RAJOY EVITA LA TRAMPA
Editorial de “ABC” del 28.12.05
Por su interés y relevancia he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web.
La tramitación del proyecto de un
nuevo Estatuto para Cataluña tiene, desde ayer, un escenario político aún más
espinoso para el Gobierno de Rodríguez Zapatero. El PSOE no ha podido cerrar un
acuerdo con sus socios nacionalistas antes de que venciera el plazo para la
presentación de enmiendas. Tampoco consiguió que dicho plazo se prorrogara,
porque, según las directrices aprobadas por el propio presidente del Congreso,
Manuel Marín, el acuerdo de prórroga requería la conformidad del PP para que
hubiera unanimidad. Resulta un sarcasmo que el PSOE se lamente ahora de la falta
de colaboración de los populares cuando toda la gestación del proyecto
estatutario ha discurrido sobre la exclusión del PP, tal y como los socialistas
y Esquerra Republicana de Catalunya decidieron en el Pacto del Tinell.
Lógicamente, el PP no ha respaldado una prórroga cuya finalidad no era promover
un amplio consenso, sino dar tiempo al PSOE para arreglárselas con el tripartito
catalán y Convergencia i Unió. Los socialistas van a verse abocados a lo que no
querían: tener que discutir en Comisión parlamentaria, con luz y taquígrafos,
enmiendas a cada artículo del proyecto de Estatuto. Su pretensión de cerrar un
acuerdo en la sombra y llevarlo al Congreso sin margen de discusión se ha
frustrado claramente. Es un nuevo tropiezo de Rodríguez Zapatero en su aventura
estatutaria, difícilmente explicable en lo que le afecta después de haber
propiciado personalmente con Artur Mas y ERC el acuerdo decisivo para que el
texto fuera aprobado en Cataluña y llegara al Congreso de los Diputados. El
proyecto ya está en Madrid y, casi dos meses después de su toma en consideración
por el Pleno de la Cámara Baja, el PSOE no ha sido capaz de alcanzar un acuerdo
con sus aliados nacionalistas, pero tampoco con el Partido Socialista de
Cataluña. La pregunta que compromete directamente al jefe del Ejecutivo es para
qué apoyó entonces este proyecto de Estatuto.
Al fracaso político de no haber llegado con un acuerdo al vencimiento del plazo
de presentación de enmiendas, el PSOE tiene que sumar la iniciativa del PP de
participar en el debate estatutario. Mariano Rajoy imprimió ayer, en Barcelona,
a la estrategia de su partido una inflexión inteligente, al proponer casi un
centenar de enmiendas cuya aprobación reduciría en dos tercios el desmesurado
proyecto aprobado por el Parlamento de Cataluña. Sobre la base del respeto a la
Constitución, a la soberanía nacional y a la libertad e igualdad de los
ciudadanos, Rajoy ofreció al PSOE un pacto que amplíe el autogobierno catalán a
partir del Estatuto de 1979 y deje fuera todos los contenidos soberanistas de la
actual propuesta del tripartito. La iniciativa del PP, además de reconducir el
procedimiento legislativo a sus justos términos -pues la Constitución sólo habla
de modificar Estatutos, pero no de derogarlos ni sustituirlos por otros nuevos-,
rompe el discurso socialista sobre la intransigencia de los populares y permite
a éstos lanzar un mensaje directo a los sectores del PSOE que rechazan, de forma
más o menos explícita, un Estatuto confederal, nacionalista y, sobre todo,
inconstitucional. Frente a la imagen de encallamiento del PSOE, el PP se ha
movido, sin legitimar la pretensión del tripartito de derogar el sistema
constitucional en Cataluña ni avalar un procedimiento legislativo que rinde
servicio a intereses estrictamente partidistas. Guste o no al PSOE, el PP
existe, su concurso es necesario para definir el futuro de España y no puede ni
debe quedar al margen de ningún acuerdo que afecte a los fundamentos del Estado,
como el modelo territorial. El PSOE no quiere contar con el PP y cuando éste es
imprescindible, como ayer en la Mesa del Congreso, pretende que se haga a un
lado y franquee el paso no tanto a un determinado proyecto legislativo cuanto a
una estrategia que busca su arrinconamiento.
Nuevamente le ha sucedido al PSOE que la condición previa de su diseño político
para esta legislatura ha fallado: la derecha democrática española no ha
sucumbido a la derrota electoral de 2004, ni se ha replegado ante el vituperio
general de la izquierda. Por el contrario, la sucesión de errores y
provocaciones del Gobierno socialista la ha cohesionado tan fuertemente que
Rajoy es ahora capaz de incorporarse al debate del Estatuto catalán para
insertar en él el discurso constitucional del Estado autonómico y generar un
movimiento de opinión pública y política - compartido con sectores de la
izquierda que repudian el retroceso histórico que propone el proyecto de
socialistas y nacionalistass. El PP no ha caído en la trampa de quedarse fuera
de juego.