¿CONTRA CATALUÑA?
Artículo de Carlos Herrera en “ABC” del 19.05.06
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
LA mugre general que recubre las
capas principales de la política catalana ha ofrecido en las últimas horas uno
de sus más marronaceos destellos: el PSC citará implícitamente al PP en el lema
de su campaña para excitar el voto afirmativo en el referéndum del Estatuto
catalán, y lo hará acusándole de maniobrar contra Cataluña y de desear poco
menos que su desaparición. Contra Cataluña, obsérvese. No es nuevo. Arcadi
Espada titulaba así un libro imprescindible, publicado al calor de la reacción
arrebatada y visceral con la que los políticos nacionalistas catalanes
reaccionaron al intento de fiscalizar la relación de Jordi Pujol con el caso
Banca Catalana -una caja B a través de la que desaparecieron unos cuantos miles
de millones de la época-. En aquella ocasión, como bien recordarán, el
presidente de la Generalitat optó por la vía más directa hacia el intestino de
la reacción popular, envolviéndose en la bandera -para lo cual siempre demostró
una especial destreza-, y proclamando ante una masa entregada que la querella no
era contra él, sino «contra Cataluña». Cataluña soy yo y si me atacan a mí, ya
saben. En esta ocasión, el Pacto del Tinell lo ha puesto a huevo para establecer
el paso final, el oficial, el institucional, consistente en proclamar a los
cuatro vientos que el PP maniobra no contra ellos, sino contra Cataluña, las dos
palabras mágicas.
La burbuja creada por el nacionalismo catalán durante más de veinticinco años de
machacona insistencia en la educación sentimentalmente correcta de la población
ha hecho que todo lo que quiera ser válido, expeditivo, integrado deba estar
dentro de ella. Fuera de la misma está el vacío, la nada. Si no te muestras como
un nacionalista que analiza pormenorizadamente cada uno de sus actos para
validar la catalanidad de los mismos, estás fuera del sistema, en la calle que
ocupan los desheredados, los transeúntes, los infecundos... los malos catalanes,
en suma. Para desgracia de la sociedad del Principado, el partido de los
socialistas sintió el frío repentino de las encrucijadas históricas y decidió
entrar en ese viciado círculo de confianza: se convirtió en un partido
nacionalista que, aún bien de abominar formalmente del concepto, asumió
plenamente los reglamentos del mismo hasta llegar a la praxis política actual,
en la que parece competir por que nadie le arrebate la antorcha con la que los
guías iluminados conducen el devenir histórico de los pueblos. El lema de la
campaña del PSC -«El PP usará tu No contra Cataluña»- no es más que la
desfachatez ideológica de quien busca el golpe bajo para asegurarse la victoria
en el cuadrilátero. En el seno de esa amalgama de oportunistas integrados cunde
el nerviosismo ante la reválida popular de su proyecto estelar: una
participación escasa para refrendar el Increíble Caso Del Estatuto Menguante
supondría un revés demasiado duro para quienes han confiado a ese disparate sus
próximos veinticinco años de vida, razón suficiente de por sí para sacar a
pasear al viejo dóberman que llevan dentro y justificarlo como quien está alerta
y vigilante de la inviolabilidad de la burbuja.
Es bastante probable que la ley no les permita manejar ese aserto. La Coca-Cola
no puede decir en sus anuncios que la Pepsi-Cola es mala y viceversa. Pero, con
todo, el veneno ya está suelto. Retrata más a quien lo sintetiza en el
laboratorio y puede que hasta salpique a su propio creador, pero ante la
desconcertada -y a veces desconcertante- sociedad catalana puede tener efectos
hipnóticos. Se trata de convencer a la ciudadanía de que el nirvana social al
que están llamados como pueblo diferenciado puede verse afectado por aquéllos
que viven fuera de la fortaleza. Si algún día esos menesterosos son capaces de
crear vida más allá de las murallas de lo nacionalmente correcto, el cuento
podría acabarse. De ahí la urgencia.