UN MANIFIESTO OPORTUNO

 

 Artículo de M. MARTÍN FERRAND  en “ABC” del 31.05.05

 

 Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

  

Los franceses, de tanto mirarse el ombligo, la primera de sus costumbres nacionales, le han puesto freno al proceso de la construcción europea que, en más o en menos, a todos nos servía de consuelo frente a la crisis ideológica que padece el Viejo Continente y ante la escasez que acreditan los líderes en presencia. Es algo que no tiene, de momento, mayor trascendencia y el puzle europeo seguirá armándose -¡qué remedio!- como defensa de unos valores en los que no todos creen, pero sin los que asusta mucho vivir y encararse con la realidad emergente en los restantes cuatro continentes.

El bien que acompaña al pasajero mal de Europa, que estas cosas, como la Guardia Civil, tienden a presentarse en parejas, es, en nuestro caso, el de una mayor atención al patio nacional. Ahí está, como ejemplo vivificante y esperemos que no único, el Manifiesto que han firmado dieciséis intelectuales de Cataluña para, «después de veintitrés años de nacionalismo conservador» y la experiencia de gobierno de un nacionalismo de izquierdas, informarnos de que «nada sustantivo ha cambiado». El manifiesto es notable por su texto, en el que se pide un nuevo partido político en Cataluña que supere la cerrada angustia de los conventillos al uso, y lo es también por sus firmantes: Félix de Azúa, Albert Boadella, Francesc de Carreras, Arcadi Espada, Carlos Trías, Iván Tubau...

Demuestra la experiencia, en España siempre excesiva en todos los casos de fatiga e incomodo, que estos ejercicios, más próximos al toreo de salón que a la lidia verdadera, no suelen ir más allá de su mero planteamiento; pero ya es algo que, precisamente en Cataluña, donde el nacionalismo satura el aire, dieciséis personas inteligentes invoquen el «restablecimiento de la realidad» para que lo simbólico deje de reemplazar a lo necesario. Frente al esperpento que escenifican los integrantes del tripartito, la serena responsabilidad que expresan los firmantes del Manifiesto ofrece otra cara de Cataluña, en mi opinión, y desde mi experiencia, más ajustada a la realidad social y al sentimiento colectivo. El nacionalismo, por la derecha y por la izquierda, ha sido la gran coartada de la corrupción en Cataluña y, al tiempo, ha empequeñecido su realidad económica.

Los dieciséis firmantes del Manifiesto, que muy simbólicamente lo presentarán el próximo día 7 en la Plaza Real de Barcelona, quieren oponerse «a la destrucción del razonable pacto de la Transición que hace poco más de veinticinco años volvió a situar a España entre los países libres». Es algo hecho desde la contemplación catalana; pero, en virtud de su hermosa sensatez, bueno sería que grupos equivalentes -gentes con biografía y sin tacha- lo reprodujeran en las diecisiete Autonomías del Estado. En unas porque sí, y en las otras por si acaso.