LA NUEVA INQUISICIÓN

 

 

 Artículo de José Antonio VERA en “La Razón” del 24.12.05

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. 

 

Hombre, no: se escuchan por ahí todo tipo de dislates y barbaridades, y nadie hace autocrítica ni sale al paso diciendo querrorquinmensoerror.

Nadie da un golpe en la mesa y dice que esto no, tíos, esto no: hemos metido la

pata y hay que sacarla, tenemos que rectificar. Porque, a ver, insultos ha habido siempre en la política, no hay que escandalizarse, pero no está bien que se incurra

una y otra vez en la descalificación y el vituperio. Guerra insultaba todo el día a todo el que se le venía encima. Llamó «inculto» a Suárez, «repelente» a Herrero de Miñón, «mamut» a Robles Piquer, «cerdo» a Meliá y «cafre» a Aznar. Felipe dijo que Aznar y Anguita eran «la misma mierda». Y Pepiño, hoy en día, dice lo que le parece de quien le parece. Pero que Zapatero y Rajoy se apunten también a esa escuela no es muy edificante.

Creo. Más bien pienso que es un error. Aunque lo grave de verdad, lo tremendo de esta semana, es lo del santo oficio catalán. Eso sí que indigna. Porque ahora resulta que hemos hecho esta democracia para que lleguen unos pavos con apariencia de políticos pretendiendo reinstaurar la censura de prensa, reimplantar la inquisición en los medios, transformarse ellos mismos en modernos torquemadas para decir y decidir, por orden del tripartito social-nacionalista, qué periodistas o medios de comunicación están capacitados para escribir o para informar. Impresionante.

Y es que, santo cielo, ahora resulta que lo que querían Maragall y Carod-Rovira era volver a reimplantar la censura. Andan muy molestos porque hay medios críticos y no les gusta que les reprochen sus decisiones, les fastidia que la prensa opine y diga, por

ejemplo, que el Gobierno tripartito no se dedica a gestionar los intereses de sus ciudadanos, que sólo se preocupan de sí mismos, de sus privilegios, de su Estatut,

que llevan ya dos años cobrando sin hacer nada, sin emprender proyectos de interés general, sin solventar el problema del Carmelo, sin trabajar en serio, pues se

pasan el día enfrentando a unos con otros, enredando, creando problemas en vez de solventarlos. Pero, además, es que son tan torpes y perversos que ahora se permiten incluso, en el colmo de la insolencia, crear un tribunal político para decidir sobre qué se puede o no publicar en los medios, quiénes pueden o no emitir por radio o televisión, qué se debe o no decir, quiénes son los buenos y cumplen con sus designios, quiénes los malos y deben ser censurados o corregidos o advertidos, a quiénes y por qué, en fin, se puede dar una concesión y a quiénes y por qué se le puede retirar.

Ciertamente escandaloso. La palabra es escandaloso. Porque parece mentira que quienes así actúan se consideren a sí mismos demócratas. Parece mentira que el

bodrio del Cac, que es como se llama el invento, lo haya apoyado Ciu, y que incluso inicialmente le diera el visto bueno hasta el pepé. Parece mentira que el psóe

no se haya levantado ya contra la nueva tropelía de Maragall, contra este comisariado político que se va a dedicar a vigilar a la prensa, a censurar y reprobar periodistas.

Bien, y digo yo, decimos muchos: ¿quiénes son ellos para arrogarse el papel de jueces y fiscales? ¿Quiénes y por qué? ¿Nos van a condenar por decir que Carod se reunió con los jefes de Eta en Perpiñán? ¿O quizás por hablar de la corrupción interna del pesecé, del tres por ciento, del caso movilma, y de filesa, de los escándalos ligados a la era Pujol: casinos, cullel, planasdemunt, las tragaperras, la lotogate y banca catalana? Está claro que estos del tripartito tienen un concepto muy turbio de la libertad de expresión y del derecho a la información. Está claro que lo que pretenden es amenazar, blindarse en sus tropelías, actuar con impunidad. Está claro que desconocen u olvidan que en democracia hay unos tribunales de justicia que son los que tienen que decir y decidir sobre la acción del periodista. Como también sobre la acción del político. Si el periodista falta a la verdad o prevarica o calumnia o injuria, deben ser los tribunales los que le juzguen y condenen. Para eso está la Justicia. Pero no deben sustituir ellos a los jueces. Porque ellos están ahí para ser sometidos a la

crítica, para que informemos y opinemos sobre su gestión.

Y si al informar u opinar incurrimos en delito, que nos juzguen, sí, pero los tribunales. No la Gestapo, como hacían los nazis. No la policía fascista, como hacía Mussolini. En Italia, desde la caída del fascismo, los medios de comunicación sólo están sometidos a la ley civil general. Y en España igual, desde que desapareció la censura franquista. Pero ahora vienen estos con sus ínfulas progres y con esta inquisición represora que

debería avergonzarles. Aunque no les avergüenza. Son tan totalitarios como lo fueron los nazis y los stalinistas, y como aún hoy lo son en Cuba los castristas, que también saben mucho de ley mordaza. Éste parece ser el modelo que quieren implantarnos estos políticos vulgares que no se merecen el sueldo que les pagamos y que como son incapaces de gobernar, se dedican a censurar. Como en los tiempos de Franco. Pero peor, porque van de demócratas por la vida, cuando en realidad son simples y vulgares inquisidores que quieren manejar a su antojo la libertad de prensa para beneficiarse de ella y taparse las vergüenzas. Que es al fin y al cabo lo que pretenden.