UPYD: LA VERDADERA CARA DEL PROYECTO DE ROSA DÍEZ
Artículo de Alvaro Ballesteros y Francisco García en “El Imparcial” del 14 de diciembre de 2010
La
mayoría de ustedes ya conocen la historia de UPyD, o
más literalmente: el partido de Rosa Díez. Ya saben lo que ha pasado desde 2007
y hay muchos que se preguntan por qué ese partido no levanta cabeza: un
diputado en el Parlamento vasco, una diputada en el Congreso de los Diputados,
y un diputado en el Parlamento Europeo. Mucho discurso retórico, populista, y
muchas más historias y rumores de ruptura, de abandonos sonados, de ataques
inverosímiles entre afiliados, de decepción y engaño por parte de la Dirección.
Nosotros,
Francisco García y Álvaro Ballesteros, nos conocimos a principios de 2008
después de habernos afiliado a UPyD en 2007,
ilusionados por poder trabajar junto a otro montón de gente de todo el país por
lo que creíamos era una historia de regeneración democrática y futuro. Francisco
García fue el encargado de desarrollar la política de UPyD
en el área de Defensa (al tiempo que Rosa Díez era portavoz del Grupo Mixto en
la Comisión de Defensa del Congreso de los Diputados), y Álvaro Ballesteros, el
encargado de coordinar desde su inicio, la política Exterior del naciente
partido. Ambos redactamos las secciones en estas materias (y en otras), del
programa de UPyD para las elecciones Generales de
2008, y juntos creamos en 2009 el programa con el que el partido se presentó a
las elecciones Europeas de ese año. Escribimos múltiples artículos, colaboramos
con muchísima gente, viajamos por el país reuniéndonos con unos y otros en
campañas electorales y aprendimos mucho de muchos. Encontramos un montón de
gente buena e interesante, con motivos e ilusiones similares a las nuestras; y
encontramos también un montón de gente amarga con historias en nada similares a
las nuestras, cuyo objetivo era medrar en la política a toda costa, para lo
cual se habían fabricado un partido a su medida: ya solo necesitaban votantes
fieles, no militantes comprometidos y críticos. Una regeneración democrática,
pues, hecha por y para políticos profesionales (unos nuevos y otros muy
antiguos), aplaudidos por una masa ilusionada de ingenuos idealistas y, cómo
no, de segundones interesados venidos de otros partidos y que buscaban así una
posibilidad de “regeneración laboral” en primera persona. “Heroicos
regeneradores de la democracia” que encontraron en el apaño con Rosa Díez la
vía para evitar el ocaso de su carrera política, al tiempo que ofrecían la
coartada para hablar de transversalidad en el nuevo UPyD. Una transversalidad tan
retórica y vacía de contenido como el resto del equipaje del partido.
Hizo
falta algún tiempo, convivencia y comunicación para darnos cuenta del negocio
político que se estaba fraguando por y para los socios de honor de ese Club
dirigido por el triunvirato con nombre de diputada. La historia de Rosa Díez,
Carlos Martínez Gorriarán y Luis Fabo, el triunvirato
todopoderoso, es la historia del “más de lo mismo” que Zapatero descorcha cada
mañana en sus ensueños de Peter Pan. La banda de los tres (y sus siervos
feudales en cada región) dirigieron el partido desde el primer día basándose en
una severa y autoritaria desconfianza hacia todos aquellos que realmente dimos
forma al tinglado con nuestra participación e ilusión, esfuerzo, tiempo y
dinero. Estos tres nuevos dioses del Olimpo jugaron con las ilusiones de muchos
y dejaron en el vacío a los miles de españoles que necesitaban, para seguir
sintiéndose ciudadanos de derecho, la aparición de un proyecto nuevo que
aportase una dinámica renovadora a la gastada realidad política española.
