AHORA SE REBELAN LOS INTELECTUALES
Artículo de Fernando Ónega en “La Voz de Galicia” del 08.06.05
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
Los intelectuales
despiertan. Y se mueven. Y redactan manifiestos, como en los viejos tiempos y en
las grandes crisis de identidad. Ayer ha ocurrido en Cataluña. Un interesante
grupo de escritores, artistas, pensadores y profesores, encabezados por Albert
Boadella, se ha lanzado a la arena pública con un escrito que pretende agitar y
liderar el descontento provocado por la deriva nacionalista del socialismo del
señor Maragall y del actual tripartito.
Es una de las primeras muestras de disidencia de la sociedad civil en la España
del cambio constitucional. Es un conjunto de voces minoritarias, pero selectas,
que llaman a la conciencia del poder para denunciar las desviaciones que se
están produciendo en contra de la lógica. Como se trata de una protesta en toda
regla contra el poder actual y de demanda de alternativa, hay que sospechar que
será cuidadosamente silenciada por los medios más adictos a ese poder.
Y, sin embargo, es importante. Es importante porque surge en Cataluña, donde
pensábamos que existía un «pensamiento único» en demanda del concepto de nación
y otras reclamaciones que asomarán en el nuevo Estatuto. Es importante porque
recoge una demanda que se percibe en otras comunidades: la necesidad de un nuevo
partido laico, progresista y con mentalidad más universal, que no se encierre en
las paredes de una región. Es importante porque es el asomo de una nueva
conciencia crítica, que no puede ser acusada de reaccionaria ni centralista,
espantajo tras el que siempre se refugian los nacionalismos. Supongo que nadie
llamará reaccionarios a Boadella, Félix de Azúa o Arcadi Espada. Y es importante
porque indica que se ha perdido el miedo y el complejo ante corrientes de
opinión que parecían dominantes. Y asfixiantes.
Pienso, además, que pudiéramos estar ante un serio aviso al Partido Socialista,
en cualquiera de sus acepciones autonómicas. El PSOE, si mantuviera su
coherencia ideológica, sería precisamente esa fuerza que reclaman: laica,
progresista, «socialista a fuer de liberal», que decía don Indalecio Prieto.
Pero sus aventuras nacionalistas, su necesidad de conseguir el poder con pactos
que desnaturalizan su esencia, hacen que haya perdido su identidad ante quienes
le daban, precisamente, una vitola de prestigio y credibilidad.
El señor Zapatero no debería estar tranquilo ante hechos como éstos. Su política
-interesante, pero defectuosamente gestionada, peor explicada y apoyada en
socios discutibles- suscita más deserciones que adhesiones nuevas. Algunos de
sus virreyes regionales (perdón, «federales») actúan con desorden y fidelidades
localistas. Y si, encima, empieza a perder simpatías intelectuales, que eran su
patrimonio, ¿qué le queda?