OCTUBRE EN EL HORIZONTE
La situación ha llegado
a un punto de no retorno que va más allá de la alternancia política. Está en
juego España como proyecto de futuro
Editorial
de “ABC” del 26 de
mayo de 2011
Por su interés y relevancia he
seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web
Las diferencias entre los dirigentes socialistas sobre si la
crisis poselectoral del 22-M debe empezar por un congreso o por un proceso de
primarias no es solo una cuestión de táctica o de oportunidad. Supone
directamente el cuestionamiento de la trayectoria del PSOE en los últimos años
y la constatación de la vulnerabilidad de Zapatero como secretario general.
Esta diversidad de enfoques explica el grado de confrontación existente en el
seno del partido y la urgencia con que el lendakari Patxi
López ha lanzado, e insistido en ella, la idea de un
congreso. El PSOE se enfrenta a decisiones de las que depende mucho más que
prepararse para una derrota digerible. Realmente el PSOE está ante la
encrucijada de desprenderse de la herencia del zapaterismo,
para lo que es imprescindible que encuentre una solución, porque su
inestabilidad política provoca inestabilidad económica y sitúa a nuestro país
en un endiablado cruce de caminos. Sea cual sea la fórmula elegida —primarias o
congreso—, España y sus intereses no pueden depender de la estrategia de un
partido obligado a una profunda reforma de sus estructuras. En este escenario
son cada vez más las voces que coinciden en dar por hecho que las urnas se
abrirán en octubre como fecha tope, porque la situación ha llegado a un punto
de no retorno en el que está en juego mucho más que la alternancia política:
España como proyecto de futuro. La situación de guerra abierta en el PSOE no es
tampoco fruto solo del 22-M. Los socialistas estaban avisados de su debacle,
pero se fiaron de Zapatero.
Sus opciones ahora son solo de carácter interno, únicamente partidistas —congreso, primarias—, porque el Gobierno carece ya de recursos políticos para invertir la dinámica que apunta a una nueva derrota. No hubo «efecto Rubalcaba» ni hubo remontada por la renuncia de Zapatero a ser candidato. Perdido el poder autonómico y municipal, los socialistas están privados de acción política inmediata sobre los ciudadanos y sometidos a las consecuencias que este desalojo institucional supone para miles de militantes y dirigentes, sin más opción laboral que los presupuestos públicos. El PSOE se encuentra en la situación de tener que elegir cómo vive su fin de ciclo. La dimensión de la derrota electoral es tan grande que no cabe en los protocolos habituales de los partidos. La convocatoria anticipada de elecciones y la salida del PSOE del Gobierno acabarán siendo la quiebra inevitable de esta situación.