EL FIN DE UN TRISTE TRIENIO

 

 Artículo de Alex Salmon en “El Mundo” del 29.10.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

La medianoche del 17 de noviembre de 2003 fue tan agria para Pasqual Maragall que la realidad le anuló la construción de las palabras.Un jarrón de agua helada diluyó cualquier intención de cántico victorioso, de flores lanzadas al aire, de discursos de futuro.Todo se quedó en silencio en el despacho de Maragall, en la sede del PSC de la calle Nicaragua, cuando comprobaron que el 98% del escrutinio les daba cuatro diputados menos que a CiU.

 

Mientras, a unas calles de allí, en la tradicional sede de CiU la noche de las elecciones, el Hotel Majestic, un animoso Artur Mas se deshacía de gusto porque había logrado superar la prueba de su predecesor, Jordi Pujol, que no convencido del todo refunfuñaba y hacía callar a unos militantes que lo celebraban en exceso.El president, entonces, ya percibía que una triste parte de la Historia de Cataluña estaba a punto de comenzar.

Pero volvamos a trasladarnos al enmudecido despacho de Maragall.Los datos eran muy claros. Su candidato había perdido. Las cifras que habían llegado a la sede horas antes eran muy diferentes.Cerrados los colegios electorales, las encuestas realizadas a pie de urna les daban la victoria, con un importante incremento de ERC. El cava había comenzado a abrirse de forma tímida. Todo ello había situado a la dirección del PSC en una encrucijada difícil de asumir, con un líder, Pasqual Maragall, que estaba comenzando a desaparecer en sí mismo, sin tener ni idea de lo que tenía que decir ante una militancia que esperaba expectante, junto a los medios de comunicación.

Fue entonces cuando la cabeza de José Montilla comenzó a diseñar la solución. Con la frialdad que le caracteriza convenció a todos y a Maragall que había que salir a dar la cara diciendo que la izquierda catalana había ganado. Era la hora de la izquierda catalanista.

Dentro de unos 20 días se cumplirá el tercer aniversario de esa noche, que quedará en el recuerdo de las cinco o seis personas que estaban presentes en el despacho de Maragall. Seguro que todos pensarán que el líder esa noche fue José Montilla. Hasta Maragall se lo ha reconocido en alguna ocasión. El president ha resumido la personalidad de Montilla con el término de «madera de líder». Es más, lo ha consagrado como el arquitecto del tripartito o el cocinero, palabras que ahora vuelan en el aire. Siendo así, ¿cómo es que Montilla está considerado por todos como un político de perfil bajo? ¿Cómo es que Mas cuando lo tiene delante pone una cara como si estuviera a punto de echarse a reír? ¿Qué problema tiene José Montilla? ¿Por qué una gran mayoría de la gente contraria a los socialistas, y en Madrid gente de su propio partido, están convencidos de que Zapatero lo puso en la arena pública para que se consumiera?

Una cosa es cierta: al decidirse el PSC por Montilla estaba consolidando a la dirección que ganó en el Congreso de Sitges en 1994. Esta misma frase no tiene mucho sentido. Cómo puede ser que aquella dirección se hiciera con todo el poder 12 años después. Así es el PSC (PSC-PSOE) y así es Cataluña. La cuadratura del círculo o un poliedro desasistido, quiero decir con una cantidad infinita de polígonos planos.

Por todo ello podemos decir que el tripartito fue la mala solución que se le ocurrió a Montilla para salvar a Maragall y de rebote a su partido. O viceversa. ¿Porque ha salido mal afectando tanto al Estado? No se puede entender el fracaso del tripartito sin poner sobre la mesa la derrota del PP en las elecciones del 2004.De no haber existido el atentado del 11-M, el gobierno, que sería entonces de Rajoy, puede que en solitario, puede que con apoyos puntuales, no habría permitido que las locuras estatutarias del Govern de Maragall hubieran llegado tan lejos.

Pero, ¡ojo! Eso no significa que ahora mismo no pudiese estar viviendo un momento de gloria. Porque la jugada estaba bien estudiada.Y volvamos a noviembre de 2003. Una semana después de que Maragall saliera a animar a sus compañeros de partido y les intentara convencer de que la izquierda había triunfado, se produjo una llamada telefónica fundamental para la conclusión real de la historia. Joan Puigcercós llamaba a Montilla para preguntarle si estaban dispuestos a dejar que Artur Mas fuera el próximo presidente de la Generalitat. La maquinaria de pactos se ponía en funcionamiento. El análisis era evidente. Era el momento.El PP gobernaba en España y todo hacía presumir que volvería a gobernar. Rajoy podía necesitar de los votos de CiU. ¿Qué hacía ERC apoyando a un partido que tres meses más tarde estaba dispuesto a respaldar la investidura del candidato del PP, justamente en el momento que los independentistas recogían los esfuerzos de más de diez años? Además, el tripartito le servía a Zapatero para seguir haciendo la oposición tan radicalizada que estaba forzando con chapapotes y fotos de las Azores.

Nadie pensó que una vez Zapatero en el poder el tripartito no le servía. Como puede que tampoco le sirva ahora. Todo ha formado parte de un sainete donde se ha jugado con los ciudadanos a través del Estatut. Todo un thriller político que merece un película.