LA CONJURA DE LA MONCLOA
Artículo
de Pepe Alvarez de las Asturias en “El Semanal
Digital” del 01 de junio de 2010
Por su interés y relevancia he seleccionado
el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
ZP no acepta su
derrota. Él quiere terminar la legislatura como un campeón, pero... ¿le dejarán
intentarlo?
"Largos
no son los días de vino y rosas; de un nebuloso sueño surge nuestro sendero y
se pierde en otro sueño" recitaba premonitoriamente Lee Remick a Jack
Lemmon, antes de precipitarse hacia su autodestrucción.
Los días de vino y rosas socialistas han acabado. El gobierno de la felicidad,
el buen rollito y la jauja para todos ha llegado a su fin. La Era Z ha muerto.
Borrachos de poder, alcoholizados de incongruencia, beodos de improvisación
permanente. Pero Mister Paz, el iluminado, no se rinde; porque no reconoce su
derrota, ni siquiera la contempla ("su proyecto está más vivo que
nunca" ha llegado a decir, sin sonrojarse, la Vice); simplemente, no hay
hueco en su hueco pensamiento para tan impensable posibilidad. Piensa:
"esto no es real, tiene que ser un sueño; como lo de la foto de las niñas
con Ohbama!, que fue otra pesadilla; como el accidente de la T4, que en
realidad no sucedió; como los accidentes de la no-guerra de Afganistán; como la
crisis, que siguen hablando de ella pero yo aún no la he visto; como la bronca
de Merkel y el chino, que no sé a cuento de qué me llaman griego; como las
profecías de MAFO, como las portadas de los periódicos extranjeros, como las
puñaladas de PRISA, como las caídas de la Bolsa, como la caza a mi querido
Garzón, como la autocampaña de Pepiño en la Noria, como la felonía de Durán
Lleida… todo es una mala pesadilla, un matrix virtual, una alucinación
traicionera, un delirio febril que me hace ver lo que no hay. Alguien me está
haciendo luz de gas porque no quiere que concluya mi plan para convertir a este
país en un país moderno, progresista, pacifista, feminista, rojo y
anarcosindicalista. Pero ¿quién es el traidor o traidora? ¿Quién me quiere mal?
¿Quién? ¡¡¡QUIÉN!!!"
Como
un César olfateando la traición de sus propios vástagos, Mister Paz comienza a analizar uno a
uno los posibles enemigos que quieren acabar con su carrera política… e incluso
con su persona. Piensa en Pepe Bono, su archienemigo desde aquellas primarias,
al que Mister Paz ha intentado anular tantas veces como adversario, y que
probablemente quiera verle muerto y enterrado junto a su abuelo; Bono, el que
quería dejar la política para dedicarse a su familia o para hacer negocios o lo
que fuera; el siempre valorado Bono, el amado por el pueblo Bono, el amigo de todos Bono, el
bueno de Bono… Pero desecha la idea enseguida, porque después de lo de los
áticos y los jacos y las joyas y los favores reyales, poca vida política le
queda a éste.
Y de Pepe a Pepiño, su fiel Pepiño, su inseparable, su leal, su siempre a su
lado Pepiño, su doberman sin bozal Pepiño. Y Mister Paz se dice que tal vez, que
puede ser, que últimamente se prodiga mucho en la tele y en la prensa y que
hace muchas cositas con el dinero de Fomento y que se lleva bien hasta con Espe
y que se ha vuelto a hacer con las riendas del partido y que siempre ha sido un
poco marrullero y ambicioso y que… "¡no, no puede ser! ¡Pepiño, tú no, hijo mío!" Mister
Paz borra al instante
idea tan absurda de su mente porque, sencillamente, Pepiño nunca lo haría. Como
el perrito del anuncio. Y además, igual le pasa como a Bono y
"alguien" redestapa lo de su ático en Villa Arousa y lo del carísimo
colegio de sus hijos, y…
…Y su
pensamiento (es un decir) se centra entonces en la Chacón. Su delfina, su brazo
izquierdo nacionalista y pacifista, la imagen fresca, joven, guapa y
sobradamente preparada de su Gobierno; su ministra más valorada y admirada, que
tiene hasta departamento de marketing propio en casa y no viaja sin su
fotógrafo y su videógrafo particulares. Y piensa que hubo un tiempo en que
podía haber sido su sucesora al trono, pero ella misma se quitó de en medio
entre piratas, afganistanes y balcanes; y de paso poniendo a todo el ejército
en pie de guerra, que eso para un pacifista como él es imperdonable.
