ZAPATERO Y LOS DEMÁS
Artículo de ¿¿¿¿???? (Autor indeterminado) en “ABC” del
07.01.07
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que
sigue para incluirlo en este sitio web.
El formateado es mío (L. B.-B.)
Con un breve comentario
final:
OPCIONES
Luis Bouza-Brey, 7-1-07,
9:30
Se acentúa la confusión en el Gobierno y alrededores. Los
mensajes se bifurcan, se solapan, o se contradicen. El sábado treinta y uno,
pocas horas después de ocurrido el atentado, Zapatero declaró que el proceso se
suspendía. Según el diccionario, «suspender» significa «detener o diferir por
algún tiempo una acción u obra». Por tanto, el que suspende un proyecto ha
excluido romperlo, puesto que la ruptura, al contrario que la suspensión, no
admite marcha atrás. La gente interpretó a Zapatero en este registro,
confirmado por las respuestas que fue dando a los periodistas en la rueda de
prensa. Y no cundió, por expresarlo suavemente, el contento.
Inmediatamente después, se inició una fase nueva, una fase de
rectificación. Rubalcaba habló de ruptura inequívoca. Y Blanco fue más allá y
atribuyó a Zapatero la afirmación expresa de que el proceso estaba roto. El
argumento de Blanco, formulado en una entrevista con Carlos Herrera, es que
«roto» y «suspendido» quieren decir exactamente lo mismo. El propio Blanco
autorizó esta lectura sorprendente del diccionario hablando durante un rato por
duplicado. Cada vez que pronunciaba la palabra «roto», añadía: «o sea,
suspendido», y también al revés. La inverosimilitud, incluso comicidad, de la
exégesis de Blanco, importaban menos que el hecho notorio de que se quería
colocar, en labios del presidente, una opinión claramente distinta de la que
éste había emitido. No había que ser un lince para llegar a la conclusión de
que las aguas estaban muy revueltas en el interior del partido y del Gobierno.
Pero Zapatero callaba. ¿Por qué? Quizá, por impotencia. Acaso, por puro
desconcierto.
El caso es que llegó el jueves, y Zapatero, con las ruinas
aeroportuarias como telón de fondo, volvió a hablar. Se tuvo la sensación de
oír una voz que venía del principio de los tiempos. Se refirió otra vez a sus
ansias de paz -la idea más recordada de su discurso de investidura de hace casi
tres años-, no usó la palabra «ruptura» -ni aun siquiera la de «suspensión»-, y
eludió llamar «terroristas» a los etarras. De modo que, señores, tenemos aquí
un problema. No sólo los ministros y jefes de partido corrigen a Zapatero, sino
que Zapatero corrige a sus ministros y jefes de partido. ¿Qué va a pasar?
De momento, nada. El día 15, Zapatero explicará en el Congreso su
estrategia tras el atentado, y salvo sorpresas, ésa será la línea a la que se
atendrán los socialistas. Existe un factor importantísimo que contribuye a
garantizar -provisionalmente- la disciplina. Y es que las consecuencias de que
pase algo, son todavía inasumibles para el Partido Socialista.
Empecemos a contar con los dedos. Una ruptura del proceso,
implicaría recuperar el Pacto Antiterrorista. La declaración congresual del 2005
ya no vale. El propósito de esa declaración consistió menos en matizar el
Pacto, que en dejar fuera al PP y substituirlo por las fuerzas que habían
brotado a la sombra de otro pacto intermedio, el del Tinell.
Los protagonistas del arreglo, y quienes se le sumaron luego, se
habían hecho una composición de lugar completamente equivocada sobre la
situación. Creían, en primer lugar, que ETA dejaría las armas. Y pensaban,
además, que sería posible juntar garbanzos con los exetarras,
para montar una mayoría vitalicia contra la derecha. (Complementen
estas afirmaciones con las ideas de Juaristi de hoy,
en "2007")
El cruce de cables explica la participación de agrupaciones como
Esquerra, mucho más próxima a ETA que a la Constitución. Todo esto se ha
acabado. No es concebible que haya ruptura sin un cierre de filas con los
populares, y un relajamiento de las alianzas que siguen sosteniendo a Zapatero
en el Congreso.
Aceptada esta primera conclusión, se siguen otras conclusiones.
Zapatero tendría que confiar en el apoyo de la derecha, no sólo en lo tocante
al País Vasco, sino en general. Y entonces no podría desarrollar una política
propia, en el sentido normal de la palabra. Lo razonable sería que, después de
haber consensuado con Rajoy que el terrorismo quedase a salvo de la disputa
electoral, convocara a los ciudadanos a las urnas para que éstos abrieran un
nuevo ciclo. ¿Podría Zapatero ser de nuevo candidato? Sonaría raro, rarísimo.
¿Habrían tenido los socialistas tiempo para reemplazarlo por otro candidato?
