LA VOLUNTAD DE ETA
Editorial de “ABC” del 11.06.05
Por su interés y relevancia, he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
CUANDO a un terrorista se
le pregunta por su voluntad de dejar las armas, acaba contestando como hizo ayer
ETA en Zaragoza, lanzando una granada contra el aeropuerto de la capital
aragonesa y dejando otra preparada que, afortunadamente, pudo ser desactivada
por los Tedax. Nada nuevo. Ya lo anunció un dirigente batasuno con claridad
procaz: ETA no va a dejar la lucha armada porque sí. El 26 de mayo hizo estallar
un coche bomba en Madrid. Ayer fue Zaragoza. Para ser un tiempo de esperanza, la
curva estadística del terrorismo aumenta constantemente. La voluntad de ETA es
seguir aterrorizando, lo que da al presidente del Gobierno la respuesta a la
expectativa que ha abierto sobre el cese dialogado de la violencia. Cuestión
distinta es que el Ejecutivo no atienda a los hechos e ignore sus consecuencias.
Pero éste es el problema que hace inverosímil la iniciativa personal de
Rodríguez Zapatero de tratar el terrorismo de ETA como un fenómeno reversible
por efecto, casi taumatúrgico, de una mera aplicación de gestos y declaraciones
seductoras.
Hay, en el fondo de esta actitud gubernamental, un profundo desconocimiento
acerca de la naturaleza de los terroristas y de su determinación criminal. El
terrorista es un delincuente y, además, actúa de mala fe cuando se le trata como
interlocutor. La creencia de que en un determinado punto crítico de la evolución
política cabría sentar en una mesa de negociación al Estado y a ETA roza la
puerilidad y, sobre todo, desprecia la experiencia histórica. El Gobierno
socialista está actuando como si su llegada al poder hubiera sido la ocasión que
esperaban los terroristas, impacientes ellos, para sacar a la luz su vocación
negociadora, frustrada por la intemperancia de los gobiernos anteriores. El
cúmulo de espejismos ya es suficiente. El Gobierno de Rodríguez Zapatero tiene
datos por sí mismo, no heredados, para saber cómo está manejando ETA las ofertas
de diálogo que el Ejecutivo y el Parlamento le han puesto sobre la mesa y en
condiciones progresivamente favorables, porque no sólo el jefe del Ejecutivo
rebajó en el Senado el listón del diálogo a que los terroristas simplemente
mostraran voluntad de abandonar las armas. También se están encontrando con el
viento a favor que provoca el divorcio entre el Gobierno y las víctimas, la
recuperación diaria de la izquierda abertzale, la impunidad del regreso de
Batasuna y otros factores indiscutibles que no entrañan ningún avance y sí
muchos lastres y dudas en la lucha antiterrorista.
Cada vez que se produce una reiteración de la oferta de diálogo, ETA responde
con un atentado, no porque no le interese tácticamente la confusión que está
produciendo la política gubernamental, sino porque le permite comprobar que el
Ejecutivo aumenta en la misma proporción el nivel de compatibilidad entre
atentados y ofrecimiento negociador. Así es muy difícil que ETA se vea compelida
a una tregua que le está resultando materialmente innecesaria porque sus efectos
se los está encontrando gratuitamente, sin coste alguno. De hecho, esta política
aparentemente novedosa ya es conocida por ETA. Los terroristas constatan que han
vuelto al Parlamento de Vitoria, donde podrán condicionar durante cuatro años
más la vida política de los ciudadanos vascos, con el coro ingenuo de los que
dicen que siempre es mejor que estén dentro que fuera, como si las dos décadas
de Batasuna en la Cámara vasca hubieran contribuido a la paz. También aprecian
que el Estado de Derecho se está inhibiendo más allá de la neutralización de la
Ley de Partidos para entrar otra vez, y a pesar del procesamiento de Otegui, en
el sofisma de que sólo son terroristas los que atentan. Comprueban que el
constitucionalismo vasco y las víctimas pueden verse forzados a iniciar un
camino de vuelta después del apogeo de Ermua. Es decir, la modernidad de los
discursos del Gobierno sobre el fin de ETA es, en realidad, la reformulación de
planteamientos fracasados (Argel, Santo Domingo, Pérez Esquivel, etcétera), no
porque fueran mal aplicados, sino porque eran estériles para producir el
desistimiento de ETA. Por eso, la ruptura del Pacto Antiterrorista está siendo,
también, expresión de la deliberada falta de memoria del Gobierno socialista.
ETA, que sigue siendo la misma, lo sabe y se aprovecha.