LA OTRA ESPAÑA
Artículo de Biante de Priena en “Ciudadanos en la Red” del 06 de julio de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
"Quizá la obra educativa que más urge en el mundo sea la de
convencer a los pueblos de que sus mayores enemigos son los hombres que les
prometen imposibles". Ramiro de Maeztu
Aunque parezca inverosímil hay otra España, a la que no le importa quién gobierna,
si lo hace el PSOE, el PP o los nacionalistas, sino cómo se gobierna y que sus
representantes públicos no la estafen y se aprovechen desde la política del poder
que les ha sido conferido y no les pertenece. Hay una España apartidaria, que no se niega a sí misma y celebra los
triunfos de quienes la representan bien, que no es sectaria ni facciosa, que
vive en democracia, que trabaja si la dejan, que paga impuestos para financiar
experimentos políticos, que no comparte, que ama la libertad, aspira a la
igualdad, defiende la pluralidad, respeta la justicia y considera la
Constitución Española de 1978 como marco limitado de su vida pública y el
Estado de Derecho como fortaleza de su vida privada.
Hay una España soberana que no se deja atrapar ni por unos, ni por otros, que considera que los partidos políticos españoles son prácticamente iguales, que piensa que cada partido promociona sus obsesiones particulares, a veces de forma imperativa y ninguno hace nada por promover las comunes, que el único objetivo de las formaciones políticas es colocar a sus partidarios en las instituciones que pagamos todos, porque piensan que el poder es un comodín que les permite hacer lo que les dé la gana. Posiblemente, esta sea la España mayoritaria y silenciosa, la que observa, espera y decide quien ocupa el poder y quien lo desocupa, a lo largo del tiempo, la España que comparte la desesperanza en sus representantes públicos.
Es la España que no está lastrada por las secuelas de la Guerra Civil, la que
ha superado en concordia su historia pasada, reconociendo los muchos errores
cometidos por sus antepasados, pero que no renuncia a ser lo que es realmente,
que permanece viva y no se deja amortajar por los intereses de los políticos.
Es la España que forman los españoles sin estigma del pasado, ni deudas con las
promesas vacías que les ofrecen los políticos para el futuro. Es la España que
cree en sí misma y no acepta lo que le cuentan los que viven del cuento.
Es la España que protestaba contra la dictadura franquista, al igual que hoy lo
hace contra la oclocracia social-nacionalista. Es la España de los españoles en
su conjunto, no de los 17 feudos corruptos en que se han convertido las
autonomías, no de los alcaldes que especulan con los intereses de los
ciudadanos para sacar tajada para sí mismos o para sus partidos. Es la España
que abomina la corrupción, la mentira, la propaganda, la manipulación, la
opresión, la insidia, la soberbia, la inepcia y que se avergüenza cada día,
cuando contempla la obra que se representa en el escenario público a cargo de
la troupe política que dice velar por la democracia, cuando lo que hace es
aprovecharse del poder conferido en las urnas para un cometido muy diferente al
que prometían en sus mentiras.
Hay una España que no tiene nada que ver con la política, que celebra los
triunfos de Nadal, Lorenzo o la Selección Española de futbol o baloncesto, que
trabaja cada día más para recibir cada día menos, que no sabe de macroeconomía
pero sabe que en España hay cinco millones de parados, un déficit del 12 %, una
deuda total de 4 billones de dólares y que el crédito país está al borde del
colapso.
Es la España que considera que el Estado de Derecho está por encima de todas
las mayorías sociales, porque la tiranía se distingue de la democracia
, porque en esta última las minorías deben ser igualmente respetadas que
las mayorías. La democracia no es una cuestión de cantidad exclusivamente, sino
de calidad. Las masas no son el Pueblo, salvo en la interpretación sectaria de
la dictadura del proletariado, en la oclocracia, en la tiranía. La condición
democrática deviene de la justicia igual para todos, del respeto a la libertad,
de la aceptación de la pluralidad. La democracia es tolerancia y no
estridencia, el poder no da la razón, porque habitualmente siempre la acaba
quitando, y ser más no es ser mejores. Las tiranías siempre se caracterízan por su dogmatismo y totalitarismo, tratando de
imponer su fe sobre todas las demás ideas, da igual que provenga del franquismo
que del socialismo, del nacionalismo, o del conservadurismo.
