EL PODER DE LOS VENCIDOS
La distancia se agiganta. Una Cataluña que se disputa el poder y la representación y otra Cataluña que calla y no se siente representada
Artículo de Alfonso USSÍA en “La Razón” del 05.11.06
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Desde Madrid, que en la actualidad se halla a cuarenta mil kilómetros de Barcelona –es un milagro que se tarde tan poco tiempo en cubrir esa distancia–, las cosas se ven diferentes. Tengo para mí que el gran fracaso de Cataluña radica en sus políticos, alejados por fanatismos de aldea o intereses particulares de la callada armonía de la calle. La murga del Estatuto, que parecía tan primordial para los catalanes, se aprobó con una participación ciudadana ridícula. No tanto como un refrendo en Suiza, pero humillante para quienes manifestaban que toda la ciudadanía catalana estaba pendiente de la nueva norma autonómica. Más del cincuenta por ciento de los votantes no se acercaron a las urnas. La ciudadanía venció al Estatuto y a los políticos, incluidos los que gobiernan por aquí a cuarenta mil kilómetros de la Plaza de San Jaime.
Y en las últimas elecciones, los catalanes, algo más animados, han superado por los pelos el cincuenta por ciento de participación. De nuevo, los partidos y sus dirigentes han sido rotundamente vencidos por los votantes. Ninguno puede considerarse vencedor. Todos necesitan de cabriolas ideológicas y saltos de cama para conseguir una mayoría que el pueblo catalán se ha negado a concederles. Cataluña ha escrito un bello y aterrador cuento con su desprecio a los políticos que dicen representarla. La tragedia millonaria de los vencidos. Por un lado, ellos; por el otro, las espaldas de los votantes. La legitimidad simple contra la ilegitimidad moral.
¿Quién puede considerarse vencedor en unas elecciones cuyo resultado exige que el propio triunfador se venza a sí mismo para poder gobernar?
En unos minutos, los que llevo escribiendo, se ha abierto aún más la distancia entre el centro de España y Cataluña. Leo los comentarios y declaraciones de todos los privilegiados derrotados y no atisbo ni una débil luz para la solución. Se habla de «pluralidad». Ni mucho menos. Para que se diera esa pluralidad política en Cataluña sería necesaria la participación masiva, o al menos abundante, de sus ciudadanos.
Y el cuarenta y cinco por ciento de ellos no ha votado ni a CiU, ni al PSC, ni a ERC, ni al PP, ni a ICV ni a los emergentes Ciudadanos. Esa participación menguada no tiene otra interpretación que la realidad de la derrota.
La política en Cataluña no será un ejercicio noble y cívico hasta que sea respaldada por una mayoría de sus ciudadanos, hartos de mejunjes, de prioridades falsas, de comisiones económicas, de enriquecimientos súbitos, de mensajes racistas, de superficialidades irritadas y de estupideces aldeanas.
Los políticos catalanes han conseguido ya la autodeterminación de Cataluña, que se ha independizado de la realidad y del sentido común. Irse del sentido común y de la realidad es mucho más difícil que marcharse de España. En Cataluña, los únicos vencedores de estas recientes elecciones han sido los ciudadanos. Los que han votado, porque se han apercibido de la irrealidad de sus votos, y los que no lo han hecho, porque han demostrado su perplejidad y descontento con quienes presumen de ser sus representantes.
Cataluña es hoy una macedonia de frutas pasadas, una ensalada de contradicciones e incoherencias, un fabuloso territorio habitado por escépticos avergonzados a los que no les afecta nada que vaya un poco más allá de sus propias vidas y su estabilidad económica. Participación pobre, democracia enferma.
Desde aquí, tan lejos, se ve a todos derrotados. Mas vencido por Mas, Carod machacado por Carod, Montilla humillado por Montilla, Piqué destrozado por Piqué, Saura resignado por Saura.
¿Quiénes son ellos, incapaces de animar a los catalanes a votar, para gobernar a los catalanes? Ni pluralidad ni leches. Cansancio, agotamiento, pudor y desconcierto. Victoria de la desidia y el desprecio. Sonora y contundente irresponsabilidad ciudadana provocada por el hastío. Que sigan con su tres por ciento, que sigan con su victimismo plañidero, que sigan con sus intercambios de poderes y beneficios, que sigan alentando la animosidad contra nosotros, los catalanes. Sigamos con la venda puesta y los medios de comunicación controlados. Sigamos, mientras
nuestra economía no enferme, decididos a no enterarnos absolutamente de nada.
Ellos en la Generalidad, en el Parlamento y en los municipios. Nosotros, ajenos a ellos, en nuestros trabajos, nuestras industrias y nuestra calle. Sólo cuando se vea afectada nuestra manera de vivir, reaccionaremos.
La distancia se agiganta. Una Cataluña que se disputa el poder y la representación y otra Cataluña que calla y no se siente representada.
La millonaria tragedia de los vencidos, que saldrán ganando todos, no les quepa la menor duda. Ganando para ellos, que no para los catalanes. Por eso, desde aquí, tan lejos, me siento libre para formular una pregunta. ¿Quién coño ha ganado?