SUFLÉ Y HUMO
Artículo de José Antonio VERA en “La Razón” del 05/03/2005
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
Bien, hay que desinflar el suflé. Ahora ya sabemos, ya entendemos, ya nos cuadra lo del tres por ciento de la corrupción catalana. Se trata de desinflarla, de esperar a que nos cansemos y aburramos de oír hablar del suflé y la vaselina.
Por cierto, ¿qué quiere decir el molt honorable con lo de la vaselina? Hay que explicar un poco más esta terminología tan de la calle, pues en boca de Maragall no logramos comprenderla. Parece más una conversación de barra de bar entre colegas que el discurso de un presidente de la Generalitat.
Yo te aplico vaselina y tu me bajas el suflé del tres por ciento. Hombre, no es muy serio que hablemos de temas serios con tan poca seriedad. Aquí, perdón, lo que ha habido, lo que hay, es mucho comentario
a lo loco de asuntos que no son menores y que merece la pena que abordemos con un mínimo de profundidad. Si Maragall sabe quién pagó y quién cobró el tres por ciento, lo que tiene que hacer es ir al juzgado de guardia y denunciar a los perceptores y a los dadores. Y si no, que no diga nada.
Que guarde silencio. Que no cree más alarma y más escándalo. Que pida perdón, pues un presidente de la Generalitat debe y tiene que actuar responsablemente. Es lo que se espera de alguien de su altura. Es lo que
procede. Y si mantiene lo que dijo, como parece, está obligado a ampliar su discurso, a probarlo con cifras y con datos, a ofrecer fechas, nombres y lugares. Debe demostrar que hay algo, no sólo humo, no sólo la intención de incordiar o molestar.
Claro, lo que quieren es que olvidemos qué se dijo y quién lo dijo. Quieren que corramos un tupido velo. Nunca hubo tres por ciento ni intención de hablar de corrupciones por obras o servicios. A lo sumo fue un desliz, un resbalón, un tropezón.
Se alude con alegría al tres por ciento y luego nadie se acuerda del tres por ciento. Qué se le va a hacer. Un mala tarde la tiene cualquiera. Quién le mandaría salirse del discurso oficial de la sardana y el castellers, de Morages y de Cambó, de Ripoll y Montserrat, que es lo que procede y da votos. Estaban en lo políticamente correcto, pero el Carmelo les ha sacado de quicio. Mala gestión. Gente en la calle abandonada y protestando.
Un túnel que se hunde y un hormigón escaso que no aparece, que no se echó, que alguien se ahorró. ¿Por qué? ¿Quién fue el responsable? No sabemos. Nadie lo asume. Sólo vemos que cuando se tocan ciertos asuntos, ciertas teclas, algunos se ponen muy nerviosos y hablan del tres por ciento con suflé y vaselina. Y luego empiezan a echar balones fuera e intentan enterrar la polémica volviendo al debate territorial y del Estatuto, que es lo que nos quieren hacer creer que interesa a los ciudadanos. Otra mentira.
Lo cierto es que hay errores que algunos algunos cargos no pueden cometer. Sobre todo si se tiene una historia y un pasado. Sobre todo si se ha estado muchos años en la política municipal y ha sido uno salpicado
por escándalos tipo movilma o por los mil millones que dice jotaerre le quisieron cobrar por la licencia de la Teknon a cambio de las obras de la Olimpiada Cultural del 92. Eso no es humo ni es suflé. Eso es una acusación formal en toda regla. Y lo han dicho un empresario y su señora esposa a propósito de la crisis del tres por ciento. O sea. Que algo sí ha pasado. Que también fue verdad lo del caso-casinos y lo del
sector-negocios de cedecé y la loto-gate y Banca Catalana.
En Cataluña nunca se ha querido investigar a fondo la corrupción. Todos han preferido el humo y el suflé. Todos han preferido mirar para otro lado y no complicarse la vida. Aunque es completamente cierto que
se trata de la única comunidad en la que han sido condenados jueces como Estevill y García Lavernia, y
que sólo aquí, pese a las evidencias, pese a los ríos de tinta, casos tan sonados como los de Cullel y Planasdemunt se quedaron en espuma. ¿Por qué motivo? Porque a unos y otros les ha interesado. Porque entre
unos y otros se iban tapando las vergüenzas. Porque nadie quiso insistir en descifrar las claves del jolding de las empresas del juego de Artur-suqué, o sobre Carles Sumarroca o el clan de los Pujol y otros. Y porque es bien sabido y conocido que el caso Filesa nació en Barcelona, en las ubres del pesecé, en plena etapa de esplendor socialista, en pleno apogeo felipista.
Por eso es bueno que ahora que ha prendido este escándalo no intenten apagar su llama entre unos y otros, como tantas otras veces. Piqué tiene razón. Hay que saber qué se esconde detrás del tres por ciento. Hay que volver a discutir el caso en el Parlamento catalán. La negligencia del Carmelo no puede quedar en nada. Alguien debe responder. Alguien tiene que saber si el túnel se hizo mal porque los fondos que había que emplear en hormigón se desviaron al tres por ciento. La credibilidad de algunos está en juego. Las
instituciones y la ciudadanía exigen una aclaración. No puede ser que todo quede, una vez más, en simple humo o en suflé desinflado. Como siempre.