LA CATALUÑA CAMBIANTE
Artículo de Alex Salmon en “El Mundo” del 10.12.06
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Cataluña está cambiando tímidamente. Los cambios sólidos son aquellos que llaman la atención por su lentitud. O mejor dicho, que no llaman la atención por el silencio de sus movimientos cuando se construyen.
Pujol diseñó una nación que tenía que convertirse en el reflejo de sus pasiones. Lo escenificó bien Boadella en Ubu Rei, cuando el actor que representaba al president, Ramon Fontseré, mantenía una relación amatoria con una senyera. Con astucia e inteligencia, y con el permiso de la ciudadanía, puede que preocupada en otras cosas, los nacionalistas catalanes con el resto de fuerzas políticas, abstraídas por el miedo a ser tachadas de enemigos a Cataluña, permitieron que este lugar del mundo viviera en una entelequia.
Este análisis no es nuevo. Lo han denunciado desde los intelectuales del Foro Babel, los del Manifiesto, la Asociación por la Tolerancia o Vidal-Quadras. Desde la derecha hasta la izquierda. La catalana y la no tan catalana. El producto de todo ello lo tenemos en el Parlament con tres diputados de Ciutadans.
En Cataluña algo está cambiando. Cada vez es más normal encontrarse en debates familiares o de amigos donde se manifiesta cansancio por el exceso de nacionalismo. Este comienza a ser visto como algo no productivo ni provechoso para la vida cotidiana de las personas, sino todo lo contrario. Se ha convertido en un lastre.Es evidente que el partido de Pujol sigue siendo el que tiene mayor penetración en el territorio y que se ha aprovechado del desconcierto de las otras fuerzas políticas. Pero algo está cambiando.
Puede que José Montilla sea un ejemplo. Albert Rivera puede ser otro. Su discurso en castellano desde el estrado del Parlament no tuvo como respuesta la marcha de ninguno de los diputados, como ocurriera hace 12 años. Ni de ERC, ni de CiU. A lo sumo, cuando Rivera finalizó su primera intervención y se disponía a volver a su escaño, Carod lo retuvo un momento para preguntarle si sabía hablar más de dos idiomas. Ya está. Nada más.
Algo está pasando en Cataluña y todos los partidos son conscientes.Por ahora no están haciendo nada. Mejor. O puede que sólo estén esperando un momento más propicio. Lo interesante es que cuando quien cambia es la ciudadanía, no hay partido que pueda detenerla.Ocurrió hace 22 años. Pujol era el amo y señor, y ni el PSC de la época, el más organizado, pudo detener una forma de ver las cosas que había cambiado sin que los socialistas catalanes se percataran.
Ahora, ha ocurrido algo parecido. Puede que no haya vuelta atrás.Cada día que pasa es más difícil engañar a los que quieren estar informados, que son en realidad el altavoz que oye el resto de la sociedad. Fundamentar una nación en un idioma está pasado de moda. Digo, la moda de la gente de la calle. Existe una clase política que todavía vive de esa mentira. Carod-Rovira se ha dado cuenta. Por ello utilizó durante la campaña anterior la idea de Estatut social, no identitario. Pero esa misma idea se trata de un virus dentro de los planteamientos de su partido.
Intentar parar un buque de muchas toneladas a pocos metros es imposible. Aunque se haya quedado sin gasóleo. La Cataluña cambiante es un buque repleto de carburante. Cada vez son más los que están cansados de perder energía dando explicaciones de por qué hablar dos lenguas, de por qué defender el bilingüismo, del porqué no encontrar nada obsceno en sentirse español, o no, porque ni eso existe. Que se lo digan a Santiago Segura.
Una vez más el ciudadano se ha adelantado al político en su visión de sociedad. Se intuye la sensación de que la gente sabe lo que de verdad es importante. Franco está demasiado lejos. La lucha contra el dictador acabó. Ahora se trata de encontrar soluciones al problema de la vivienda, de que las ciudades asimilen de la mejor forma la continuada llegada de inmigrantes, que las calles sean seguras sin exceso de policía (son un gasto), de que los hijos vivan felices y encuentren salida a sus ambiciones. Y para todo ello, los mensajes de izquierdas y de derechas están anticuados.
Cada día son más las personas que no saben exactamente lo que son. En la cultura ha pasado algo parecido. El teatro no es teatro, sino también danza, la danza está dramatizada, el cine busca mezclar géneros y los libros que se venden son aquellos que explican la verdad pero novelada. En un mundo donde la memoria está siendo remplazada por Google y se componen bandas sonoras que duran segundos para los móviles, cómo no iban a cambiar los razonamientos políticos. Sobre todo aquellos que nacieron en el siglo XVIII.
Esta Cataluña cambiante es la que hereda Montilla. Puede que no se la merezca, pero la tiene. Quien se amolda a las circunstancias sobrevive. Otros morirán por omisión. La abstención tiene color.Lo escribía hace unas semanas. Y son ellos, esa masa silenciosa, la que consigue que varíe el tanto por ciento de poder de cada uno.