Vivimos en tiempo de relativismo, sobre verdades construidas que tratan de deconstruirse para implantar nuevas verdades, siempre con
la finalidad de convertir a los fieles a la creencia del poder de turno. Puro
sincretismo religioso disfrazado de política. Nadie puede ser tan soberbio e
imbécil como para querer convertirse en representante absoluto del Pueblo y
portador de la única verdad sobre la Tierra. Para negar la realidad que cada
día destroza más a los ciudadanos que representa, para seguir mintiendo sin
descanso a los españoles, esperando que su impaciencia sea sofocada por el
adoctrinamiento sin fin.
Actualmente en España estamos asistiendo al comienzo de la destrucción por
voladura incontrolada de la Nación Española y del Estado de Derecho. Montilla
ha abierto la veda de la ilegitimidad declarando su resistencia a la sentencia
del Tribunal Constitucional para ocultar sus miserias de corrupción en los
casos Pretoria y Palau, le ha seguido Valcárcel, el
Presidente de Murcia, ha dicho que en su Comunidad no se acatará la Ley del
Aborto hasta que el Tribunal Constitucional dirima sobre su constitucionalidad,
y el alcalde de CIU de El Port de la Selva, provincia de Gerona, ha declarado
que en su municipio no se acatará la Constitución Española, que en su día fue
votada de forma afirmativa por el 91,5 % de los gerundenses, incluidos los de
El Port de la Selva (magnífica alegoría).
Tras los acontecimientos de la huelga salvaje del Metro de Madrid impulsada por UGT y CCOO contra dos millones y medio de madrileños, estamos asistiendo al comienzo del final de una época. Tras la agresión a los fundamentos legítimos de nuestra convivencia como españoles, asistimos a una interpretación de la democracia propia de una república bananera como la Venezuela de Hugo Chávez, en la que las masas subvencionadas por el poder se encargan de sostenerlo para que a su vez las siga alimentando, mientras todos los que no compartan la fe del tirano, serán apartados por cordón sanitario o estrella de David, para ser eliminados, o convertidos en esclavos que trabajen sin descanso para sostener la oclocracia imperante.
Alguien debería sugerir la próxima semana en el Parlamento, aprovechando el debate del Estado de la Nación, que se someta al Presidente del Gobierno de España a una peritación psiquiátrica colegiada, antes de que nos acabe volviendo locos a todos, a los que le votaron, a los que no le votaron y a los que ni siquiera acudieron a las urnas porque no confían en ningún político.
Motivos hay suficientes, la negociación con terroristas, la
falta de esclarecimiento sobre lo acontecido el 11-M, el apoyo de un Estatut de Cataluña inconstitucional, la imposición de
leyes de desigualdad que socavan los fundamentos de la Constitución Española,
la ocupación institucional por un millón de acólitos acantonados en su sueldo
contra cinco millones de parados y un país que ha sido llevado a la ruina por
el despilfarro, la inepcia y la vesania del Gobierno de José Luis Rodríguez
Zapatero, que el día menos pensado nos sorprenderá con una proclama en la que
declare: “El Pueblo soy yo” o “el Estado social es exclusivamente socialista”,
o “sólo hay una democracia, la democracia social”.
En una democracia, cuando la Ley no impera para todos, no impera para nadie, y
eso es lo que han conseguido los socialistas del PSOE con su política de
agitación y propaganda para ampliación y afianzamiento de sus pesebres, algo
que ha terminado yéndoseles de las manos y conduciendo a los españoles al caos
político, económico, jurídico, cultural y social. Nos ofrecieron igualdad, para
conseguir que la diferencia entre políticos y ciudadanos nunca haya sido tan
enorme, tan abismal, tan extravagantemente depravada, tan escasamente
democrática. Nos ofrecieron progreso para regresar al feudalismo. Nos
ofrecieron justicia para imponer su arbitrariedad. Nos invitaron a la libertad
para conducirnos a la opresión mental, económica, política y cultural.
Nos ofrecieron lo que deseábamos para arrebatarnos lo que necesitamos.