CUIDADO CON LAS PALABRAS: ¿POR QUÉ LE
LLAMAN FEDERALISMO CUANDO EN REALIDAD ESTÁN HABLANDO DE CONFEDERACIÓN?
Artículo de Joseba Arregui en “El Correo” del 18-7-10.
Reproducido en Correo-ciudadano.net
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Con un breve comentario al
final:
ETNONACIONALISMO Y
PLURALIDAD SON INCOMPATIBLES
Luis Bouza-Brey (20-7-10,
23:00 hs.)
Cataluña y Euskadi son plurinacionales de forma estructural.
Hasta ahora los nacionalistas huyen de asumir esa realidad plurinacional propia
escudándose en afirmar la plurinacionalidad de España. Si algún día fueran
independientes tendrían que abandonar esa comodidad y enfrentarse a su propia
realidad plurinacional. Por eso no se puede utilizar la excusa de la falta de
reconocimiento plurinacional en España para tratar de confundir federación, que
significa reforzar los lazos de unión desde la diversidad, con confederación,
que implica abrir las puertas a la disolución del Estado.
Decía
el maestro Mitxelena, con la pasión que le caracterizaba, que las cuestiones
semánticas, tantas veces declaradas sin importancia, eran lo más importante
para la lengua. En su naturaleza comunitaria radica que cada individuo no pueda
disponer arbitrariamente de ellas.
En
torno al nuevo Estatuto catalán, a la sentencia del Tribunal Constitucional y a
la respuesta de la clase política y mediática catalana, ha aparecido la afirmación
de que con esta sentencia se ha cerrado la puerta al desarrollo de la España
constitucional en línea con el pensamiento y los planteamientos del
federalismo. Nadie de los que lo afirman, sin embargo, se toma el trabajo de
explicar qué entiende por federalismo. Porque este término es utilizado como
argumento en contra de todo lo que suponga plantear dudas y críticas a los
planteamientos en los que se sustenta el Estatuto catalán.
Suponen
los que recurren al federalismo como argumento a favor del Estatuto, y en
contra de las dudas críticas frente al mismo, que existe en Cataluña, y en el
conjunto de España, un sector progresista a quien el término federal le sugiere
posibilidades y potencialidades prometedoras para el desarrollo de la
Constitución española.
Pero
primero hay que decir lo que entiende cada uno, y lo que entiende tanto el
derecho constitucional como la ciencia política en su gran mayoría, por
federalismo, por federación, y lo que algunos desde Cataluña entienden cuando
usan esos términos. Porque nos podríamos encontrar con que lo que quieren
defender, y lo que en su núcleo pretende el Estatuto catalán no es la
federalización de España, sino la confederalización del Estado. No defienden,
pues, el federalismo y la federación, sino que plantean que España se
transforme en una confederación, algo radicalmente distinto, y opuesto, a una
federación.
Si
seguimos, por ejemplo, a Daniel Elazar -uno de los académicos más citados en
los estudios sobre el federalismo, si no el que más- veremos que afirma que
España, bajo la Constitución del 78, es una federación ‘in all but in name’, en
todo menos en el nombre. Si miramos a la historia de EE UU, veremos que la
Guerra de Secesión fue una guerra en defensa de la Unión, llamada federación,
en contra de la confederación, considerada secesionista. Si tomamos la
Constitución de EE UU veremos que afirma que su propósito radica en formar una
mejor unión a través de la federación.
Si
nos acercamos a la Constitución de Suiza del año 1999, año de la última reforma
si no me equivoco, leeremos que la federación suiza se constituye por los
cantones individualmente nombrados y ‘por los ciudadanos suizos’. Desde una
tradición de confederación en la que eran los cantones los constituyentes
originales del Estado suizo, Suiza da el paso a proclamar el Estado suizo
constituido por los cantones y por los ciudadanos suizos, reconociendo así la
existencia de un pueblo suizo de ciudadanos, además de la existencia de los
cantones.
Si
nos acercamos al estatuto de autonomía de uno de los Estados alemanes, el
Estado del Norte del Rhin y Westfalia -NRW-, el Estado más poblado de Alemania
con más de 18 millones de habitantes, veremos que afirma que el Norte del Rhin
y Westfalia se da ‘esta constitución’ -no tienen empacho en llamar constitución
a su estatuto de autonomía- en unión con todos los alemanes, es decir no para
separarse del resto de alemanes, sino en unión con todos ellos. Y al igual que
en otros Estados federales, la federación alemana se rige por el principio de
la lealtad federal: del todo con las partes, y de las partes con el todo.
Además establece la supremacía de las leyes federales sobre las leyes de los
Estados. Federación tiene que ver, por lo tanto, primordialmente con unión. Y
según el citado Elazar, las confederaciones y otros tipos de pactos estatales
no federativos, o se convierten en federaciones más bien antes que más tarde, u
optan por la constitución de Estados nacionales separados.
