MARAGALL SE DESPEÑA

 

 Editorial de  “ABC” del 17.10.05

 

 Por su interés y relevancia, he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

 La capacidad de Pasqual Maragall para crear problemas está adquiriendo dimensiones homéricas. En sólo cuarenta y ocho horas y con un único movimiento (una consulta a ERC para remodelar su Gobierno y colocar en el nuevo gabinete a su hermano) ha conseguido soliviantar a su propio partido, a sus socios en el tripartito y a la principal fuerza política de la oposición en Cataluña. Tal es el tamaño de la brecha abierta y tantos los flancos de queja que ha desatado que ya resulta difícil encontrar en la política actual alguien que propenda a crear convulsiones de ese tamaño y de manera tan habitual. Baste recordar el episodio que protagonizó al pronunciar la famosa frase («Ustedes tienen un problema que se llama 3 por ciento») con la que venía a acusar de corrupción a CiU. Ahí es nada. Para salir del atolladero en el que se encontraba por el escándalo del barrio del Carmelo, y agobiado por las acusaciones de negligencias de todo tipo que señalaban a su gobierno en aquel hundimiento, lanzó semejante cortina de humo (en sede parlamentaria) que multiplicó por seis el revuelo, la confusión y el desconcierto en la opinión pública. Es decir, y dicho de manera más sencilla, Maragall tiende a crear un problemón para salir de un problema. Ahora, vuelve a ocurrir lo mismo con el intento de abrir una crisis en su gobierno.

Seguramente, al proponer ahora la remodelación del gabinete, en el ánimo del presidente catalán estaba el sedar, en la medida de lo posible, el incontenible coro de voces que se oponen a la reforma del Estatuto aprobada por el Parlamento autonómico, y que no es sólo una «cosa del PP» sino un movimiento que se extiende poderosamente por los cimientos del edificio socialista. Ya no son los barones territoriales -tradicionales portaestandartes de la queja contra la expansión del nacionalismo dentro del PSOE- quienes llevan la voz cantante, sino que la corriente contraria es casi unánime en Ferraz y otros aledaños. Al intentar distraerla con la crisis gubernamental, Maragall ha vuelto a caer en el mismo error: ha creado otro aprieto sin resolver el antiguo.

Porque ahora, y tras denunciar su unilateralismo, es el propio PSC el que le critica abiertamente por no haber consultado con el partido sus intenciones y por haberse ido derecho a ERC a pedir la venia. El hecho de que su hermano estuviera de por medio, como candidato a coger el asa de una cartera, no le ayuda nada y hace más comprensible, que no justificable, el ocultismo con el que se ha movido. El primer secretario de los socialistas catalanes, y ministro de Industria, José Montilla, afeó inmediatamente su conducta a Maragall y le advirtió que no es el momento de hacer cambios.

Fuera del socialismo, las críticas son también unánimes. Aunque acogiéndose a su destreza como pescador en río revuelto, CiU no dejó pasar la oportunidad para radiografiar la extrema debilidad del presidente de la Generalitat, al que no le queda ni un gramo de autonomía en el ejercicio del poder, ni siquiera para sacar adelante un cambio de piezas en su gobierno. En el contexto actual, la desautorización de Maragall a tres bandas (ERC, PSC y CiU) supone una malísima noticia para el proyecto estatutario aprobado en el Parlament, pero buena para el constitucionalismo, pues las brechas abiertas restarán fuerzas al tripartito y a Convergencia en la defensa de tan disparatado texto.

La imagen y el crédito político de Maragall, que ha gastado media legislatura en esa ensoñación del Estatuto, parecen heridos de muerte. Nunca tanto como ahora ha aparecido ante la opinión pública tan dependiente de una Esquerra que, con sólo el 16 por ciento de los votos, maneja a su antojo los tiempos y la agenda política del presidente de la Generalitat. La displicencia con que este partido le trata bordea la chusquedad.

Y las malas horas que atraviesa Maragall son también un aviso a otros navegantes sin brújula. Rodríguez Zapatero puede tomar buena nota de lo que está ocurriendo en Cataluña, pues él siguió los mismo pasos en las Cortes y optó por idéntica alianza, si bien con una diferencia sustancial: los independentistas catalanes consiguieron el 2,4 por ciento de los votos emitidos en 14-M. Conviene tener siempre en mente este minúsculo porcentaje a la hora de valorar en manos de quién se encuentra la gobernabilidad de España.