UPYD: HA COMENZADO LA SELECCIÓN POLÍTICA NATURAL
Editorial de Redacción de “I Congreso de UPyD” el 20 Julio 2009
Por su interés y
relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio
web
Con un comentario al final:
OTRA FORMA DE HACER UPyD: CONTRADICCION Y SINTESIS
Luis Bouza-Brey (24-7-09, 10:00)
UPyD nació con la vocación de ser un partido diferente. La voluntad claramente expuesta en su Manifiesto Fundacional era desarrollar una forma de hacer política distinta. Con espíritu libre y crítico, anunció que su objetivo prioritario era la regeneración democrática.
Muchos ciudadanos piensan que la política es para los políticos y por eso, no entendemos el actuar de la clase política. El político es, cada vez más, uno de los estamentos peor considerados. Precisamente por eso, en los últimos tiempos se ha producido cierta revolución ciudadana que ha dado lugar al nacimiento de nuevos partidos impulsados desde el movimiento cívico. UPyD nació por el impulso de personas vinculadas con ese ámbito y con una líder, Rosa Díez, una política con más de 30 años de experiencia a sus espaldas. Sin embargo, el grueso de su afiliación se ha ido nutriendo y conformado de ciudadanos sin experiencia política anterior. La mayoría son personas “vírgenes políticas” que se han unido a un proyecto que, por novedoso y distinto, les resultaba ilusionante.
Sin temor a equivocarnos, más del 75 % de los actuales militantes de UPyD nunca antes han militado en movimientos asociativos, sindicatos o partidos. En consecuencia, salvo su cúpula, el partido lo conforman “ciudadanos metidos a políticos”. Estamos pues ante una experiencia réplica a la vivida en Cataluña con la Asociación Ciudadanos, posteriormente partido, y precisamente con ese mismo nombre como fenómeno representativo de lo que decimos.
A un partido político joven, ilusionante, transversal y con prometedor futuro es lógico que se acerque gente variada. No sólo por origen social, edad, formación, experiencia, carácter, sensibilidad democrática o tendencia ideológica sino con distinta motivación. Así, se afilian personas que jamás han militado en nada y que ni tan siquiera tienen claro para qué entran en el partido. Sólo quieren sumar y aportar lo que puedan o sepan para que el proyecto salga adelante, pero sin ambición personal. Pero también otros muchos, con espúreas motivaciones personales e inconfesables intereses individuales y muy conscientes de que un partido es un gran instrumento de poder. Es decir, los oportunistas, trepas, arrimados, arrebatacapas y zascandiles a los que lo único que les importa es “pillar cacho” como sea. Los que ansían hacerse con una parcelita de poder dentro del partido o que aspiran a colocarse donde puedan. Preferiblemente y como opción más natural, de concejal en su pueblo. Y entre medias, el grueso de la militancia mezcla de una y otra condición o aquellos otros que no saben en realidad lo que quieren.
Pues bien, tras casi dos años de vida, en UPyD ha comenzado la selección natural a favor de los que sí saben lo que quieren: los políticos. ¿Y qué quieren estos? PODER. ¿Y qué consecuencias tiene eso? Pues que UPyD se está convirtiendo en un partido más que en nada se diferencia del resto.
El origen de esa situación se explica rápido. La cúpula de UPyD integrada por una política de toda la vida, un cátedro vinculado con los movimientos asociativos y un sindicalista liberado, hace meses que empezaron a manejar el partido a su antojo. Su lema: “debéis haced lo que nosotros decimos, pero está prohibido hacer lo que nosotros hacemos”. Por tanto, absoluta incoherencia entre discurso y método, palabras y hechos si nos regimos por lo que proclamó el Manifiesto Fundacional inspirador del movimiento. En definitiva, los tres de arriba nos demuestran un día sí y otro también aquello de “nosotros predicamos hacia afuera lo que no practicamos hacia adentro, y en cualquier caso, jamás nos afectará o será de aplicación para nosotros”.
