LECCIÓN DE CIUDADANÍA
Artículo de Fernando Savater en “El Correo” del 11.11.06
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Tuve al principio la tentación de
titular este artículo 'En plenos morros', pero finalmente he optado por algo más
educado. Sin embargo, la tentación de hacer la higa ha sido fuerte, al ver la
conmoción provocada por los resultados que han obtenido Ciutadans en las pasadas
elecciones catalanas. Primero -antes de que se votase- fue el vergonzoso
silenciamiento y el mirar por encima del hombro, con conmiseración o ironía. Los
medios de comunicación, sobre todo los específicos de la autonomía, apenas
dedicaron al partido recién llegado la mínima atención, ni siquiera por el
interés periodístico que podía representar la novedad de su propuesta. Después
de los comicios, los mismos que les silenciaron empezaron a regañarles como si
fuesen aquellos 'pecadores de la pradera' a los que amonestaba Chiquito de la
Calzada. Oímos que son la ultraderecha, la derecha de la ultraderecha, el
regreso de Lerroux (¿no podía faltar la referencia al Emperador del Paralelo,
ahora más bien para lelos!), pero al mismo tiempo un grupo izquierdista
partidario de varias aberraciones morales y en el que no puede confiar la sana
gente de orden. A un fulano muy entendido le oí decir por la radio en cinco
minutos que eran un invento movido desde Madrid y que no tenían ningún futuro en
el resto de España, porque se trataba de un fenómeno específicamente catalán.
Por lo visto la antigua profesión de lacayo, que creíamos desaparecida con el
fin de las grandes casas aristocráticas, se ha reciclado de modo que perdura en
emisoras, televisiones y periódicos, pero ahora al servicio de los magnates
políticos.
¿A qué viene este partido de los Ciudadanos, que tanta incomodidad ha producido
en los profesionales sempiternos de la política establecida al negarse
dócilmente a desaparecer en la nada electoral, como ya se había dado por seguro?
Desde mi punto de vista, aportan en primer lugar una actitud progresista que
rechaza sin complejos la obligada devoción a nacionalismos pequeños o grandes.
Digo 'progresista', no de izquierdas o derechas, porque creo que el verdadero
progresismo se fabrica hoy con elementos pragmáticos tomados de los dos campos
convencionales. Y ya resulta insostenible que porque un partido se llame
'izquierda no sé qué' sea progresista: si el progreso avanza hacia algo parecido
a Javier Madrazo, es falso todo lo que cuenta tanto la Teoría de la Evolución,
como desde luego la del Diseño Inteligente.
Vivimos en un país extraño: si uno se declara 'anticapitalista', recibe
múltiples parabienes por su coraje solidario con los desheredados; si dice que
es 'anticomunista', no le faltarán elogios por haber comprendido que no hay
justicia sin libertad; pero si se confiesa 'antinacionalista' Nada, a tanto no
se atreve nadie. Lo único bien visto como máximo es ser 'no nacionalista',
aunque siempre catalanista, vasquista, galleguista ¿o españolista! Pues bien,
algunos -puede que muy pocos, puede que tampoco muchos de los Ciutadans, que
oficialmente se dicen 'no nacionalistas'- proclamamos abiertamente que somos
antinacionalistas. Con el debido respeto a las personas, pero con no menor
firmeza ante las ideas que nos resultan rechazables. Políticamente hablando, los
nacionalistas me parecen obtusos e insaciables: obtusos por su visión
patrimonialista y cerrada de la sociedad (v .gr., el peneuvista Rubalkaba en el
pasado debate sobre autodeterminación, regalando España a los demás con tal de
que su clan se quede con el País Vasco como si fuera su caserío) e insaciables,
es decir, que ninguna concesión descentralizadora logra nada más que abrirles el
apetito de mayores privilegios y competencias exclusivas.
Me gustaría poder votar a un partido que contrarrestase eficazmente, con
habilidad política, los abusos separatistas; que mantuviese un discurso
pedagógicamente explícito para aclarar que el derecho a la diferencia nunca es
una diferencia de derechos; y que por supuesto defendiese la unidad
constitucional como base del Estado democrático pero sin concesiones a
patrioterismos ni a ninguna esencial idea de España. Dado el panorama actual, ¿a
quién podemos votar, yo y quienes pensamos como yo? No sé si Ciutadans resuelve
nuestro problema, pero al menos nos abre una esperanza.
Me gustaría por tanto que el partido de los Ciudadanos se extendiese a todas las
circunscripciones electorales de España. La competencia, alarmada, intenta
convencernos de que tal cosa no es posible porque el nacionalismo obligatorio
sólo es problema en Cataluña, el País Vasco y quizá en Galicia. Pero es que los
Ciudadanos no sólo pueden ni deben atender la urgencia antinacionalista. Hay
otros temas conflictivos y vuelvo al ejemplo del hombre que conozco mejor -como
diría Unamuno- o sea, yo mismo. Como maestro, me parece imprescindible la
Educación para la Ciudadanía en Bachillerato y en cambio me resulta
impresentable que un Estado laico costee una asignatura de Religión confesional,
evaluable y válida para pasar curso, con un profesorado designado o revocado por
los obispos y pagado por el erario público. Pues bien, según parece la
asignatura de educación cívica -tras muchas grotescas polémicas- va a quedar
reducida en el nuevo Bachillerato a una hora semanal, lo que equivale a darle
una existencia semi-virtual. Y en cambio tendremos religión evaluable, etcétera.
Como ese panorama me parece vergonzoso, no quiero apoyar al partido
gubernamental que lo propone. Tampoco puedo votar al PP, que ha dicho ineptas
perrerías sobre la Educación para la Ciudadanía y es capaz de dar más horas a la
Religión que a Matemáticas o Lengua, para complacer a los obispos. Izquierda
Unida es una opción ya impracticable, por culpa de Madrazo y cía. Entonces ¿a
quién voto? Si Ciudadanos plantea este tema y otros semejantes, será útil en
España entera.
En último término, la simple existencia de una alternativa razonable a los
partidos mayoritarios es ya una ráfaga de aire fresco. Cuando yo tenía veinte
años y nos metíamos en líos por alborotar contra el franquismo (por entonces la
mayoría de los ardientes antifranquistas actuales iban a campamentos del Frente
de Juventudes o no habían nacido todavía), nuestros mayores nos amonestaban:
'¿Si esto no os gusta, idos a Rusia!'. Como si fuese obligatorio ser devoto de
Franco o de Stalin. Ahora les dicen algo parecido en el PSOE y en el PP a
quienes disienten de la línea oficial: '¿Vete con los de enfrente!'. Sería
estupendo poder responderles que nos vamos, sí, pero con quien ellos no se
esperan. El éxito de Ciutadans demuestra que además de quejarse, de decir que
todo está peor que nunca, que el enemigo está crecido y ya ha ganado la partida
(como los políticos insensatos repiten en el País Vasco) puede hacerse algo para
cambiar las cosas a mejor. Allí en Cataluña lo han logrado principalmente
jóvenes, aunque alentados y ayudados por gente mayor. ¿A qué esperan los jóvenes
realmente progresistas en el País Vasco?