FIN DEL POSPUJOLISMO
Artículo de Francesc-Marc Álvaro en “La Vanguardia” del 13.05.06
Por su interés y relevancia he seleccionado el
artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
El pospujolismo se acabó ayer mediante una gran explosión de efectos
impredecibles. El pospujolismo ha durado sólo 29 intensos meses, desgraciados y
dignos de un episodio televisivo de Mr. Bean, ese tipo gafe que lo hace todo
siempre rematadamente mal. El pospujolismo trató de crear un artefacto al que
bautizaron como "Govern catalanista i d´esquerres" y que todos llamamos
tripartito. Un artefacto que nunca funcionó y que, desde primera hora, fue un
Dragon Khan y un Túrmix, por emplear bonitas metáforas creadas por dos
consellers. Pero este artefacto defectuoso era sólo una forma de prolongar de
manera artificial la vida política de Pasqual Maragall, derrotado en las urnas y
resucitado por Carod-Rovira llave en mano. El pospujolismo fue un intento
desesperado de prolongar el viejo maragallismo en la UVI, gracias a una bombona
de oxígeno prestada por un independentismo que quería ocupar el espacio central
de CiU aunque afirmaba querer crecer entre el electorado del PSC.
Los dramas del Govern tripartito no nacen, como podría parecer, de una cadena
infernal de errores, frivolidades y despropósitos. Se trata, en realidad, de un
problema de concepto, de diseño y de estructura fundacional. Dos proyectos
mutuamente excluyentes como el del PSC y el de ERC pactaron un Gabinete y una
reforma estatutaria que ambos sabían que no podría llevarse a efecto, porque
Zapatero no salía ganador en ninguna encuesta seria. Lo más importante del
acuerdo del Tinell era un brindis al sol efectuado por Maragall y Carod-Rovira,
ambos sin mando efectivo sobre sus respectivas siglas. La excursión a Perpiñán
fue la primera carga autodestructiva y la inesperada victoria de Zapatero (con
su oferta de negociar un nuevo Estatut) les hizo aterrizar en el mundo real, que
diría un ex directivo del Barça.
La explosión final del tripartito quema completamente a Maragall y lanza a
Carod-Rovira al ciberespacio tras ensayar una temporada en la política normal.
El líder republicano tratará de convertir la campaña del referéndum en un
indescifrable plebiscito populista, lo cual quizás vaya bien a quienes, en su
partido, esperan que se la pegue para sustituirle. La paradoja es que la
decisión del president de expulsar a los consellers de ERC para asegurar el
éxito del referéndum es un lógico acto de autoridad y, a la vez, el canto del
cisne de su carrera política. Si no hay sorpresas, Maragall podrá acabar su
biografía como "el president del nuevo Estatut", tapando así su nefasto papel
como jefe de gobierno. Por eso cuesta verle otra vez como candidato del PSC en
las próximas elecciones, aunque los socialistas no andan sobrados de tiempo para
elegir un recambio. No se han acabado las sorpresas, pero ayer se cerró un
triste interregno que Catalunya deberá superar pronto para volver a respetarse a
sí misma.