EL CENTRISMO EXTREMISTA Y SU
CANTINELA ENSORDECEDORA
Artículo de Santiago
Abascal en
“El Semanal Digital” del 16 de junio de 2008
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que
sigue para incluirlo en este sitio web.
Dice Gallardón que el PP "no es de
derechas". Dijo hace unos días que había que invitar a los nacionalistas a
un liderazgo español global. Da risa pero es trágico.
Tras
la derrota electoral son plaga las voces dentro de mi partido que apuestan por
algún tipo de
amabilidad, simpatía, entente, acercamiento o pacto con las fuerzas
nacionalistas. Coinciden tales voces con los apologistas del centrismo, los
mismos que dan una patada todos los días en los sentimientos nobles de la base
social del PP que, -conservadora, liberal, democristiana, nacional y
reformista-, se identifica sin complejos ni titubeos en un ámbito más amplio;
el centroderecha español.
Prototipo
de tal plaga de radicalismo centrista es el alcalde de Madrid, Alberto
Ruiz-Gallardón, que el domingo decía que el PP "no es de
derechas", y hace escasas semanas pontificaba – con una ocurrencia tan
trágica como hilarante- que había "que invitar a los nacionalistas a
nuestro proyecto de España porque si no sería un error".
Lo que es un error es que algunos, con Gallardón en vanguardia, obvien los
refrendos de secesión planteados en Cataluña y País Vasco y
pretendan buscar el centro
político alejándose del mismo mientras llaman desesperados, amables, cariñosos
y coquetamente centristas, a los extremistas, ultras, y rupturistas que en el
monte antinacional esgrimen la secesión en una mano y el
trabuco reaccionario y anti- igualitario en la otra. Tal centrismo es una
quimera, además de una cantinela ensordecedora. Pero a algunos no se les cae de
la boca, mientras todos los días meten el dedo en el ojo de la base social del
PP que cada vez siente su voto menos cautivo ante algunos representantes
irresponsables que cada vez les representan menos.
El
centro político como posición relativa que evoque la vocación mayoritaria del
PP en la sociedad española, y no como ideología. Y el reformismo que pretenda
restaurar las fisuras abiertas en el modelo constitucional por el separatismo y
el autonomismo exacerbado son no solo aceptables sino deseables.
Pero
ni ese centro político está junto a los secesionistas furibundos o camuflados,
ni ese reformismo deseable puede ser una etiqueta propagandística sin contenido
alguno. Si hay un centro político solo puede estar en el gran acuerdo nacional
frente a los extremismos separatistas y demás egoísmos. Y si hay un reformismo
verdadero sólo puede estar en la salvación de las instituciones mediante la
reforma o restauración constitucional para salvar al Estado nacional español y a
los ciudadanos de los nacionalismos depravados y de la ruina de las
instituciones políticas, judiciales y constitucionales. Gallardón
y sus émulos deberían saberlo. De lo contrario, los españoles se
lo harán saber.