ETA Y LA MEMORIA
Editorial de “ABC” del 17/01/2005
Por su interés y relevancia, he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
LA
predisposición a la desmemoria siempre ha sido el principal aliado del
nacionalismo vasco, incluido el que representa ETA. Si se tiene en cuenta este
dato, puramente empírico, podrá valorarse el último comunicado de la banda
terrorista en sus justos términos y así relativizar su alcance. El propósito de
la banda terrorista con su comunicado de ayer era sumarse a la sincronía
nacionalista impuesta por el plan Ibarretxe y avisar al PNV de que su apoyo no
es un cheque en blanco. Después de Ibarretxe, Atutxa y Otegi, faltaba ETA para
completar el elenco del frente abertzale que ha propiciado el lendakari. Desde
el 30 de diciembre, nada de lo que emane de este frente nacionalista es o será
ajeno a los intereses comunes de sus integrantes y era necesario, para consumo
interno, que la imagen de convergencia quedara explícita, con un plan que abraza
a todos, desde el PNV a ETA. Sin duda, los terroristas también tienen presente
el acoso del Estado, la situación in extremis de la izquierda abertzale y la
posición de fuerza que ha adquirido el PNV en la comunidad nacionalista,
gracias, por paradójico que resulte, a la debilitación progresiva de ETA. Pero
sería un grave error interpretar esta irrupción de ETA como un acto aislado de
la ejecución del plan Ibarretxe. La motivación estaba descrita en la taimada
invitación que le cursó Otegi a Rodríguez Zapatero para ser el Tony Blair
español: convertir el proceso de soberanía abierto por el PNV -y con la
aquiescencia de este partido- en un proceso de paz, de paz a cambio de
soberanía. El plan lo pone el PNV y ETA la coacción.
La memoria, por tanto, debe hacer presentes ahora los intentos de 1989 y 1998,
cuando se dialogó con la banda terrorista. También debe hacer presente el
preámbulo del Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo, que compromete a
PP y PSOE para negar cualquier beneficio político al cese de la violencia, lo
que incluye la oposición al plan Ibarretxe como obligación inherente a este
acuerdo de Estado. Y debe también recordarse que hoy Batasuna es una
organización ilegal y que ETA ni siquiera ha anunciado una tregua indefinida. La
respuesta del Gobierno socialista, similar a la del PP, ha sido la correcta al
exigir a ETA el abandono de las armas y el cese de la violencia. Incluso cabría
enumerar más exigencias, porque tras el fraude de 1998 sólo son admisibles actos
inequívocos de desarme incondicional y entrega de los terroristas a la Justicia.
Parece evidente que, inmerso en la debilidad y con el fin de no perder su
«presencia política», algo se está moviendo en el mundo abertzale. Con la sombra
de una hipotética tregua planeando sobre el futuro, el Gobierno ha de ser muy
cauteloso y debe saber medir bien los pasos que se dan al otro lado para
preparar conveniente los suyos.