ERC Y EL FRACASO DE ZAPATERO
Editorial de “ABC” del 06.05.06
Por su interés y relevancia he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web.
La dirección de Esquerra
Republicana de Cataluña ha asumido la decisión de sus bases de votar no al nuevo
Estatuto catalán en el referéndum del 18 de junio. El carácter asambleario de
esta formación se ha impuesto a las tácticas de sus dirigentes, que lindaban con
la esquizofrenia, al pretender jugar con casi todas las barajas, excepto la del
voto afirmativo. Esquerra se muestra tal como es, un partido independentista,
con resabios antisistema, cuya última palabra contra el Estatuto es un fracaso
sin paliativos de muchas estrategias impulsadas y dirigidas por el presidente
del Gobierno, Rodríguez Zapatero. ERC rompe la unidad del tripartito y firma, de
hecho, el certificado de defunción del Ejecutivo catalán, con el consiguiente
coste para la estabilidad institucional en Cataluña. Pero ni este perjuicio ni
otros de naturaleza distinta -el encubrimiento recíproco por el hundimiento del
Carmelo, la denuncia amagada por las comisiones del 3 por ciento o la promoción
a la condición de consejero de un sospechoso de extorsión a funcionarios de la
Generalitat- parecen conmover a una clase política, centrada únicamente en su
propia supervivencia.
Para el PSOE y para el presidente del Gobierno el no de ERC es un fracaso en su
política de alianzas con el nacionalismo extremista y todo un aviso para futuros
experimentos. El Pacto del Tinell, moribundo también por la defección
independentista, no sólo perseguía la marginación antidemocrática del PP -en
Barcelona y en Madrid-, lo que se ha llevado a efecto con un lamentable alto
grado de cumplimiento; sino también la inauguración de una etapa política en la
que la izquierda se desentendía de cualquier condicionamiento por razón de
Estado. Sólo así era posible que los socialistas pactaran con una formación
independentista y declaradamente contraria a la Constitución de 1978. Pero aquel
pacto, que muchos consideraron contra natura, entre socialismo e
independentismo, se presentó como la fórmula del apaciguamiento soberanista de
ERC y de los demás nacionalismos, que se culminaría con un nuevo Estatuto de
vocación confederal. El resultado de estas estrategias de salón salta a la
vista. La nueva etapa constituyente se ha abierto con el nuevo Estatuto, es
cierto, pero los nacionalismos catalanes, lejos de apaciguarse, han comprobado
que con la izquierda es posible ir aún más lejos, por la sencilla razón de que
esta reforma estatutaria ha hecho más débil al Estado. Tanto los nacionalistas
partidarios del sí como los del no están de acuerdo en que el nuevo Estatuto no
sacia sus reivindicaciones: ninguna, para ERC; las principales, para CiU. Todos
ellos juzgan la situación actual como un período de transición hacia mayores
cotas de soberanía.
El no de ERC no puede contemplarse con alivio, pues el daño al Estado ya está
hecho y es la prueba directa de que el PSOE y el Gobierno de Rodríguez Zapatero
han sumido al país en la inestabilidad constitucional sin beneficio alguno a
medio ni largo plazo. El Estado se desapodera de competencias, sin recibir a
cambio ningún compromiso de lealtad. Menos Estado, menos Nación y más
nacionalismo. Paradójico resultado bajo el mandato de un Gobierno que se estrenó
prometiendo solucionar la «tensión territorial» supuestamente heredada de Aznar
y que, en contra del vaticinio, se ha agravado con el PSOE hasta límites
insospechados. Además, la inadaptación de ERC a pautas de comportamientos
políticos que contemplen transacciones y renuncias es una advertencia al
Gobierno y al PSOE para otros experimentos aún más delicados, como el de la
supuesta reconversión democrática de la izquierda proetarra, apadrinada por el
socialismo vasco. La táctica de la concesión sólo representa para los
nacionalismos independentistas una oportunidad de avituallamiento político y
económico, pero no de evolución democrática. ERC ha estado más de dos años como
miembro del tripartito catalán y socio preferente de Rodríguez Zapatero y de
nada ha servido para moderar la genética extremista e independentista de este
partido. Por eso, el Gobierno y el PSOE deben darse por advertidos de que el
riesgo es el mismo, pero con consecuencias mucho más graves, en el caso de
Batasuna.
El escenario exitoso del referéndum catalán se oscurece. El no de ERC y PP (por
motivos absolutamente distintos), más la abstención tradicional en Cataluña y la
oposición de sectores de la izquierda que no comulgan con el novedoso
soberanismo del PSC, introducen incógnitas no tanto acerca de la victoria del sí
cuanto de la calidad de la victoria, teniendo en cuenta los exigentes criterios
que el propio Rodríguez Zapatero impuso para legitimar las reformas
estatutarias, que deberían recibir consensos superiores a los actuales. Lo que
está en juego es más que el Estatuto. Es el proyecto del PSOE para cambiar el
modelo de Estado.