LOS PRINCIPIOS RECTORES DEL ESTATUTO
Artículo de Daniel Sirera, Portavoz adjunto del Grupo Popular en el Parlament, en “ABC” del 02.05.06
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
EL nuevo proyecto de Estatuto no
sólo define a Cataluña como una nación sino que enumera de manera exhaustiva los
valores que definen la llamada «nacionalidad catalana». Los nacionalistas
catalanes -incluido los socialistas- consideran que existen una serie de
derechos y principios que deben ser institucionalizados en el Estatuto con el
objetivo que sean asumidos de manera obligatoria por todos los catalanes. Por
este motivo ha habido tanto interés -incluso por parte de los democristianos de
CiU- en establecer un catálogo de derechos y deberes propios y definir
claramente en el Estatuto los principios rectores que, según los nacionalistas,
deben inspirar el proceso ciudadano de la llamada reconstrucción nacional de
Cataluña y permitir, finalmente, su autodeterminación.
Este es un proyecto excluyente. Se establece una catalogación de trazos
definitorios de lo catalán que excluye a todo aquel que, siendo y considerándose
catalán, no comulga con esos principios y valores definidos, de manera
excluyente, por una determinada mayoría parlamentaria. Nadie duda que sea
absolutamente imprescindible que el Estatuto, dentro del pleno respeto a los
enunciados por la Constitución española, recoja una serie de valores y
principios que garanticen un cierto compromiso ciudadano. Ahora bien, los
valores y principios que deben inspirar el marco de convivencia que representa
el estatuto de autonomía de Cataluña no deben ser diferentes a los que inspiran
el marco de convivencia de los franceses, alemanes, vascos o valencianos. No
parece razonable que nuestro estatuto establezca un catálogo de derechos y
deberes diferentes al que tienen el resto de españoles. Sin duda, el objetivo de
quienes han impulsado este proyecto de Estatuto es redactar una Constitución
catalana que obvie la pertenencia de Cataluña a España, en un claro intento de
hacer realidad una ficción que sólo existe en sus mentes y que se resume en la
idea de que Cataluña no es ni puede seguir siendo una parte de España.
El aborto o la eutanasia -algunas de las cuestiones más controvertidas desde un
punto de vista moral-, pasan a ser reconocidos en la práctica como un derecho de
los catalanes. En cuanto al matrimonio y la familia, además de reconocer la
igualdad de las distintas uniones estables de pareja con independencia de la
orientación sexual de sus miembros, autoriza que una ley regule esas uniones y
«otras formas de convivencia», abriendo la posibilidad de introducir la
poligamia en nuestro derecho. Por no hablar de la imposición del laicismo en el
ámbito de la enseñanza pública.
No podemos ni debemos caer en la trampa de establecer una serie de valores
partidistas que conviertan nuestro texto estatutario en un muro que separe a los
catalanes ni en un obstáculo para que nuestra sociedad avance de acuerdo con las
nuevas realidades que genera el acceso a las nuevas tecnologías o el fenómeno de
la inmigración. Por ello, resulta antidemocrático que el Estatuto no recoja una
serie de valores que puedan ser asumidos por el conjunto de los ciudadanos. El
pluralismo, la libertad, la cultura y el control político deberían haber sido
los principios y valores máximos que debían haber orientado el texto
estatutario. No debemos permitir -como algunos pretenden- que se apruebe un
Estatuto en contra de nadie, sino que debemos trabajar para que todos los
catalanes nos sintamos cómodos con él. Lo contrario sería defender el
pensamiento único y trazar una línea entre los buenos y malos catalanes, entre
los que se sienten identificados con esos principios y valores que nos definen
por la negación del contrario (en este caso, por desgracia, España) y los que
creemos en una Cataluña plural, llena de ciudadanos libres y responsables que
aspiramos, simplemente, a que la cultura y la educación sigan siendo los valores
básicos que nos permitan garantizar esos mismos valores a las futuras
generaciones de catalanes y catalanas, también libres y responsables.