EL BOICOT DE ERC
Editorial de “ABC” del 27/11/2004
Por su interés y relevancia, he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
LAS
consecuencias políticas de la exclusión de la Federación Catalana de Patinaje de
las competiciones internacionales son toda una metáfora de las tensiones que
está causando la política de alianzas del Gobierno de José Luis Rodríguez
Zapatero. Por un lado, el Ejecutivo ha actuado correctamente al defender la
representación exclusiva de las selecciones españolas en el ámbito
internacional. Que lo haya hecho con mayor o menor convicción es algo secundario
frente a la defensa de la legalidad vigente en esta materia y a la decisión
política de no ceder espacio a la presión del tripartito catalán en un asunto
que tiene un fuerte significado social y simbólico. Por otro lado, la arrogancia
y la osadía que exhibe Esquerra Republicana de Cataluña no se basa en la
dimensión de su porcentaje electoral, sino en la influencia política que le han
proporcionado el pacto de gobierno con Pasqual Maragall y la precariedad
parlamentaria del Ejecutivo de Rodríguez Zapatero. Esquerra es lo que es, hoy en
día, en la política española -un foco de crispación y de enfrentamiento- porque
Rodríguez Zapatero y Maragall han querido poner en sus manos la estabilidad de
sus respectivos Gobiernos, descartando otras opciones que habrían sido más
beneficiosas para el conjunto de España, incluso para sus respectivos proyectos
políticos.
Hay motivos para congratularse de que haya terminado, por ahora, la aventura
deportiva internacional del tripartito catalán, pero también los hay para
preocuparse de que el PSOE sea capaz de mantener sus acuerdos con una formación
política que ha sacado a relucir su veta más extremista, amenazando -en una
clara ruptura del espíritu de solidaridad que contribuyó al éxito de Barcelona
92-, con boicotear el apoyo de Cataluña a los Juegos Olímpicos de Madrid 2012,
descalificando la calidad democrática del sistema político español y apelando
directamente a la creación de un estado catalán. ¿Está dispuesto el PSOE a
mantener sus pactos con Esquerra en estas condiciones?
Sería un error que el Gobierno se afanara en apaciguar a Esquerra Republicana
con concesiones en otros ámbitos, pero esto es exactamente a lo que se ha
acostumbrado este partido independentista en sus relaciones con el Gobierno: a
rentabilizar óptimamente el chantaje y la amenaza, demonizando y convirtiendo a
Madrid en obsesivo centro de sus ataques. Fue el mismo Carod-Rovira, que ahora
clama contra España, quien entró desafiante en La Moncloa y salió triunfante,
tras haber doblado el brazo al Gobierno en la polémica por la unidad del
catalán. El Ejecutivo ha hecho lo que tenía que hacer al defender la integridad
de la representación deportiva por la Federación Española de Patinaje, pero este
enfrentamiento con el tripartito demuestra que es mucho más lo que tiene que
rectificar.
El problema no es el hockey sobre patines. El problema es que no es posible la
convivencia política pacífica con Esquerra Republicana, menos aún si cuenta con
Pasqual Maragall haciendo la cobertura a sus socios independentistas, que cada
vez dejan menos margen de maniobra al Gobierno. Esquerra Republicana de Cataluña
es el socio del PSOE en el Parlamento nacional y los socialistas no pueden
lanzar balones fuera para endosar a otros la culpa de este secuestro político
que se ha impuesto el Ejecutivo, por voluntad propia y por intereses meramente
partidistas. Sencillamente, no es viable, ni en la teoría ni en la práctica,
compartir un proyecto nacional, para todos los españoles y para todo el
territorio español, con quienes no creen en España ni en la igualdad de sus
ciudadanos. Haber pactado con Esquerra Republicana es como jugar a la ruleta
rusa y, antes o después, tenía que producirse el siniestro. El de ayer sólo es
un aviso, pero suficiente para que el Gobierno se dé cuenta de que del brazo de
Esquerra sólo va al vacío.