Existe,
desde luego, una razón por la que algunos desde Cataluña están interesados en
confundir federación con confederación. Para ello usan el término del
federalismo plurinacional, implicando que no existe democracia real si no
existe en las federaciones un reconocimiento explícito de su plurinacionalidad
constitutiva -Ferrán Requejo, Miquel Caminal-. Partiendo de esa premisa,
afirman que España no será nunca un Estado federal si no llega al
reconocimiento de las naciones que existen dentro de ella y que le son
constitutivas.
Es
cierto que el pluralismo, también en el sentimiento de pertenencia, es
consustancial con la democracia. Otra cosa es que el pluralismo de pertenencia
nacional sea fácilmente territorializable en condiciones de segunda modernidad,
de complejización creciente de nuestras sociedades. Es evidente que en la medida
en que existen individuos que se sienten pertenecientes a la nación catalana, o
a la vasca, o a la española, esas naciones existen como algo de hecho, y a
pesar de Pujol, quien llegó a afirmar que la nación española no existía. Es
también evidente que en esa medida España como Estado, España como nación
política, es plurinacional.
Pero
también es evidente que en Cataluña, en Euskadi y en Galicia existen muchas
personas que se sienten pertenecientes a la nación española, y que la mayoría
de individuos en cualquiera de esas sociedades se sienten pertenecientes al
mismo tiempo en distintos grados a varias naciones, a la catalana, a la vasca,
a la gallega y también a la española.
Es
cierto que España es plurinacional. Y tan cierto, o más, es que Cataluña y Euskadi
son plurinacionales de forma estructural. Hasta ahora los nacionalistas huyen
de asumir esa realidad plurinacional propia escudándose en afirmar la
plurinacionalidad de España. Si algún día fueran independientes tendrían que
abandonar esa comodidad y enfrentarse a su propia realidad plurinacional. Por
eso no se puede utilizar la excusa de la falta de reconocimiento plurinacional
en España para tratar de confundir federación, que significa reforzar los lazos
de unión desde la diversidad, con confederación, que implica abrir las puertas
a la disolución del Estado. Por algo los nacionalistas vascos y catalanes han
estado siempre en contra de las soluciones federales.
Joseba Arregui, EL CORREO, 18/7/2010
Breve comentario final:
ETNONACIONALISMO Y
PLURALIDAD SON INCOMPATIBLES
Luis Bouza-Brey (20-7-10,
23:00 hs.)
Es imposible cuadrar el círculo del ETNONACIONALISMO:
no pueden reconocer que Cataluña, Euskadi o Galicia son plurinacionales porque
para ellos la Nación es la institucionalización del dominio exclusivo de una
etnia sobre un territorio. En este sentido, sus objetivos corresponden al siglo
XIX, y no al XXI, en el que la única forma de construir una Nación democrática
es mediante el pluralismo. Y ese es el proyecto del NACIONALISMO CÍVICO, en el
que lo que cuenta son las personas y su integración en un país o un Estado para
constituir una Nación plural, que sea capaz de representar mediante las
instituciones democráticas los intereses generales, equivalentes a la síntesis
de los intereses de todos.
Por el contrario, el
ETNONACIONALISMO lo que pretende es destruir el nacionalismo cívico para
imponer la hegemonía de una etnia al conjunto de la sociedad. Por eso, la
democracia española, chantajeada por los etnonacionalismos, sucumbirá si no es
capaz de imponer la ciudadanía como criterio político de pertenencia e
identidad, pues es el único que por su apertura es congruente con el
pluralismo.
Por eso el etnonacionalismo es
plural sólo de puertas afuera, cuando se reclama la plurinacionalidad a un
Estado que ya ha reconocido el pluralismo como su principio constitutivo. Pero
como, de puertas adentro, lo que se proponen es imponer el monolitismo, la
homogeneidad forzosa de una etnia y una lengua en un territorio, el pluralismo
constitutivo del Estado democrático se transforma en un obstáculo para sus
objetivos, y han de eliminarlo expulsando al Estado de su territorio mediante
la articulación del soberanismo confederal y/o independentista y su concreción
en una ideología caracterizada por la esquizofrenia paranoide, en la que se
rechaza la percepción de la sociedad real y se persigue a los que se rebelan
frente a esta imposición delirante como traidores al país, vendidos al enemigo
exterior.
La resultante de todo ello es el
ensalzamiento de la necedad como virtud, mediante la creación de una psicología
modal caracterizada por la simpleza y la cerrazón mental, el rechazo a
considerar como prioritarios los problemas reales de los ciudadanos, y la inmersión en la “construcción nacional”
y el delirio colectivo, imponiendo la reacción como progreso, la opresión como
liberación y la etnia como nación.