HONOR NACIONALISTA
Artículo de Aleix VIDAL-QUADRAS en “La Razón” del 20/10/2004
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
Esquerra Republicana de Cataluña ha exigido que el Gobierno central proceda a
restablecer el honor y la dignidad de Lluis Companys, que le fueron arrebatados
junto con la vida por la dictadura franquista. La respuesta del Ejecutivo que
encabeza José Luis Rodríguez Zapatero no ha podido ser más deferente y más
diligente, dando traslado del asunto a la Comisión Interministerial para el
estudio de la situación de las víctimas de la Guerra Civil para que ésta
proponga un procedimiento que sea jurídicamente viable. En el terreno simbólico,
la presencia de la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega flanqueando
a Pasqual Maragall en el homenaje institucional celebrado el domingo por la
tarde en Montjuic hizo palpable el compromiso del gabinete socialista al máximo
rango. La incorporación a la ceremonia de representantes de todo, todo, el arco
parlamentario catalán, demuestran hasta qué punto existe buena voluntad en orden
a la extinción de viejos rescoldos que aún brillan en la oscura noche del
recuerdo.
Sin embargo, se ha puesto en evidencia una vez más que cualquier esfuerzo de
conciliación con los nacionalistas equivale a golpear en hierro frío. El
desplante de los principales dirigentes de Esquerra y de Convergència, que
declinaron groseramente la invitación a acompañar a la vicepresidenta y al
actual titular de la Generalitat por la tarde, aunque sí participaron por
supuesto en el programa estrictamente partidista de la mañana, revela que el
rencor que abrigan sus mentes endurecidas por la intransigencia no tendrá nunca
fin. No es suficiente que se honre públicamente a un personaje que en octubre de
1934 se sumó a una subversión violenta contra la legalidad republicana, que se
adhirió entusiásticamente a los horrores perpetrados en Asturias por las
columnas armadas de sublevados organizadas por socialistas, comunistas y
anarquistas, que se negó a acatar la sentencia del Tribunal de Garantías
Constitucionales sobre la ley de Contratos de Cultivo saltándose el ordenamiento
entonces vigente y que contempló impávido el caos plagado de asesinatos, saqueos
y destrozos que fue Cataluña entre 1936 y 1939, hay que hacer más, pero ¿qué
más? ¿Qué más quiere el contertulio de ETA para darse por satisfecho, además de
reconocer como héroe de la democracia a un individuo que de demócrata tuvo poco,
por no decir nada?
El órgano oficial de Esquerra, el periódico L´Humanitat, clamaba el 5 de
octubre de 1934: «Cataluña está presta. Ha sonado la hora de la movilización.
Que cada uno ocupe su lugar, el arma al brazo y el oído atento a las órdenes».
La movilización era contra un gobierno mayoritario que había ganado limpiamente
las elecciones un año antes y no se había salido un milímetro de sus
atribuciones constitucionales. Por tanto, el honor que hay que restablecer es el
de los golpistas, olvidando que lo fueron. Ese es el honor nacionalista.