CIUDADANOS DE CATALUÑA Y DE ESPAÑA
Artículo de Javier Ruiz Portella en “El Semanal Digital” del 14.03.06
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
El lanzamiento del partido
Ciudadanos de Cataluña constituye, sin duda, el hecho político más crucial
ocurrido en Cataluña en los últimos tiempos. Por primera vez en treinta años, el
separatismo siente en su nuca el aliento gélido de quienes pueden un día acabar
con él. ¿Se quedará este aliento en un soplo? ¿O se convertirá en un victorioso
vendaval? Nadie lo sabe ni puede saberlo. Pero desde el acto del Tívoli del
pasado 4 de marzo, es lícito por primera vez formular la pregunta; es lícito por
primera vez albergar una cosa parecida a la esperanza.
Una esperanza jamás encarnada -salvo durante el período Vidal-Quadras- por el
Partido Popular. Si la política de éste en las Vascongadas es irreprochable, un
único sentimiento hacia dicho partido llena, en cambio, el corazón de los
catalanes que combatimos el delirio separatista: abandono, dejación… ¿Por qué?
¿Por el reguero de tibiezas, componendas y claudicaciones que marcan la política
"popular" en Cataluña? Desde luego, pero aún más por el "lenguaje bobo" y las
"ideas que sumen en la indefensión" de que hablaba yo aquí recientemente. Lo
hacía pensando en el planteamiento adoptado por casi todo el mundo desde el
comienzo mismo de la Transición: ese planteamiento según el cual, frente al
ataque contra nuestra personalidad colectiva como tal, no han encontrado mejor
cosa nuestras "élites" (¿?) que enfrentársele como si de una simple agresión
contra los "derechos humanos" y los intereses individuales se tratara.
Este afán suicida por evitar hasta la mera mención de la nación española está
incluso más arraigado -es cierto- entre los dirigentes de Ciudadanos de Cataluña
que entre los del Partido Popular de Cataluña. Y pese a ello… ¡oh, sorpresa!, la
cosa funciona, el milagro se produce y empieza a fraguarse en Cataluña el primer
movimiento social de oposición seria al separatismo. ¡Si seremos raros los
catalanes! Frente a la destrucción de nuestra personalidad colectiva como
catalanes y españoles, resulta que somos el único pueblo capaz de movilizarse…
negando que es un pueblo; el único pueblo capaz de vibrar defendiendo… no su
identidad, sino abstracciones tales como el "espacio de decisión ciudadana" y
otras lindezas parecidas.
¿Es realmente así? No, por supuesto. No son ni las abstracciones ni las
utilidades lo que mueve a los pueblos. Son los sentimientos: el de defender
sobre todo una identidad, una cultura, una tradición, una lengua… o, como en
este caso, dos. Y no porque tener dos lenguas sea más útil o provechoso que
tener una sola (que lo es), sino porque así somos, porque así es nuestro ser, y
privarnos de cualquiera de ambas lenguas es mutilarnos.
Frente a ello, nada pueden los discursos que intentan ponerle puertas al campo,
reducirlo todo al provecho y al interés individual. Frente a ello, nada pueden
quienes, pese a lanzar semejante iniciativa, pese a ser los hombres más valiosos
y valerosos de toda Cataluña, tiemblan ante la posibilidad de que el aliento de
lo identitario, lo comunitario, lo patriótico… pudiera mancillar la empresa.
Cuentan las crónicas que un solo grito resonó en el acto del Tívoli: "¡Viva la
Constitución!". Grito magnífico, pero al que nadie acompañó aclamando lo que ahí
se jugaba, como mínimo, con igual intensidad. Nadie se atrevió (todavía) a
gritar "¡Viva España! ¡Visca Catalunya!". Es una lástima por lo que al fervor
del acto se refiere, pero en el fondo da absolutamente igual. ¿Le cabe a alguien
la menor duda de que es exactamente por esto: por la vida misma de España y
Cataluña, por lo que un pueblo -su avanzadilla, en todo caso- se ha puesto en
marcha?