LA FIEBRE ESTATUTARIA O EL SÍNTOMA DE UNA LOCURA O CÁNCER CONTAGIOSO
Artículo de Santiago Abascal en “El Semanal Digital” del 08.05.06
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Lo de Chaves y el Guadalquivir
enlaza con el .cat de Baleares, con el blindaje del Ebro, con la creación de una
lengua a base de palabras que acaban en "u". Es el signo de la España de ZP.
8 de mayo de 2006. Según la Constitución de 1978 –prácticamente abolida- es una
competencia exclusiva del Estado. En cambio, para Chaves, el de nacionalidad
andaluza - no venezolana- "la reivindicación de la gestión sobre la cuenca
hidrográfica del Guadalquivir es, no sólo histórica, sino irrenunciable, porque
además se constituye como un símbolo de lo que es este Estatuto".
Sin duda, la locura nacionalista, que es la locura identitataria, que es la
locura de las competencias, que es la locura del poder, que es la locura de los
Estatutos, es, no ya una dolencia de España, sino su mismísimo cáncer nacional.
Con una salvedad respecto a este tipo de enfermedad; en el caso que nos ocupa es
contagiosa. Sí, una maldita plaga que propaga la estupidez, la iniquidad, y la
mezquindad por todos los rincones del territorio nacional, y que amenaza nuestro
ser nacional mientras millones de españoles están en la inopia.
Quien más quien menos, todos se contagian del infame virus particularista.
Querían blindar el Ebro en Cataluña. Ahora se les ha ocurrido en Aragón, a unos
insensatos que, como antes pasa por allí, lo blindan ellos. Acabarán hablando
los cántabros, que para algo nace en sus montañas y, con algún dique, querrán
apresar en Fontibre las aguas iberas para desviarlas al Cantábrico. Tengan
ustedes en cuenta que también en la españolísma Montaña –tanto como cualquier
región española- hay unos lunáticos que quieren hacer una lengua del mal hablar
y del terminar las palabras en "u". Sí, cierto, desde luego; ahora son
residuales y ridículos, pero todo se andará.
¿Acaso no es ridículo Chaves con su realidad nacional y su dichoso Guadalquivir?
¿Acaso no es ridícula la imposición lingüística del catalán, gallego, valenciano
y vasco –y el fingimiento lingüístico de que el castellano fuera una traba en
lugar de un extraordinario vehículo de comunicación humana- de varias regiones
españolas donde el 100% de los ciudadanos saben, entienden y hablan español?
Somos el hazmerreír de Europa. ¿Acaso no es patético ver cómo, en Baleares, a
las páginas institucionales de Internet se puede acceder con el dominio .cat
ideado por los mismos que quieren sojuzgar a los insulares? ¿Acaso no es
absurdo, en términos sociolingüísticos, y ahistórico, decir que el español no es
la lengua propia de los valencianos, sino sólo la oficial? ¿Acaso no es de
insensatos sumarse a este locura orgiástica de parir Estatutos para fanáticos
que no interesan a ningún español, de ninguna comunidad, que tenga dos dedos de
frente? ¿Acaso no es ridículo siquiera sospechar que España no es nuestra
nación?
Pues todo lo ridículo, como en los peores augurios, se ha hecho realidad en
España. Lo que hace unos años era ficción, ahora es realidad. ¿Por qué?
Se ha puesto de moda, en un lado y en otro, decir que el modelo y el paradigma
del Gobierno actual es la II República. Unos lo dicen para asumir y reivindicar
su legado. Y otros para cuestionarlo y denostarlo. Sin duda, el guerracivilismo
de Zapatero hace verosímil esa última interpretación.
Pero hay otro modelo más exacto, que es el verdadero paradigma de la España
actual: la I República con su proliferación cantonalista y su ¡Viva Cartagena!
He ahí nuestro espejo y nuestro drama. Pero frente al ¡Viva la desigualdad! y el
¡Vivan las "caenas"!, algunos continuaremos gritando, y escribiendo –cada vez
más alto, cada vez más fuerte, cada vez con más orgullo, cada vez con más rabia-
¡Viva España! Que, entre otras cosas, es hoy vitorear a la libertad y a la
igualdad.