¿LA TORMENTA PERFECTA?
Artículo de Aleix VIDAL-QUADRAS en “La Razón” del 27.06.05
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
Los integrantes del grupo redactor del Manifiesto de los Quince empiezan a darse cuenta de los problemas asociados al lanzamiento y organización de un partido político. Una de las primeras cosas que
les ha llamado la atención es comprobar que entre los miles de personas que les están expresando su
adhesión hay gentes que cubren un amplio abanico que se extiende desde la extrema izquierda a la derecha dura. No deben extrañarse en absoluto de este fenómeno porque la formación política que aspiran a configurar encaja claramente en la categoría que los anglosajones llaman «one-issue party», es decir,
partido monotemático. Cuando una cuestión determinada adquiere un especial relieve en una sociedad hasta el punto de que a los ojos de un grupo numeroso de ciudadanos su trascendencia supera a cualquier otro tema de debate público, pueden surgir, como en el caso que nos ocupa, proyectos electorales centrados en este asunto específico atrayendo a votantes que, clasificados desde otro ángulo, resultan
de los más variopinto.
En el período 1991-1996, el Partido Popular de Cataluña llevó a cabo una oposición implacable al nacionalismo pujolista ofreciendo a la opinión pública una alternativa nítida al modelo hegemónico y en las elecciones autonómicas de 1995 atrajo sufragios abundantes de personas que en las elecciones generales apoyaban al Partido Socialista o incluso a Iniciativa, pero que en aquella ocasión buscaron
la opción que se ajustaba mejor a su rechazo al particularismo secesionista y excluyente.
Por consiguiente, los impulsores de la plataforma Ciudadanos de Cataluña no deben inquietarse si sus simpatizantes constituyen un tropel heterogéneo con posiciones diferentes sobre asuntos tales como el régimen tributario de las sociedades anónimas, el papel de la enseñanza privada en el sistema educativo, la regulación del mercado laboral o la privatización de los aeropuertos. Es más, si su propósito es combatir eficazmente el asfixiante monopolio de la identidad que imponen los nacionalistas maragallianos, carodianos y saúricos, no han de hacer profesiones de fe demasiado enfáticas al situarse en el eje izquierda-derecha. Basta con que elaboren un programa social y económico sensato de carácter
ecléctico y pragmático en la línea que hoy promueven socialdemócratas sin prejuicios como Tony Blair o liberales no dogmáticos como Nicolás Sarkozy y no se desvíen de su objetivo principal, que es devolver a los catalanes el pleno ejercicio de sus libertades y derechos.
Vicenç Villatoro ha escrito recientemente que no cree que la verdadera intención de Arcadi Espada, Francesc de Carreras y compañía, sea la de constituir un nuevo partido, sino tan sólo la de inducir un cambio de rumbo en el PSC. Pero también ha reconocido que si tal actor político apareciese en Cataluña, provocaría «una tormenta ideológica». ¿Quizá la tormenta perfecta?