pedrós (hombre de
confianza que fue de Jordi Pujol) viene a dar, en buena parte, la razón a la
alerta que hicimos sobre los peligros para los medios de comunicación del
espíritu del Tripartito catalán, ahora corroborados por la Ley del Audiovisual
al amparo ya de lo previsto en el futuro Estatut.
Denunciamos el intervencionismo en los contenidos de los medios que, en nombre
de la veracidad, establecía el proyecto de Estatut. A raíz de las reacciones, se
suavizó el texto. Pero sin que acabe de llegar a los ciudadanos -seguramente
deslumbrados por su acento nacionalista y el aumento de competencias-, el exceso
de intervención en la vida cívica, asociativa y económica que inspira todo el
Estatut. No, no es un Estatut de todos los catalanes, es un Estatut partidista,
casi un programa partidario de gobierno. Lo ha aclarado bien Zapatero en su
inicio de campaña para el referéndum en Cataluña, al advertir a ERC que es un
Estatut de izquierdas, por lo que ese partido no podía votar «no».
Un Estatuto de partido -de derechas o de izquierdas, da igual- ¿se imaginan qué
barbaridad? ¡Cuando un estatuto de autonomía -como una Constitución-, cualquiera
que sea, debe ser el campo de juego y las normas que permitan que todas las
tendencias políticas puedan intervenir y jugar en igualdad de condiciones! Tiene
razón, conseller señor Carretero -aunque usted lo diga en otro sentido- que
estamos ante «un desastre» para la libertad de expresión.
Y el espíritu de este Estatut da cobertura a lo que Pedrós llama «la inadmisible
serie de medidas que quiere imponer el Consejo Audiovisual de Catalunya (CAC)
por controlar la información relacionada con el referéndum sobre el Estatut», y
añade que «da la razón a los detractores de este organismo, que vieron en su
puesta en marcha una grave amenaza en potencia contra la libertad de expresión
en Cataluña. Los temores se han hecho realidad». Y sigue Pedrós, en El Debat,
que «dejar un organismo regulador de los contenidos audiovisuales en manos de
los políticos, supone literalmente admitir la censura y no haber entendido nada
del papel que juegan los medios en la democracia».
Y pone un ejemplo de estos días: «El mitin socialista de sábado en Cornellà
demostró que Zapatero y el PSOE quieren explotar a fondo el Estatut, así como la
paz en Euskadi, por volver a distanciarse del PP de Mariano Rajoy en la segunda
mitad de la legislatura. Es lógico que sea así. Tienen todo el derecho a
hacerlo. Pero las fuerzas que quieran capitalizar el éxito del Estatuto,
necesitan naturalmente un buen resultado en el referéndum. Y aunque
previsiblemente se le vaya a dar el «sí» en la consulta, no se olvide que, de
los cinco partidos catalanes, hay dos que, por el momento, no propugnan esta
opción». Por esto ahora Maragall coge las riendas de la campaña del referéndum
en un intento de tapar la boca, no al PP, sino a su socio ERC.
Todo lo cual lleva a Pedrós a concluir que «esto explica la irrupción del CAC
con la imposición de una normativa ad hoc para que las televisiones y radios
públicas eviten la polémica y prioricen los contenidos propagandísticos sobre el
Estatut. No se puedan dar a conocer las posiciones de cada partido, sino que el
CAC exige prioridad informativa por el contenido de la norma, por tal de limitar
las oportunidades de explicación de ERC y del PP, y explotar sin polémica la
difusión del texto. Es decir, se suprime aquello que hasta ahora se imponía -los
bloques electorales-, porque ahora no conviene dar voz a los partidos sino
divulgar las glorias del Estatut».(...) «La estrategia sería digna de la
propaganda de un régimen totalitario; esta clase de funciones y normativas que
coartan la libertad no son propias de la democracia».
Lo digo con pena, porque creía -y aún quiero creer- en la posibilidad de una
función ordenadora saludable del tráfico comunicativo -¡no de los contenidos!-,
del Consell de l´Audiovisual de Catalunya, como en su día propugnaba su primer
presidente Lluís de Carreras, que se negó siempre a una actividad censora,
criterio que compartió su sucesor Francesc Codina. Con ambos colaboré y hablamos
de todo esto, advirtiéndoles siempre, sin embargo, que el origen político de sus
miembros directivos podía enturbiar o malograr todas las buenas intenciones
personales. El CAC no puede convertirse -como quieren algunos políticos- en
censor de la libertad de expresión. ¿Por qué no se levantan más protestas?
¿Silencio del miedo, interesado, cómplice? ¿Y los Colegios de Periodistas, las
Asociaciones de la Prensa, la FAPE, los síndics de greuges, los defensores del
pueblo, de los lectores y radiotelevidentes, y las Facultades de de
Comunicación? Cabría preguntar una y mil veces por qué este silencio si es que
no supiéramos ya a qué se debe. ¿Cómo los periodistas podrán votar «sí» a un
Estatut que da cobertura a esto?