Así las cosas, ellos, los de arriba, los que detentan el poder junto con su cohorte de acólitos, escuderos, arrimados o simples pelotas –y a cambio de las migajas de poder que les dejan caer pero ante la promesa de más en el futuro- manejan a su antojo su piragua. “Porque la inventamos nosotros” –dicen- “porque es nuestra” y porque, “estando instalados en el poder, no vamos a permitir que nadie nos la arrebate, y mucho menos, ahora que todo apunta a que puede llegar a convertirse en un barco”. “Este es nuestro partido y aquí nadie nos va a decir cómo gobernarlo. Mucho menos un puñado de cándidos e inexpertos metidos a políticos que se han creído lo de la de la <<regeneración democrática>>. Eso fue para vendernos hacia afuera. Para el exterior, para los ciudadanos, para que nos votaran y para construir la piragua. Pero, ¡dónde se ha visto tanto inexperto en política! Pues no que pretenden aplicar la democracia eligiendo a los mejor preparados so pretexto de regenerar la política. ¡Pero, que sabrán ellos! ¡Señores, que estamos hablando de poder! ¡Que el poder no se elige, que el poder se conquista!
Y claro, ha comenzado a pasar lo inevitable: esos ciudadanos que un día decidieron jugar a la política, sin querer ser políticos, están empezando a verse rechazados por el propio sistema que fueron llamados a nutrir. Metafóricamente hablando: el pan se hace con harina como la política con políticos. No es posible hacer pan con arena, como imposible conformar un partido político con ciudadanos bienintencionados y sin las “artes de los políticos”. En definitiva, sin el afán por ejercer el poder y mantenerlo a toda costa.
Por tanto, muchos de esos ciudadanos “políticos vírgenes”, algo cándidos e ingenuos, pero íntegros, de buena fe, leales y comprometidos con la idea de democracia y su regeneración, han empezado a contemplar primero, confundidos, después estupefactos y finalmente muy enfadados, como UPyD, ni es un partido distinto, ni por tanto, el proyecto que se les prometió. Que en realidad, nada se quiere de ellos, salvo que abonen su cuota de afiliados, repartan folletos o acudan y aplaudan mucho en los mítines y citas electorales. Por eso, su grado de participación en el debate o la marcha interna del partido es testimonial por no decir, nula. De repente esos ciudadanos han despertado de un sueño y se han dado de bruces con la realidad: UPyD NO es diferente del resto de partidos. No es ni de lejos lo que se les prometió, cuando ellos, con toda su ilusión, decidieron unirse al proyecto. Es un partido más donde mandan los políticos. Los que dicen una cosa y hacen otra; los que venden a los ciudadanos lo que ellos no compran para ellos; los que nos embaucan con una regeneración democrática que no existe filas adentro.
Y claro, la reacción natural es que muchos de esos ciudadanos, tan alejados de la naturaleza del hombre político -los que querían hacer aquél partido diferente- están empezando a abandonar. El goteo de esos, de los “vírgenes políticos”, ha comenzado y es incesante. Las gentes de buena fe, confiadas, ilusionadas, íntegras, los que no ansiaban ni poder ni cargos, los que simplemente querían un partido diferente para hacer una política distinta, se están apeando. Y entonces, se quedarán en el partido los de siempre, los que buscan el poder y hacer de él un fin en sí mismo. Se quedan y vendrán, los que no buscan un partido nuevo como instrumento para transformar la sociedad, sino como un fin a su servicio. Y por eso, y aunque se vayan muchos ciudadanos, vendrán muchos políticos: los que buscan poder y con él, colmar intereses personales. Esos, los de siempre. Aquellos que cuanto menos tienen fuera -en su vida- más buscarán dentro, en la política. Por eso, precisamente por eso, muchos de los que se han ido no ansiaban nada porque ya lo tienen, y esa es la razón de que nada necesiten ni buscan de la política.