Nosotros
abandonamos juntos el partido, el mismo día en marzo de 2010, incapaces de
seguir apoyando a gente sin vocación ni preparación, situados en ámbitos de
decisión interna sobre temas clave, sin otro mérito que la relación de
mecenazgo del nombrado triunvirato. Fueron duros y largos meses junto a otros
militantes, de intercambio de dudas y preguntas sin respuesta; largos meses
para comprender que todo lo que se le ofrecía a la sociedad española desde UPyD era una absoluta representación teatral. UPyD, ya no puede ocultar que su realidad es la de un
proyecto tristemente abortado por la avaricia de un grupo muy reducido; un
proyecto que es además inexistente en multitud de Comunidades Autónomas. UPyD es hoy un partido centralizado por y para el trío
afincado en Madrid y que hace aguas en todo el país. Tanto es así que en
Comunidades como Andalucía, Extremadura, Galicia, Cataluña, Murcia y Baleares,
los aprendices de aparatchiks al servicio del
triunvirato (cuatro o cinco personas juramentadas tras sus estancias de
adoctrinamiento organizadas por UPyD en Llanes, Asturias) han conseguido reducir el número de
afiliados en el partido a cifras esperpénticas. Todo valía para asegurarse el
control de la organización antes de que esta empezase a andar (y a generar
jugosas subvenciones estatales, dicho sea de paso): candidaturas electorales
prefijadas directamente desde la Dirección, primarias falseadas como en
Baleares, contradicciones sangrantes entre la propaganda y lo dispuesto en los crecientes
expedientes internos abiertos, campañas de desprestigio contra cualquier
intento de articular una alternativa al triunvirato, y una falta de
transparencia en lo económico que nos hace pensar lo peor.
Todo
ello hizo que muchos viésemos la luz de la traición y el engaño. Fue el regalo
de Rosa Díez, una verdadera profesional de la política, a los ingenuos
ciudadanos que creíamos poder aportar nuestro grano de arena al funcionamiento
del país (coto cerrado para los de siempre). Algunos se fueron ya en 2008,
muchos más en 2009 (especialmente tras las Europeas y
tras un primer Congreso que fue una verdadera oda al fascismo/estalinismo más
brutal), y muchos más les siguieron los pasos en 2010, entre ellos nosotros
dos. No sabíamos, inmersos en nuestro desengaño, la que nos esperaba: ataques y
descalificaciones personales desde la sede del partido contra todos los
críticos (a los que Rosa Díez llegó a calificar de “batasunos” en un Congreso
al mejor estilo Ceaucescu), y la torticera praxis de
envío de comunicaciones vía email en las que no somos parte.
Ahora,
ya desde la lejanía de los que nos sentimos liberados de toda responsabilidad
política, viene el momento de la visión calmada y del análisis incluso cómico
de la realidad del partido con nombre de diputada. Un partido que ha conseguido
en tres años poner en fuga a cientos de ciudadanos comprometidos con un
proyecto inicialmente novedoso; reducir su militancia a la mitad, y tener ya
más detractores (conocedores de su realidad interna) que apoyos. En definitiva,
reducir su proyección de futuro a un tercio de los votos que recibieron en
2009. Un partido en perpetua contradicción entre lo que hace y lo que dice; que
ya moviliza a menos gente que el de Carmen de Mairena en Cataluña, pero cuya
agresiva reactividad supera a PSOE y PP juntos. Un partido que no podrá
mantener por mucho tiempo la mascarada porque con los medios actuales los
españoles no son tan engañables como antes. Una
lección que una política tan profesional como la diputada Díez parece no haber
entendido bien. Quizás es por ello por lo que anuncia a los votantes catalanes
que dieron recientemente la espalda a su falso proyecto regenerador, que les
perdona y que les dará una nueva oportunidad para votar por ella en el futuro.
No dirán que la Divina no es generosa, ofreciendo una nueva oportunidad a
tantos.