Probablemente, no. La resultante remota de romper el proceso es, por tanto,
perder las elecciones. Y el PSOE no se ha hecho todavía... a esa idea ingrata.
¿Alternativas? La más contundente, darle un empujón al proceso.
Ello envuelve, en primer lugar, legalizar rápidamente a Batasuna. Y en segundo
lugar, ir a las elecciones con un punto casi único: una propuesta, ahora
concreta, para liquidar el contencioso terrorista en términos aceptables para
ETA. Como no se hiciera esto, ETA volvería a matar, y pronto. Zapatero acabaría
en K.O. técnico una legislatura que sería recordada, no por el matrimonio gay y
cosas así, sino por su desenlace infausto. ¿Se trata de un curso de acción
prometedor para el Partido Socialista?
La pregunta es retórica. Sería un desastre, un infierno. Los admiradores de
Zapatero atribuyen a éste habilidades taumatúrgicas. Las va a necesitar, y en
grandes proporciones.
Breve comentario final:
OPCIONES
Luis Bouza-Brey, 7-1-07,
9:30
Muchos dicen que Aznar se equivocó al apoyar a Bush yéndose a la
guerra de Irak. Yo no opino lo mismo: creo que realizó la opción correcta,
aunque ni el conjunto del mundo occidental está preparado todavía para
enfrentarse al reto que tiene enfrente, ni mucho menos España para entender ni
asumir la política internacional que exige el momento. Es probable que tengan
que madurar las condiciones ---en el sentido de un desastre político y bélico
total--- para que el mundo opulento despierte en el último momento, abandonando
la molicie e intentando "in extremis" no ser vencido y derrotado.
Pues en España en algún momento tiene que despertar el PSOE del
delirio maragalliano-zapateril de irse a la Segunda o
Tercera República con ERC e IU, creando un Frente Populista para vencer a
la derecha y acabar con el terrorismo, destruyendo en sentido confederal el
Estado.
Primero definió el proyecto Montilla ("se acabó el café para
todos") y después Maragall ("el Estado ha llegado a ser residual en
Cataluña"). Pero resulta que a ZP se le caen las encuestas con el Estatuto
de Cataluña de Septiembre y tiene que corregir el rumbo; después se le viene
abajo el tripartito a Maragall; posteriormente les sale un referéndum
descalabrado y pierden doscientos cuarenta mil votos en las elecciones
autonómicas; y ahora, como sin el PP no pueden destrozar el Estado y el país,
pues ETA se les cansa, se les revuelve y les planta una tonelada de explosivos
y dos muertos en Barajas, descalabrando de nuevo a ZP. Estos son los resultados
de la creatividad maragalliana y de la originalidad del genio creador de la
Alianza de Civilizaciones anquilosadas y anacrónicas.
Pero entonces, ¿qué opciones tiene el PSOE?
La que propone el articulista anónimo de "ABC" de salir
adelante mediante la legalización de Batasuna y convocar elecciones con una
solución aceptable para ETA (¿autodeterminación, más Navarra, más presos fuera,
más traición a los muertos, a la democracia y a la Constitución, más
legitimación del terrorismo, más Frente Populista?) quizá fuera buena para que
el PP ganara las elecciones de una vez por mayoría absoluta y acabara esta
agonía estúpida.
Entonces, el PSOE entraría en crisis definitiva durante muchos años
y se vería obligado a recuperar el sentido de la realidad apoyando al PP en la
reparación del desaguisado maragalliano-zapateril.
Pero, ¿no existen otras opciones más sensatas, racionales y
previsoras? Alguien que conozco personalmente propuso ya hace tiempo un pacto
de Estado PSOE-PP para formar una alianza parlamentaria o gobierno de coalición
a fin de reformar la ley electoral, cerrar el Estado autonómico y cambiar el
rumbo centrífugo y confederal del país a centrípeto y federal, poniendo a los
nacionalismos periféricos en su sitio, y acabando con el terrorismo mediante el
pacto por las Libertades. Lo que no sé es si cabe aún esa posibilidad
para finalizar esta legislatura y desarrollar la siguiente, o si ya no queda
más salida que cambiar de Presidente, sustituir al actual por otro orientado en
la dirección precedente, llegar al pacto con el PP para una propuesta electoral
centrada en el pacto de Estado, y convocar elecciones.
Esto sería lo racional, pero creo que esa misma característica hace
esta opción improbable: conociendo la altura de miras de nuestros dirigentes,
lo más probable es que su incompetencia les lleve a seguir inercialmente la
táctica del optimismo antropopatológico, que
produce la consecuencia revolucionaria del "tanto peor, tanto mejor",
consiguiendo con sus torpezas darle más votos a los enemigos de España y de la
democracia española, a fin de hacer más inviables las soluciones de futuro.