Por tanto, en UPyD ha comenzado la selección política natural. Ya nunca más será el partido que se quiso que fuera. Imposible. Lo ha sido durante unos ilusionante meses y hasta que su realidad –la cruda realidad de la política- se ha manifestado. No puede haber auténticos partidos políticos sin políticos de los de siempre, de los de toda la vida. Lo mismo da que no tengan experiencia previa. Lo que sí necesitan, es estar “hechos de madera de político”. El poder es así. El poder es para los políticos y no puede estar en mano de los ciudadanos. Los ciudadanos están para ser gobernados por los políticos. La política es y sólo la hacen los políticos. Sólo a ellos pertenece y sólo ellos pueden manejarla. Siendo la política artificio y mucha mentira, no pueden protagonizarla ciudadanos con limpieza de propósitos y que sólo buscan el bien común. No funciona así. No es compatible. No es posible.
Acaba pues de eclosionar un partido más. Pero que no nos vuelvan a decir que es Un Partido Distinto. Si lo dicen, es mentira, aunque, bien pensado, no debería extrañarnos pues en definitiva, es el ardid propio de los políticos de verdad: de todos los que se están quedando con y en UPyD.
El resto, los otros, no deberíamos consentirlo.
Redacción – U.E.
Breve comentario final:
OTRA FORMA DE HACER UPyD: CONTRADICCION Y SINTESIS
Luis Bouza-Brey (24-7-09, 10:00)
Este artículo es interesante porque apunta a describir la contradicción básica entre ciudadano y político; entre sociedad civil y poder; entre democracia y autoritarismo. Pero al mismo tiempo que describe la contradicción es contradictorio, como bien se ve en el párrafo final: “Acaba pues de eclosionar un partido más. Pero que no nos vuelvan a decir que es Un Partido Distinto. Si lo dicen, es mentira, aunque, bien pensado, no debería extrañarnos pues en definitiva, es el ardid propio de los políticos de verdad: de todos los que se están quedando con y en UPyD.
El resto, los otros, no deberíamos consentirlo.”
Porque si el argumento básico es
que la contradicción es inevitable e insoluble, a qué viene la última frase, en
la que dice que “El resto, los otros, no deberíamos consentirlo”.
La solución a la contradicción es
la democracia, como se viene experimentando con mayor o menor acierto en países
avanzados: porque es cierto que el poder es un bien escaso, y que hay que
competir por él, y que unos tienen ambición por ocupar posiciones de poder y
otros no, y que la política, como resultado de la competición, puede
transformarse en una lucha inacabable entre manadas de hienas por devorar las
piltrafas de un cuerpo en putrefacción.
Pero además de la competencia por
recursos escasos existe la dimensión del interés general, que debe atenderse
por ciudadanos preocupados por ese interés. Y el método de hacer compatible la
lucha por el poder con las exigencias de un poder lo menos corrompido posible
consiste en que la base de ciudadanos que se implican en la política desde la
sociedad civil asuman el control último y permanente del comportamiento de los
que se especializan en la competencia por el poder y en su gestión. La
síntesis, en definitiva, es participación, límites y control: democracia.
Y eso es lo que se ha eludido
tercamente desde la formación de UPyD: con el
pretexto del período de transición entre fundación y consolidación, el partido
se ha transformado en una manada de hienas vigiladas por los machos-as alfa, a
fin de evitar la autodestrucción del rebaño debida a la lucha sin control por
las piltrafas. En lugar de utilizar el período de transición para ir
construyendo un poder basado en la democracia a fin de elegir a los mejores, se
ha consolidado una estructura anquilosada y estéril, basada en el poder
jerárquico, y apoyada en sicarios sumisos al liderazgo y autoritarios frente a
los afiliados. Y la consecuencia de ello ha sido la destrucción del partido y
su inhabilitación para el objetivo por el que fue creado: la regeneración
democrática y la consolidación de una forma nueva de hacer política. Nueva, por
otra parte, en este país, carente de tradición democrática e inexperto en la
creación de redes sociales cooperativas que atiendan al interés general.
