LA CATALUÑA PLURAL

 

 Artículo de Alex Salmon en “El Mundo” del 16.12.07

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. 

 

Joan Ferran ha convulsionado la política catalana al tener la temeridad de afirmar que los medios de comunicación públicos catalanes, o sea Catalunya Ràdio y TV3, viven bajo «una costra nacionalista» que les hace menos plurales. Es cierto que lo podía haber dicho antes y que detrás de esa declaración se esconden ciertos intereses partidistas y de oportunidad, pero la realidad es que no son muchos los políticos dispuestos a decir esas verdades evidentes en la Cataluña del siglo XXI, que permanecen escondidas bajo la alfombra o la mismísima costra.

 

Que la declaración haya alterado a muchos de los que se creen bien pensantes ya demuestra que las cosas son poco normales en Cataluña. Todo ha sido resumido por los molestos como un ataque contra Cataluña, la nación y la identidad. Si lo dicen es porque se lo creen, pero no lo pensarían si esa costra estuviera en otro espacio. Así son los nacionalistas.

Hablemos de la neutralidad de esos medios. En sí mismo, el concepto neutralidad es imposible porque existen dos ideas de base completamente opuestas: una considera el ideal de nación catalana y la terminología se amolda a ese imaginario que, aunque es legalmente inexistente, justamente se sustenta en los medios públicos. La otra entiende que vive en una nación, o país, o Estado, poco importa, que se llama España, con una estructura evidente, y poco más hay que hablar porque la evidencia habla por sí sola. Es como el canoso y el que intenta disimular sus canas. Este último siempre tendrá que dar explicaciones sobre el color de su cabello.

Esa segunda idea es la que no existe en los medios públicos catalanes, dejando a un lado parte de la sociedad. Y así, cuando hay que dar denominaciones, España es el Estado español. O el juego visual de la careta del Telenotícies, donde se ve primero todo el territorio catalán, después parte de los Països Catalans y de golpe se visualiza toda Europa, aunque el tanto por cien dedicado a la información sobre España sea tan importante como la catalana y, por supuesto, muy superior a la europea. Esa es la costra a la que hacía referencia el político.

Pueden parecer poco importantes estas afirmaciones, hasta sólo anécdotas, sin embargo son sintomáticas sobre lo que ocurre.Existen excepciones. Polònia y La nit al dia, en el caso de TV3, son programas que analizan de forman neutral lo que ocurre en Cataluña. En Catalunya Ràdio, los informativos, en los temas que trata -no en el lenguaje-, hacen esfuerzos para dar tiempos proporcionales a todas las fuerzas políticas. Pero no es suficiente.Es más, es insignificante. Es cierto que la reflexión de Joan Ferran llega muy tarde e influenciada por el redactado de la nueva ley sobre los medios de la Generalitat. Por un lado está en juego el reparto de poder en los futuros medios y en eso es evidente la competencia entre PSC y ERC. Digo muy tarde porque el PSC podía haber demostrado su centralidad y poco nacionalismo en estas cuestiones una vez en el Govern si no se hubiera decidido por un pacto en el tiempo con ERC que lo puede consolidar en el gobierno por décadas.

Junto a ellos, cuestiones más concretas y recientes. Por ejemplo, en filas socialistas se tiene la clara idea de que el éxito de la manifestación de Pel dret a decidir se gestó en el programa de Antoni Bassas. Durante dos semanas, el espacio líder en la audiencia catalana fue desgranando los problemas de Cercanías relacionados con la necesidad de que la gestión fuera cercana y nacional. El término nacional, muy utilizado en este programa de las mañanas, es evidente que para algunos oyentes suena diferente si la pronunciación es catalana o castellana. Pero esta es otra cuestión. En definitiva, era una demostración de lo que se puede hacer desde un medio de comunicación.

El problema aparece cuando el medio de comunicación es público y con un Gobierno de tres colores, donde dos fuerzas convocaban y la otra, mayoritaria, se mostraba ausente y contraria. ¿Qué debe hacer entonces un medio público? No creo que merezca respuesta una pregunta tan evidente.

Sin embargo, la llamada a la movilización, por la nación y la soberanía, fue constante, de forma directa e indirecta. La vía directa en los comentarios de los tertulianos y del propio presentador pasaban por la única gestión catalana de las infraestructuras.Por supuesto, ningún invitado que pudiera argumentar, por ejemplo, que en época de Mercè Sala, dirigida desde Madrid, Cercanías funcionó más que bien, y que se trata más de una buena gestión que de dónde esté el gestor.

Pero ese es un daño colateral. El PSC denuncia ahora costras nacionalistas. Está bien. Lo hace hasta Miquel Iceta. Hasta el propio Montilla, que en realidad está encantado de que sus compañeros de partido digan lo que a él le está negado decir. No es que no lo dijeran antes. Claro que no. El problema es que o la memoria es débil o la política produce olvidos. En todo caso, esas denuncias sólo vienen a demostrar que no vivimos en un país totalmente normalizado sobre cuestión de ideas. Algunas no se pueden expresar.Son tabú. Y lo peor es que nos hemos acostumbrado a vivir con un silencio sugerido.