ETA PREPARA LA NEGOCIACIÓN
Editorial de “ABC” del 24/04/2005
Por su interés y relevancia, he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
LAS
reflexiones que el presidente del PNV, Josu Jon Imaz, vierte en la entrevista
que hoy publica ABC ofrecen margen para diversas interpretaciones, aunque
ninguna de ellas sería acertada si se redujera a segundo plano la continuidad de
ETA como cepo para la libertad de decenas de miles de vascos. El robo de 4.000
kilos de sustancias para fabricar explosivos en Francia apunta directamente a la
autoría de la banda (lugar, procedimiento y material usual en sus últimos
atentados) y supone un recordatorio para los optimistas que dan por inaugurado
el camino a la «paz negociada». Con esos explosivos, ETA puede matar, y más aún
si alguien está a la espera de negociar con ella. Si se confirma la autoría del
robo, como parece previsible tras las primeras pesquisas policiales, la banda
habrá hecho su primer comunicado tras el 17-A, mostrando sus cartas ante una
hipotética negociación.
En el plano político, es posible que la insistencia con la que Imaz sugiere un
pacto de autogobierno a los socialistas vascos y a la izquierda abertzale
implique el desistimiento del plan Ibarretxe y la neutralización política del
lendakari. Los resultados electorales han castigado la soberbia del PNV en el
planteamiento de su propuesta soberanista. Sin embargo, también en 2001
Ibarretxe, con Imaz de portavoz de Ajuria Enea, llamaba a los partidos e
instituciones del País Vasco a sumarse al proyecto político de libre asociación.
El crédito que reclama Imaz para su oferta está cuestionado por el hecho de que,
en cierto modo, es la misma de hace cuatro años, eso sí, con cuatro escaños
menos, pero ETA con dos más. En todo caso, Imaz sigue cultivando aquello que más
ha beneficiado su buena imagen: la moderación del lenguaje y la suavidad de las
formas.
Pero no basta. El PNV es un partido que ha hecho de la deslealtad su método
político, a partir de una lamentable pérdida de escrúpulos, sin la cual no se
explica que en 1996 pactara con el PP la investidura de Aznar y en 1998 acordara
con ETA la segregación de los no nacionalistas y el impulso de un proceso
soberanista. Esta es una lección definitiva de que el discurso del PNV carece
por anticipado de cualquier margen de confianza.
El principal destinatario formal de esta oferta nacionalista de diálogo es el
PSE. Otra cosa es que el PNV plantee condiciones inadmisibles y le dejen
expedita la formación del gran frente abertzale con los comunistas de las
Tierras Vascas. El PNV siempre ha sabido endosar culpas a los demás para no
pagar precio por sus fracasos. Por eso es importante que el PSE sea consciente
de que cualquier acuerdo con el PNV no debe acabar siendo la enésima trampa con
la que el nacionalismo salva el pellejo político. Esta vez la exigencia al
nacionalismo debería alcanza cotas inéditas de lealtad constitucional y revisión
interna de personas y programas.
El PSE tiene toda la legitimidad para hablar con el PNV, pero siempre que se den
unas condiciones determinadas, porque el problema vasco es un problema español,
que nunca alcanzará una solución legítima y duradera sin el PP. No se trata de
un escrutinio de votos, sino de un consenso constitucional de gran calado para
vencer al terrorismo y suturar la fractura entre vascos. La actitud del PSE ante
el nuevo escenario puede contribuir a iniciar este camino, si aprovecha la
ocasión para evaluar al nacionalismo por su trayectoria, o a agravar el
problema, si opta por una política blanda compuesta sólo de análisis tácticos y
rentista de la exclusión del PP. Debería haber un límite infranqueable: el
acuerdo con la izquierda proetarra. De ahí que sea pertinente recordar un
reciente editorial de «Gara», órgano de expresión etarra, alabando por primera
vez a Zapatero por romper el pacto antiterrorista.
Hay datos que están conformando la sensación de que todo lo sucedido con el PCTV
responde a un plan para blanquear a la izquierda proetarra y sentarla a la mesa
de negociaciones. Peligroso escenario ante el que ETA pudo ayer puesto en
Francia su primera «cláusula», en un proceso que el Gobierno habrá de gestionar
con suma responsabilidad, pues debe saber que no sólo será responsable de sus
errores sino de los que afecten a toda la nación.