Y piensa en Rubalcaba. Y sólo de pensarlo le entra miedo. Primero porque puede
que esté escuchando sus pensamientos, con algún sofisticado sistema de escuchas
psiconeuronal o telepático; y segundo porque Alfredo siempre le ha dado miedo,
mucho miedo. Desde la Era Gal ha pensado en él como un Lord Vader sin máscara y
sin asma, pero con todo su lado oscuro. Y que tiene que saber más secretos de
estado, y del estado de los políticos, que el mismísimo Vera. Y piensa que
suele ser el ministro más valorado y que está enchironando etarras como quien
come pipas y que se prodiga mucho en la tele y que cuando habla convence hasta
al diablo, quizá porque es el diablo mismo.
Y, sin quitarse del todo a Rubalcaba de la cabeza, piensa quién más le puede
estar traicionando para quedarse con su trono. ¿Méndez y Toxo al alimón, que
son como los Hernández y Fernández de Tintín que todo lo hacen a la vez, pero en plan descamisado?
¡Con lo que le querían antes, que le daban todo su cariño y más, y ahora le
quieren hacer una huelga general, manda huevos, ni que él fuera el ultra de
Aznar! ¡Serán felones! "Pero no —piensa Mister Paz—, tampoco son ellos,
que lo que les mola es no hacer nada y cobrar como si lo hicieran todo. Éstos
prefieren mandar en la sombra, liberados de responsabilidad.
Puede ser Felipe, piensa, que nunca me ha tragado; o Rodríguez Ibarra,
conspirando con Vera y Barrionuevo de nuevo, y el resto de la vieja guardia,
para colocar a Solana; o Leguina, aunque ya no pinta nada, por mucho que
escriba; o López Aguilar, el guaperas, que se quiere vengar por haberle enviado
al exilio; o Montilla, el charnego, abducido por los nacionalistas, que le han
lavado el cerebro y le han hecho más independentista que Laporta y Tardá juntos
y revueltos.
Y
entonces cae en la cuenta de que puede que no sea dentro de su partido. Que su
destrucción está siendo pergeñada desde instancias muy elevadas: "¡Joder!
¡Es el Rey! La Monarquía quiere acabar con mi republicanismo; ¡Lo sabía, Juan
Carlos nunca dejó de ser franquista y con esto de la Memoria Histórica se ha
mosqueado! Y mira que le he tratado bien, al muy traidor, que le dejé callar al
camarada Chávez para que recuperara el protagonismo internacional. ¡Será
desagradecido, el tío!"
Inmerso ya en una vorágine conspirativa y consparanoica sin freno, Mister Paz
se pierde en los vericuetos de su mente laberíntica y empieza a marearse
peligrosamente con el bombardeo de nombres, rostros y colmillos que aparecen
como disparos en su pensamiento (es un decir): Cebrián, Roures, María Emilia
Casas, Rajoy, CR9, Pedrojota, Almunia, Botín, Durán i Lleida, Josu Ternera, De la
Vega, El Juli, Madoff, Solbes, Lula, Barroso, Pedroso, Pedrosa, Mourinho, la
Pajín, la Bruja Lola, José Antonio, los Castro Borthers, los Jonas Brothers,
Hanah Montana, Ohbama!... ¡todos conspiran contra él, todos quieren su caída,
todos piden su cabeza, todos pretenden su corona de laurel! ¡Todos, unidos en
una conjura interplanetaria contra su proyecto universal!
Apesadumbrado,
triste, decepcionado, Mister Paz regresa cabizbajo a su hogar, en La Moncloa.
Ah, hogar dulce hogar, piensa; allí, sabe, siempre tiene el consuelo generoso y
omnipresente de Sonsoles, su fiel Sonsoles, su adorada Sonsoles, su bienamada
Sonsoles; allí están sus hijas del alma, tan angelicales ellas, y su DVD de
Bambi y su peluche y sus tebeos. Todo lo que ama y necesita está allí. Pero
sobre todo Sonsoles, sin ella no soportaría otros dos años de desencuentros,
traiciones e injusticias; dos años más de incomprensión; dos años más de
sacrificio, de entrega absoluta a su país y al mundo, a su noble causa
progresista, feminista, laicista e integrista. Ay, qué ignorante es el pueblo y
qué poco agradece todo lo que hace por él.
Abre la puerta de su hogar prestado, esperando la sonrisa comprensiva, el
abrazo reparador de Sonsoles, su fiel Sonsoles, su adorada Sonsoles, su
bienamada Sonsoles… y lo que se encuentra, ¡ay!, es a Sonsoles entonando una
alegre ma non troppo aria de Puccini mientras organiza, con amplia
sonrisa, la mudanza.
— Hola, querido. Mañana nos volvemos a León.