REBELIÓN DEL SOCIALISMO CATALÁN
Editorial de “ABC” del 04.11.06
Por su interés y relevancia he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web.
PARA los socialistas catalanes aún no ha acabado el calvario de su derrota electoral, porque se enfrentan a un proceso de negociación para la formación de gobierno que puede ser tan traumático como la pérdida de cinco escaños y la mayoría de votos, aunque parecen decididos a reeditar el tripartito. El PSC encara unas negociaciones -«que cabría calificar de «express», por el ritmo frenético de las mismas-, condicionadas absolutamente por las necesidades políticas del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Es lógico, por tanto, que los dirigentes del PSC se planteen con autonomía este período de contactos con sus antiguos socios del tripartito y con CiU. Pero también es cierto que el PSC ha consentido desde que accediera a la Generalitat, en octubre de 2003, que la tutela del presidente del Gobierno fuera la norma de conducta, de manera que la impronta de Rodríguez Zapatero está estampada en todos y cada uno de los principales acontecimientos que jalonan el paso del socialismo por el Gobierno catalán. Y ahora que está en juego también la estabilidad parlamentaria del Gobierno socialista en Madrid y su margen de maniobra para alianzas posteriores a las generales de 2008, la tensión entre los intereses de Moncloa y del PSC se está agudizando. El problema es que esos intereses, después del resultado electoral, no sólo son distintos, sino claramente contrapuestos, porque responden a tácticas de antaño que ahora pasan factura. Las opciones que se le plantean al PSC son dos, una propia y la otra ajena: o renueva el tripartito como única forma de volver a dirigir la Generalitat (Montilla parece decidido a llevarlo a cabo) o pacta con CiU las condiciones para apoyar la investidura de Artur Mas, acuerdo éste descartado ayer por los socialistas catalanes.
Si Montilla, como todo apunta, opta por reeditar el tripartito, podrá ser honorable president otra vez, pero lo hará en condiciones de inferioridad respecto a los acuerdos de 2003 y estará mucho más condicionado por Esquerra Republicana de Cataluña, cuyo retroceso ha sido claro pero insuficiente para inhabilitarla como socio imprescindible para esta coalición. Para Rodríguez Zapatero ésta es la peor opción, porque no sólo es contraria al guión de sus pactos con Artur Mas, sino también porque supone volver a una alianza contraproducente para el PSOE ante la opinión pública del resto de España, harta del extremismo independentista y anticonstitucional que propugnan los republicanos de Carod-Rovira. Claro que también ERC tiene hoy la fuerza política que, entre otras razones, le suministró el propio Rodríguez-Zapatero al respaldar su incorporación al tripartito y alimentar generosamente a quien hoy es repudiado.
Por otro lado, si el acuerdo se alcanzara con CiU y el PSC apoyara la investidura de Artur Mas -opción descartada ayer con sonora insistencia por los socialistas catalanes-, éstos tendrían motivos para considerarlo una burla a su papel histórico en Cataluña, tan acusadamente contrario a la hegemonía de los convergentes, particularmente del «pujolismo». Sería tanto como certificar la incapacidad del PSC de asumir el gobierno autonómico. Tanto si el acuerdo -harto improbable a tenor de lo ocurrido ayer-, se traduce en una coalición como si sólo se pactan apoyos específicos, el PSC sólo podría aspirar a un papel secundario, y la experiencia demuestra que, en estas condiciones, el socialismo acaba diluido en la política nacionalista. Es lo que le pasó al Partido Socialista de Euskadi después de doce años de gobierno de coalición con el PNV (entre 1986 y 1998). Además, la derrota electoral del PSC le impediría reclamar a CiU un trato igualitario y, por si fuera poco, estaría siempre a expensas de que los convergentes decidieran cambiar de socio y elegir a ERC para constituir un frente nacionalista, con mayoría absoluta y un Estatuto soberanista y confederal a estrenar.
Los intereses de Rodríguez Zapatero y del PSC se han reagrupado en compartimentos estancos y todo apunta a un tiempo de tensiones en el seno del socialismo. Por otro lado, este es un escenario acorde con la estrategia del presidente del Gobierno, que ha desfigurado la función política del PSOE en la España democrática por sus pactos con un nacionalismo entusiasmado con la complacencia socialista en el desmantelamiento del Estado constitucional. Aunque parece que el PSC, esta vez, no está por la labor de seguir los dictados de Moncloa.