LOS POLVOS DE ZAPATERO
Artículo de Luis María Anson en “El Mundo” del 15 de diciembre de 2009
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web
Se lo advirtió Ortega y Gasset, primera inteligencia del siglo XX
español, a Manuel Azaña, en su histórico debate en el Congreso de los
Diputados. La voracidad de los partidos nacionalistas carece de límites. El
político republicano creía que el caramelo del Estatuto era suficiente para
albriciar y contener al nacionalismo periférico. Al poco tiempo, desde el
balcón de la Generalidad, se proclamaba «el Estado Catalán, dentro de la
República Federal española».
Zapatero tuvo la ocurrencia, antes de las elecciones generales del año 2004, de prometer a los nacionalistas que respaldaría una reforma estatutaria en Cataluña si resultaba votada por una mayoría relevante en el Parlamento autonómico. Semejante disparate pasó enseguida factura. Los barones del PSOE se revolvieron como panteras de Java contra la ocurrencia zapateresca. Y el asilvestrado Estatuto del Parlamento catalán experimentó una considerable poda. Aún así, parece claro que conserva artículos anticonstitucionales, y prueba de ello es que el Tribunal Constitucional, presionado hasta la náusea por los nacionalistas catalanes, y también por Zapatero y sus cómplices, lleva tres años con miedo a pronunciarse.
Una
macroencuesta demostró que ni siquiera al 50% de los catalanes les interesaba
la reforma estatutaria. Dos años de publicidad desmedida y de parafernalia
política no consiguieron movilizar para el referéndum ni al 50% de la
población. La verdad es que el Estatuto sólo interesa a la clase política
catalana que quiere mandar más.
Zapatero,
precario vencedor electoral en el año 2004, como es listísimo el hombre,
pretendía reformar vía Estatutos de Autonomía, la Constitución. La Carta Magna
precisa para su modificación de dos tercios del Congreso y del Senado y por dos
veces además, muy lejos todo de las posibilidades zapatéticas. Y la reacción
del presidente dadivoso, y la de Montilla, ante la actual tropelía estatutaria
ha sido decir: «Se ha aprobado el Estatuto y aquí no pasa nada. Son
catastrofistas, incluso fascistas, los que dicen que se fragilizará la unidad de
España».
Y
tenía razón Zapatero y su think tank. A cortísimo plazo, claro, no iba a pasar
nada. A medio y largo plazo sí pasarán, están pasando ya, muchas cosas. Incluso
el líder del centro derecha nacionalista, Artur Mas, declaró para que no
existieran dudas: «El Estatut es sólo un peldaño de la escalera hacia la
independencia».
Con
el referéndum del domingo, los partidos nacionalistas han puesto la mano sobre
la rodilla de España. La ascensión hacia zonas más atractivas se hará
inevitable. Ciertamente el 80% de los catalanes de ciudades adictas al
nacionalismo se ha desentendido de la consulta. Pero eso, con ser relevante,
carece de importancia. El camino ha quedado expedito. Los partidos
nacionalistas han empezado a meter mano a la unidad de España. Controlan la
educación y los medios de comunicación y sólo es cuestión de tiempo el que se
alteren los porcentajes del domingo.
Los
polvos de Zapatero han generado ya estos lodos. Nadie se hubiera atrevido a
plantear un desafío semejante a Felipe González o a José Bono. Ante la
maniobra, puesta ya en marcha, sólo un pacto de Estado entre el PSOE y el PP
para desbaratar el secesionismo catalán podría contener lo que se nos viene
encima. Ese pacto con Zapatero es imposible. Se necesita un hombre de Estado al
frente del PSOE. Aún más: si el presidente circunflejo hubiera ganado las
elecciones gallegas, hoy tendríamos a Ibarreche de lendakari y a Patxi López de
vicelenda-kari. La alianza del PSOE y los nacionalistas -pan para hoy y hambre
segura para mañana- es lo que le pedía el cuerpo a Zapatero. Lo que le sigue
pidiendo. Esa es la alianza que le garantiza gobernar en Madrid durante unos
años y el que venga detrás que talle como pueda. La derrota en Galicia, la
crisis económica y el paro han esterilizado en parte los polvos zapatéticos.
Pero el presidente de las dádivas y las mercedes no cejará en sus propósitos.
Es hombre de sostenella y no enmendalla.
Luis
María Anson es miembro de la Real Academia Española.