Y todo esto lo que revela es un
fallo descomunal en el liderazgo, pues la cúpula del partido ha resultado
incapaz de construir la herramienta que decía intentar fundar: se ha creado un
engendro patológico y putrefacto en base a la selección negativa, el
autoritarismo en los medios y la corrupción de los fines. Y cuando esta
patología se ha desenmascarado, la desilusión y la sensación de fraude se han
extendido como un torrente por entre los afiliados, produciendo la salida del
partido de sectores significativos y el desconcierto en otro numeroso sector de
ellos, que no saben si el remedio todavía es posible o si hay que abandonar
toda esperanza.
La pregunta más pertinente ante
esta situación es la siguiente: ¿es inevitable la corrupción del interés
general a causa de la emergencia y consolidación de las ambiciones e intereses
particulares de sectas y/o castas políticas? Y la respuesta es que no: la
democracia es un ideal, y lo más próximo a ella, de momento, es una
MERITOCRACIA CONTROLADA, en la que ambos términos de la fórmula son
inseparables, pues sin control desde la base no hay meritocracia,
sino oligarquía elegida según criterios clientelares al servicio de los que
mandan.
Pero esto que estoy diciendo no es
nuevo: Aristóteles ya distinguía entre Aristocracia y Oligarquía según fuera el
interés perseguido por los pocos que mandan, el general o el particular. Y el
interés particular más prioritario de los oligarcas es la ocupación y
perpetuación de una posición de poder, pues el poder es un bien universal, que
sirve para conseguir todos los demás.
Y lo que ha caracterizado a la
oligarquía que manda en UPyD es la cobardía democrática:
el miedo a las bases ---o el desprecio a su capacidad y conciencia--- y el
rechazo a la democracia como fórmula de construcción del partido. Pues con el
argumento del período de transición y el de que la política interna no interesa
a los ciudadanos, se ha eliminado la política como participación y resolución
consensual y cooperativa de los conflictos, siguiendo con ello las más rancias
doctrinas autoritarias de la derecha fascista o de la izquierda leninista. Por
eso, el comportamiento de Rosa 3 o de MG recuerda frases célebres de conocidos
personajes políticos totalitarios o autoritarios, como la de “¿Libertad, para
qué?”, o “No se meta Vd. en política, haga como yo”; o el talante y el rugido
de leones altivos promotores de la “revolución pendiente” mediante la represión
de la disidencia democrática.
Ante estas patologías aberrantes,
¿cuál es la solución? La solución es la síntesis entre aristocracia y
democracia; entre sectarismo ideológico y pragmatismo racional orientado según
los valores; entre opciones diferentes y cooperación consensual derivada del
debate y votación; entre poder y participación; entre Estado y Sociedad; entre
moralidades particulares y laicidad política del conjunto.
La solución es la transversalidad que rompe esquemas anquilosados y construye
otros nuevos más vivos y realistas; la transversalidad
que obliga al esfuerzo creativo y descarta la parálisis clientelar sectaria; la
transversalidad que supera las dos Españas y los dos
nacionalismos étnicos y crea una democracia avanzada y plural; la transversalidad que introduce una cuña integradora en el
sistema político y acaba con el chantaje de oligarquías locales enemigas del
interés general y partidarias de la destrucción del país.
Muy difícil de realizar todo esto,
¿no? ¿Será imposible? Los que iniciamos todo esto hace ya varios años creímos
que era realizable, primero en Ciudadanos y después en UPyD.
Ambas experiencias han fracasado, pero han despertado sueños que no morirán.
La segunda pregunta que hay que
hacerse es: ¿Cuánto tiempo nos llevará construir algo decente contra la
corriente de nuestra Historia y la incapacidad de nuestros actuales dirigentes?
¿Cuál es el camino y los medios correctos?
La respuesta a este interrogante
está en vuestras conciencias y en el acierto de vuestro comportamiento.