Lo
cierto es que, a día de hoy, UPyD es una especie de
avión de carga antiguo que se va dejado parte del armazón y la estructura por
el suelo al poco de intentar echar a volar. Un avión que lleva entre su carga
múltiples incongruencias y contradicciones: un equipaje tan pesado que ni el
nuevo Airbus A-380 podría alzar el vuelo con él. UPyD
es hoy un partido que critica el desvarío del Estado autonómico, pero que
defiende el Estado federal (igual que los nacionalistas cuyo discurso dice
rechazar). Un partido que dice defender los derechos de los homosexuales, pero
que vota en contra de ellos en el Parlamento Europeo. Que dice rechazar las
prebendas de una clase política atrincherada en las instituciones, al tiempo
que crea su clase política dentro de las estructuras del partido para
asegurarse el control de todo. Que dice escuchar las críticas provengan de
donde provengan, pero que luego se llena la boca acusando a sus críticos de ser
de “extrema derecha” o “extrema izquierda” para deslegitimar el discurso
crítico sin tener que afrontarlo. Un partido que pide transparencia pero que
luego presenta cuentas opacas ante sus afiliados, y que hace un Congreso que no
pasaría la más mínima evaluación democrática. Un partido que critica a los
partidos “tradicionales” por haber provocado la desafección de la ciudadanía
con respecto a la política, al tiempo que su propio Consejo de Dirección
(presentado en lista cerrada, a pesar de defender las listas abiertas) recibe
el apoyo de menos del 30% de los afiliados del partido con derecho a voto. Un
partido que alardea de que cualquiera puede presentar su candidatura a los
cargos internos, pero que se dedica a expedientar a los críticos antes de las
elecciones internas para impedir que estos puedan presentar su candidatura una
y otra vez. En fin, una delicia de “regeneración democrática” que hace que
hasta Zapatero vuelva a parecer el corderito de Norit
en los ojos de muchos ex-afiliados magenta cuando se lo compara con la diputada
Díez.
Por
todo ello es por lo que nos fuimos de UPyD en su
momento, y por lo que ahora nos afanamos en pedir disculpas a la sociedad por
haber (inconscientemente) propagado una mentira muy peligrosa. Hoy intentamos
corregir el daño hecho exponiendo a nuestra sociedad el verdadero cariz del
chiringuito magenta, en la esperanza de que los nuevos partidos que se creen en
el futuro no sean nuevas versiones de este descarnado timo del tocomocho. Al
fin y al cabo, hemos de recordar que muchos de nosotros nos afiliamos a UPyD porque queríamos impulsar un proyecto regenerador y de
esperanza en este país que amamos y que queremos mejorar. Estamos seguros de
que la Historia recordará a Rosa Diez y a su galera precisamente por el gran
daño hecho a la confianza de tantos que se acercaron por primera vez a la
política, y por el daño hecho a la propia regeneración democrática que tanto
anhelábamos.
España
y nuestra democracia se merecen, sin embargo, que sigamos aportando nuestro
esfuerzo común y buscando opciones democráticas mejores. Hoy, a pesar de
nuestra diferencia generacional y profesional, nosotros dos reivindicamos que
formamos una nueva generación. La de los ciudadanos comprometidos por el futuro
de su país, que no tiran la toalla a pesar de haber sido engañados por Rosa
Díez y su chiringuito magenta. Somos esos cuyas críticas se quieren ignorar
calificándonos de resentidos y de abanderados del “quítate tú para ponerme yo”
(precisamente la doctrina enarbolada por el triunvirato y sus seguidores).
Aun
así, queremos decir bien alto y claro que nosotros no nos fijamos solo en el
dolor por haber sido engañados, y queremos animar a muchos a que hagan lo
mismo, recordando la pasión inicial que desprendíamos y la esperanza que
sentimos al cogernos de la mano para impulsar lo que creíamos era la mejora del
país. Eso no nos lo puede robar ni Rosa Díez, ni su cohorte de paniaguados, ni
nadie. Esa ilusión mágica está dentro de nosotros y si seguimos alimentándola,
España podrá levantar cabeza y nuestra política podrá ser regenerada.
Desenmascarar a los impostores es tan solo el primer paso para intentar
impulsar una política nueva, limpia y mucho más transparente. Esa nueva manera
de hacer política que nuestro país necesita tan desesperadamente y que, sin duda,
España y los españoles se merecen. Nosotros, humildemente y como tantos otros
ciudadanos, nos la merecemos.
Francisco
García y Álvaro Ballesteros
Para
contactar con el autor: cronicasdelmundo@gmail.com
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