PERMITAN USTEDES QUE ME DESPIDA: UNA REFLEXIÓN SOBRE
LA SITUACIÓN ESPAÑOLA
La deriva de España hacia el modelo italiano se acelera y es inútil
tratar de influir en la vida pública
Artículo de Félix De Azúa en “El Periódico” del 03 de mayo de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Han
sido tres años y medio, si no me descuento, los que he pasado junto a mis
estimados lectores de EL PERIÓDICO DE CATALUNYA. Tras un repaso a las viejas columnas,
me he percatado de lo mucho que ha cambiado, no solo el país, sino el aire
social que respiramos en común. Hace cuatro años la amenaza de ruina era tan
solo eso, una amenaza, de manera que el presidente Zapatero se podía permitir,
con su habitual desenvoltura, acusar de antipatriotas a quienes hablaban de
crisis económica. Esa fue la expresión que empleó. Tres años más tarde la ruina
es absoluta y a día de hoy los más optimistas hablan de «recuperación» dentro
de seis años. Seis años de política española son un siglo. Del actual elenco
dramático, Zapatero, Rajoy, Montilla, Carod, no quedará nadie. Las quiebras
traen cambios lentos, pero inevitables. El cuadro de actores que nos representa
es de escasa calidad y será sustituido, quizá por chulos tipo Chávez, pero con
un poco de suerte por gente sensata, esos técnicos que tanta falta hacen y que
han sido despreciados por políticos ebrios de ideología. No hay nada peor que
un político cargado de ideología y sin educación.
La
ruina ha ido oscureciendo la vida en común hasta el punto de que la próxima
campaña electoral está derivando nada menos que en un simulacro de guerra
civil. De un lado los insensatos que usurpan el nombre del socialismo, del otro
los corruptos que dicen ser populares. Ambos puro monigote, títeres sin cabeza,
una densa necedad que pagaremos muy caro. En el caso catalán las cosas son aún
peores y no merece la pena ni mencionarlas. Bastaba con leer los titulares de
la prensa catalana tras la consulta independentista. No soy adulador, pero debo
decir que el único diario que tituló con respeto de la verdad (Pinchazo
soberanista, decía) fue este en el que escribo. Todos los demás mentían de un
modo tan estúpido que uno se daba cuenta de que los editores consideran a sus
lectores unos perfectos idiotas.
El estropicio es ya casi insalvable. Como he dicho otras veces, la deriva de
España hacia el modelo italiano se acelera. En Italia votar es obligatorio y no
se nota el hartazgo de los civiles, pero aquí falta ya muy poco para que la
abstención iguale al número de votantes. Da lo mismo, porque los políticos
seguirán llenándose la boca con palabras que nunca han entendido, como
«democracia», «nación» o «libertad». Y no las han entendido porque nuestra
clase política no es demócrata. No tiene ni la menor idea de qué quiere decir
democracia. Por eso no respetan a los partidos adversos sino que se empeñan en
triturarlos y no creen estar en el poder para resolver los problemas de la
gente sino para creárselos porque así lo exige la Causa. Solo trabajan para su
propio partido, como los empleados japoneses trabajaban para su empresa y la yakuza asociada. Así le ha ido al Japón.
El
deterioro es supino. Ver cómo Montilla, un gris escalador de la burocracia de
partido, condecora a los fiscales que calumnian a sus propios colegas de
tribunales superiores es una imagen que remite a los tiempos de Franco cuando
la lealtad al Régimen era lo único que contaba. Porque la desdicha es que este
país ha regresado a su ser ancestral. La ruina económica nos está devolviendo
al lugar de siempre en el tercer mundo. La ruina moral nos devuelve al
escenario de toda la vida, el esperpento, la pornografía política, la
canallada.
El
sueño ha durado unos años, digamos que de 1982 a más o menos el cambio de
siglo. Durante 20 años parecía que España podía convertirse en un país europeo.
La gente olvidó los delirios señoritiles del
desprecio al trabajo y, con la excepción de los liberados sindicales, comenzó a
tomarse en serio la vida. De pronto ya no daba vergüenza trabajar e incluso
querer trabajar más horas o más días. Los fondos europeos y una ola de
optimismo que ilusionó a los españoles lograron un despegue prodigioso,
mientras en el terreno político, con jefes de Gobierno adultos como Suárez,
González o Aznar, los adversarios no eran enemigos. La oposición podía ser
dura, pero no era una chusma despreciable. La diversidad de ideas y opiniones,
como en Europa, mantenía viva la libertad. En la actualidad la libertad es una
excusa para sacar las navajas.
Este
ambiente tabernario, que a mi modo de ver repugna a casi todo el mundo menos a
los partidos políticos y a aquellos que viven de sus privilegios y
subvenciones, tiene aspecto de ser duradero. No me imagino yo a los actuales
padres de la patria preocupándose por los votantes, esos parias que han venido
al mundo para pagar sus sueldos, viajes, negocios, comidas, amantes, coches,
parientes, sobornos y trajes.
En
estas circunstancias, la verdad, es inútil tratar de influir en la vida
pública, así que me voy a los cuarteles de invierno a ver si logro hacer algo
de provecho. Mil gracias por su atención y por su amabilidad.