CARTA A PASQUAL MARAGALL
Artículo de Xavier Pericay en “ABC” del 20.05.06
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Muy Honorable Presidente de la Generalitat de Cataluña,
Ante todo, perdone las molestias. Supongo que no estará para cartas. Y menos si
estas cartas vienen a distraerle de lo que en estos momentos constituye su
principal, su única misión: la campaña del referéndum y el empeño en salir
airoso, el 18 de junio, de la prueba. (Entre paréntesis: ya sé que usted y el
partido no se llevan nada bien, que lo que hagan o digan los compañeros le
resbala, que usted es el presidente de la Generalitat y punto, pero ¿no le
parece que habría que hacer algo con este chico, Zaragoza creo que se llama, que
puso ahí Montilla? Ya había dado que hablar con aquel bulo relativo al
presidente de Endesa y a la presunta financiación del PP -por el que acaba de
ser condenado, por cierto-, pero, qué quiere, eso de ahora, eso del lema de
campaña, supera todas la marcas anteriores, propias y ajenas. Aunque, si bien se
mira, en lo del lema Zaragoza sólo ha puesto la cara; la responsabilidad es de
la dirección del partido. Al completo. En efecto, ¿cómo se les ocurre decir que
el PP utilizará su «no» contra Cataluña? ¿Ninguno de esos dirigentes ha caído en
la cuenta de que esta fórmula, «contra Cataluña», es la misma que usaron Pujol y
sus gobiernos durante veintitrés años para eludir el debate democrático, para
despreciar olímpicamente a la oposición? ¿Ninguno de esos dirigentes ha reparado
en que esta oposición despreciada estuvo constituida precisamente por el propio
partido socialista, o sea, por ellos mismos en gran medida? ¿Les bastan dos años
y medio para emular los veintitrés de sus predecesores? ¿O es que no poseen
otras armas que las del nacionalismo?)
Pero, en fin, presidente, no era de esto de lo que yo quería hablarle. A veces
uno abre un paréntesis con el sincero deseo de cerrarlo enseguida, y luego el
asunto se dilata y se dilata hasta alcanzar una extensión insospechada. Qué le
vamos a hacer. No, verá, lo que yo quería contarle se me ocurrió la semana
pasada, en cuanto tuve conocimiento de que se había quitado de encima, de un
plumazo, a los seis consejeros republicanos de su Gobierno. No se me escapa que
lo hizo a regañadientes y en contra de sus deseos; da igual. Lo importante es
que se los quitó de encima y que ahora gobierna, como quien dice, en solitario
-el apéndice saurí es eso, un apéndice-. Y aunque sólo le queden unos meses de
gobernación, pues ya ha anunciado que antes de fin de año va a convocar
elecciones y Dios sabe qué va a pasar entonces, tiene usted la oportunidad de
cerrar la legislatura con un mínimo de dignidad.
Le cuento. Mientras usted ha ejercido la Presidencia, y dejando a un lado el
penoso y trágico vía crucis de la reforma del Estatuto, los catalanes no han
percibido por parte de sus gobernantes autonómicos otra política que la
lingüística. Es decir, la que los consejeros de Esquerra han llevado a cabo
desde cuatro de los seis departamentos que estaban en su poder: Presidencia,
Comercio, Educación y Universidades. El dinero gastado en campañas de
normalización; las subvenciones a entidades por razones de lengua; la creación
de las Oficinas de Garantías Lingüísticas, donde se ha alentado la delación del
vecino y las consiguientes multas a comercios y empresas; la extensión a toda la
secundaria del catalán como único idioma de la enseñanza, y la voluntad expresa
de someter el otro idioma a un concienzudo programa de fumigación, no sólo en el
aula, sino también en el patio y en el entorno; la futura exigencia del nivel C
para impartir clases en la universidad; en definitiva, una política destinada a
abrir una zanja entre los ciudadanos de Cataluña.
Todo esto, presidente, es obra de su Gobierno. Y como quiero creer que nada de
esto habría sucedido de no estar Esquerra en este Gobierno, me permito sugerirle
que aproveche los meses que le quedan de Presidencia para cerrar esa zanja.
Basta con que devuelva las cosas al estado en que las encontró en noviembre de
2003. Aunque sólo sea por dignidad. ¿O acaso es mucho pedir?
Atentamente,
Xavier Pericay