CIU Y EL PP: UNA RELACIÓN DE DOMINACIÓN

 

Artículo de Santiago Abascal en “El Semanal Digital” del 26 de enero de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web

 

Que Artur Mas se permita chulear al Partido Popular, e incluso dirigirle su agenda política, da la medida de lo mal que están las cosas en España.

Se fue al notario para estampar a sangre y fuego que jamás pactaría con el pérfido Partido Popular que osaba impugnar ante el TC el sacrosanto Estatuto de Cataluña. Va a ser cierto el dicho de que "agua pasada no mueve molinos" porque Artur Mas ha mostrado en público su satisfacción con el nuevo PP de Cataluña y, por ende, de España.

A día de hoy resulta que Mas alaba al PP porque según el separatista: "habla ahora más de economía que de Estatuto y de lengua". Es decir; Mas alaba el silencio del PP, el aparente camuflaje en la monocolor Cataluña, el desistimiento. Y eso no es bueno, ni para del PP, ni para España, que es lo importante.


Ellos legislan sobre "Estatuto y lengua" y el PP ha de acatar, ha de "hablar menos". En definitiva, la relación que CIU está dispuesta a establecer con el PP es una relación de dominación en toda regla. Basada en un chantaje clamoroso, ensordecedor. En un secuestro de la voluntad de hacer política nacional por parte de la dirección del PP. Eso es lo que CIU pretende. Y eso no me sorprende. Lo que me preocupa es que el PP no se dé cuenta o pueda satisfacer, aunque fuera mínimamente, esa pretensión de los nacionalistas de Convergencia i Unió. Porque en éso se fundamenta, en esos amores desiguales, la luna de miel entre PP y CIU; en la renuncia del PP a sí mismo.


Y la mayoría de los españoles no quieren que la política española se reduzca a un corto de vista y vulgar cambio de cromos; la Moncloa para ti, y la Generalitat para mí. Los españoles quieren que la política responda a unos principios y a unas necesidades reales de los españoles. No a los deseos de unas minorías que hacen política con la pistola de atracadores debajo de la chaqueta.


Pero el problema de fondo es que la configuración de la España autonómica, la organización territorial del Estado, conduce inexorablemente a la ausencia de una política nacional en todos los partidos, reduciéndose la política a la pura coyuntura, al chalaneo con los líderes autonómicos y a la ridiculización o postergación del bien común.

Da igual a qué nos refiramos; si a las contradicciones de los partidos nacionales en materia estatutaria, demostrada en el último aluvión de reformas, con el consecuente atiborramiento del poder autonómico, que han deshecho las costuras de la Constitución de 1978. O a las contradicciones en materia nuclear demostradas estos días en el Partido Popular que, según sentencia la Secretaria General del mismo, expedientará al alcalde que ha apostado por crear un cementerio nuclear en su localidad. Poco importan las contradicciones; que el PP haya apostado por la energía nuclear en su programa electoral; que se ataque la autonomía municipal tan reivindicada, o que quién anuncia el expediente contra el alcalde no se sabe si actúa en defensa de intereses nacionales, o castellano-manchegos. Poco importa, pero lo cierto al fin y al cabo es la inexistencia de una política nacional en todas las materias.

Una muestra más de que nos encontramos en un fin de ciclo, en una mutación del régimen de 1978, en la que a la descomposición general de las instituciones acompaña una visible descomposición de una de las instituciones más importantes de nuestra democracia: los partidos políticos.