ÍNSULAS Y ENCRUCIJADAS
Artículo de BENIGNO PENDÁS en “ABC” del 05.10.05
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
HABLÓ el Rey en tiempo y
forma. Habla el pueblo en las encuestas cada vez que le preguntan. Palabras
sensatas, plenamente acordes con la Constitución, proceden de altas instancias
judiciales y militares. Sin embargo, se echan en falta ciertas voces desde los
cuerpos intermedios que vertebran la sociedad civil. Callan algunos por
prudencia convencional, aunque murmuran en círculos restringidos. También en
Cataluña: las gentes del PP catalán cuentan que, en privado, casi todo el mundo
les da la razón. ¿Acaso sirve eso de algo? Se impone cierta actitud de refugio
en los intereses particulares, a veces disfrazada de escepticismo y desencanto.
Pero es hora de pronunciarse en público y de forma inequívoca. Deben ser
conscientes de ello los intelectuales y académicos, el mundo empresarial, los
líderes sociales en el sentido más amplio. No hace falta gritar ni perder las
buenas formas. Basta con leer y releer la norma fundamental: «La nación
española, en uso de su soberanía...». Ni el bienestar ni el egoísmo justifican
el silencio ante un texto con alma de Constitución en cuerpo de Estatuto, aunque
se envuelva en la falsa retórica de la nación de naciones o el desarrollo del
pluralismo territorial. La única respuesta posible es «no». Pero todo apunta
hacia un maquillaje formal, que mantenga lo sustancial y, para colmo de males,
alimente el victimismo. Nos dirigimos sin remedio hacia la peor de las opciones:
habrá nueva rapiña de competencias estatales, pero Madrid será culpable, como
siempre. Supongo que algunos estrategas socialistas estarán satisfechos después
de tan brillante operación.
Entre perpleja e indignada, la mayoría social no sabe reaccionar. Todos los
males derivados de la falta de vertebración moral pasan factura al mismo tiempo.
El secreto, sin embargo, es muy sencillo. Se llama firmeza. Estamos ante algo
más que un problema de poder. No es cuestión de ínsulas, sino de encrucijadas,
amonesta Don Quijote a Sancho, cuando -ante una aventura de singular
trascendencia- el buen escudero se limita al cálculo de las ventajas que le
reporta la situación. El argumento de que «no hay problema, porque la Bolsa
sube» expresa todas las paradojas. La vieja izquierda revolucionaria y
cosmopolita ha llegado al país de las maravillas: adora al capitalismo y
suplanta al nacionalismo burgués. Queda alguna opinión sensata, como la de
Francesc de Carreras, voz discrepante autorizada (en el doble sentido de la
palabra): «Mientras el mundo gira a gran velocidad, nosotros seguimos mirándonos
nuestro histórico ombligo». Pero la posición común se identifica con X. Rubert
de Ventós. Mi memoria se niega a conservar antiguallas absurdas y no consigo
recordar la fuente concreta. Pero puedo asegurar que aprendí a sentir vergüenza
ajena en un texto del «padre» literario del preámbulo. Narraba allí con alegría
juvenil su primer viaje al «extranjero». Destino: Salamanca. ¿Es posible caer en
un ridículo mayor?