EL RETORNO DE LOS ZOMBIS

El don nadie fue propulsado a presidente. Y ejerció su disparate de siete años

Artículo de Gabriel Albiac  en “ABC” del 01 de junio de 2011

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Pasado ese momento vocinglero del navajazo en la tripa al colega inoportuno —a la colega—, ¿qué paisaje de intereses se abre ante el ejecutor Rubalcaba? Porque no puede decirse que sean claros sus motivos. Ni los de todos aquellos que en él ven salvación aún verosímil: la salvación de un partido que, en tierras más exigentes con sus electos, hubiera sido borrado hace bastante. Porque el saldo de este PSOE, el inventado a golpe de talonario tras la muerte del dictador, es una continuidad de atrocidades. Que culminaron en la locura de un presidente, éste de ahora, para dar cuenta de cuya andanza no hay más léxico funcional que el de los psiquiatras.

Con Zapatero fuera de sus cabales —o actuando como si lo estuviera, que es lo mismo—, Rubalcaba procedió a un asalto bien planificado. Ocupó el hueco. Sin que nadie se lo disputase. Y, más asombrosamente, sin que nadie —digo nadie— pareciera querer preguntarse por qué el presidente del Gobierno había desaparecido desde la primavera del año pasado. Hasta hoy, y a todos los efectos. No hubo una dimisión en el Gobierno. No hubo una resistencia. Parecían aceptar aquello como un accidente meteorológico más o menos desagradable. Hasta el día en que las elecciones del 22 de mayo pusieron en el escaparate lo que no debería haber sorprendido a ninguno: que el partido socialista estaba en saldo. Y que se enfrentaban todos ellos al riesgo más odioso: tener que trabajar para vivir, como el resto de los mortales. Entonces estalló la guerra. Duró sólo un par de días. El dispositivo de control trazado por el ministro del Interior en torno a sus colegas era ya infranqueable. Malos, pero no del todo tontos, optaron por rendirse. Y ofrecer al ganador sus buenos oficios. Blanco ha sido el paradigma, simplemente porque Blanco es la esencia intelectual y moral del socialismo español del siglo veintiuno.

¿Para qué tanto juego de masacre? Porque, en política, nadie despliega una estrategia tan costosa sin el proyecto verosímil de rentabilizarla. A estas alturas del juego, ser candidato electoral del PSOE es ponerse como víctima oblatoria para que la apisonadora de las urnas te pase por encima. La esperanza de ganar es cero. El riesgo de ser triturado, altísimo. ¿Qué puede aguardar un viejo profesional como Rubalcaba de su empeño por capitanear la deriva de su partido hacia el naufragio? ¿Qué pesadas inercias juegan sobre su maestría en sombras y alcantarillas para soñar que el reloj gire a la inversa, hasta aquellos dorados años de la impunidad perfecta, tras cuyo parapeto hizo fortuna el felipismo?

Muy pocos días antes de que un 11 de marzo cambiara irreversiblemente la historia de España, alguien cercano al clan felipista más estricto me explicaba el sacrificio de peón de 2008: Zapatero es un don nadie que durará poco; mejor que se pegue el bofetón electoral él y pague el coste; podremos pasar luego a las cuestiones serias y empezar de nuevo. Se equivocó en los tiempos. El don nadie fue propulsado a presidente. Y ejerció su disparate de siete años. Alguien logró infiltrarle a Rubalcaba. Alguien ha decidido que es la hora de volver a la casilla de salida. Puede que alguien haya olvidado que, en política, no hay tiempos reversibles.